Cultura
El bar en el que se perdía Hemingway
El local barcelonés aún se conserva y está considerado como el más antiguo de la capital catalana
Si hay un escritor del que se pueda decir que lo dio todo y lo bebió todo ese era Ernest Hemingway. El autor estadounidense y Premio Nobel de Literatura, uno de los más grandes de todos los tiempos, vivió al límite con una copa (o varias) en la mano, algo que llevó en las muchas ciudades por donde pasó. Una de ellas es Barcelona, aunque cabe decir que la ciudad le aportó muy poco en cuanto a su oficio de escritor porque la visitó solamente en un par de ocasiones.
La primera de ellas fue en abril de 1938, en plena Guerra Civil a la que dedicó algunas de sus mejores páginas aunque, como dice Andrés Trapiello en su ensayo "Las armas y las letras", vino al conflicto bélico como si fuera a un safari. Pero fue en esos días cuando envío varios cables a Estados Unidos informando sobre la situación en la capital catalana, por ejemplo, el 3 de abril, cuando da noticia de la huida de los refugiados.
Entre los papeles personales del autor de "Adiós a las armas", hoy conservados y accesibles en la John F. Kennedy Library de Boston, se puede leer esta nota manuscrita en la que apunta: "Era un hermoso falso verano cuando partimos hacia el frente esta mañana stop anoche al llegar a Barcelona todo era gris y brumoso y sucio y triste pero hoy estaba radiante y cálido y el rosa de las flores de almendro teñía las colinas grises y alegraba los polvorientos surcos verdes de olivos stop". Hemingway recibía un total de 500 dólares por cada cable que enviaba a Estados Unidos como corresponsal desde la España en guerra.
En otro texto, este aparecido en el diario soviético "Pravda" el 1 de abril de 1938 demuestra haber sido testigo de los bombardeos que sobre Barcelona realizaba con especial violencia la aviación italiana al servicio de Franco: "Ves cómo lo hacen en Barcelona, donde bombardean los barrios obreros desde una altura tan grande que sólo pueden ver barrios completos y no blancos concretos. Ves a niños muertos con las piernas entrelazadas y los brazos extrañamente extendidos y con las caritas cubiertas de estuco. Ves a mujeres muertas a causa de las contusiones. Ves a muertos que parecen un montón de andrajos. Ves trozos de carne humana de formas tan extrañas que te hacen pensar en un carnicero demente. Y odias a los asesinos italianos y alemanes como a nadie en el mundo".
De corte distinto fue la segunda visita del autor a Barcelona, en esta ocasión ya convertido en un mito, en 1959, mientras preparaba su libro-reportaje "El verano peligrosos" donde se dedica a seguir y narrar la rivalidad entre los toreros Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín. En esa gira no podía faltar el paso por la capital catalana, aunque sin la adrenalina de 1938. Ya pesaba mucho la leyenda y la depresión, la misma que lo llevaría a tomar la peor decisión de su vida, no tardaría en aparecer para quedarse.
El Marsella
Si queremos buscar el rastro de Hemingway hoy en Barcelona probablemente el mejor sitio, con permiso de la plaza de toros Monumental, es el antiguo Bar Marsella, en el barrio del Raval. Fundado en 1820, el Marsella es una de las grandes instituciones de la ciudad, el lugar en el que uno podía pasarse horas bebiendo algunos de los más peculiares brebajes, entre ellos la siempre efectiva absenta. Esta era una de las bebidas favoritas del escritor quien incluso creó un cóctel mezclando este elixir verde con champán. El nombre de esa combinación la bautizó como "Muerte en la tarde".
El Marsella conserva intacto, aunque estuvo a punto de desaparecer. Por fortuna, el local y su contenido fueron adquiridos por el Ayuntamiento de Barcelona.