Turismo
And the winner is... el chiringuito
No hablamos solo de ellos, en ocasiones se convierten en lugares idílicos en medio de entornos rurales
Los asentamientos playeros, efímeros y recurrentes, nacen y se desarrollan durante la temporada estival, brotan en plena arena como paraísos temporales, otros los crónicos y fijos conviven a un paso del núcleo urbano en pleno paseo marítimo como una protuberancia del mismo.
Los chiringuitos se convierten en el color del verano. Son un básico que mantener temporada tras temporada. Esa es su filosofía y por eso resultan fundamentales para la sostenibilidad turística playera. Algunos son tan antiguos que nadie sabe fecharlos, yo ya venía feliz, desde que era pequeño en el verano del 73, me apuntan, otros son tan recientes que aún no han sido bautizados.
Aunque este verano la crisis provocada por el coronavirus ha dejado al aire las costuras del sistema hostelero playero, los chiringuitos, a su manera, mantienen el tipo. Las legiones de residentes, más que bañistas, con mascarilla y gafas de sol como extraterrestres resulta fantasiosa. Los futuros clientes que habitan los chiringuitos se despiertan antes que la temperatura comience a sucumbir los paladares y acudir en busca de la reserva.
Los chiringuitos son, en ocasiones, lugares idílicos en medio de entornos naturales, pero, como todo en la vida, algunos tienen un reverso tenebroso y pueden convertirse en trampas... las menos, para paladares y bolsillos. Y esto es debido a un fenómeno turístico-geológico que tiene que ver con el carácter de ciertos camareros. Las desdichas que hemos arrumbado por el camino de aproximación, tras la búsqueda del aparcamiento, a veces, crecen en tamaño y complejidad y se van jerarquizando.
Algunos ya no despiertan tanto deseo, pero son más que necesarios, nos mudamos desde el clásico al popular, entre arenas de persuasión y seducción, mientras se perciben sendas marcadas en círculo desde las hamacas hasta el chiringuito dando vueltas por la arena sobre el mismo eje bronceado, una y otra vez, sorteando una irregular hilera de sombrillas.
Las nuevas normas de seguridad las tienen más que integradas, en cuanto a los espacios de separación, ya están marcados, incluso a más distancia por el sentido común del bañista.
Cuando es posible surgen cerca de la orilla del mar, pues este detalle es vital a la hora de acortar el trayecto constante de sus moradores para abastecerse de cerveza y tinto de verano. Los caminos que conducen a la bendita pérgola son un ir y venir de bañistas creyentes.
Un valor añadido gastronómico es lo que se le pide cada vez más. Y los chiringuitos no iban a ser menos. Un aperitivo experiencia.
Sencillez y calidad constituyen el verdadero lujo al borde del mar. Hostelería práctica de campaña sin aditivos. Las vistas mandan. Conquistan al cliente accidental o de forma enigmática al vecino de playa durante el resto del verano. Dosifican el buen servicio en forma de carrera continua.
La verdad gastronómica no tiene estructuras de ficción. Tras un segundo encuentro descubres el origen gustativo y los avatares diarios del chiringuito. Sin producto, no hay historia, ni talento.
A mediados del siglo pasado cuando los chiringuitos comenzaron a instalarse, la restauración era una frivolidad. Desde entonces el crecimiento cualitativo ha sido exponencial. Buscamos disfrutar de una nueva perspectiva al alcance de la mano. Regresamos de las imágenes primitivas al prestigio frente al mar. Se masca la alegría gustativa, los nervios visuales hacen nudos en el estómago y provocan felicidad compacta.
Su estilo (des)complicado redondea la jornada gastronómica. No existe la rutina. Ni necesitan presentación. Estilo por partida doble. Los chiringuitos abrazan la historia de la casa desde su nacimiento al tiempo que evolucionan hacia el futuro sin mirar atrás. De ayer para hoy.
La ambigüedad con los que algunos locales coquetean a modo de guiño y subyacente homenaje al primitivo chiringuito precursor de restaurantes marca el paso de una nueva era. Su acercamiento a los clientes se produce de manera fluida y con absoluta naturalidad como mecas de peregrinación.
Los chiringuitos de playa no escapan a esa perpetuidad hostelera. Tras la temporada estival nada permanece todo se desvanece. El romance de los bañistas no sobrevive después de las vacaciones. Pero, mientras tanto, hoy por hoy, And the winner is… el chiringuito
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