Gastronomía
La fidelidad como condimento emocional
Como los recuerdos y los paladares no dejan sitio a la imparcialidad debemos reconocer a Maradona como pichichi de querencias eternas
Hay momentos de la realidad que no permiten salirse de ella. Sin procurarnos coartada alguna, y no por casualidad, visitamos St Andrews Restaurante (Club de golf Ifach, carretera Moraira-Calpe). No hace falta afiliarse a ninguna ortodoxia gastronómica ni participar en ningún credo futbolístico para mantenerse alerta del impacto de la gran noticia de esta semana. Aunque no hay intermediario posible entre el aficionado que tiene hambre de fútbol y el gastrónomo saciado de éxitos gourmets hoy debemos reconocer a Diego Armando Maradona como pichichi de querencias eternas.
Matthew Tuck, gastrónomo, aficionado al Liverpool y socio del restaurante aboga durante el aperitivo porque la sobremesa final se convierta en el tercer tiempo, al igual que en el rugby. Sin caer en una corriente de prejuicios, frases hechas o cartelitos explicativos y la verdad es que no es demasiado tarde para practicar esa utopía.
La conversación se convierte en una estafeta de afectos y recuerdos al fútbol pretérito en general. El escrutinio de la improvisada tertulia desemboca en que aunque somos conscientes que ninguna lógica frena pasiones y afectos, los aficionados viven atrapados en la burbuja del recuerdo que colapsa la memoria.
Como no siempre, afortunadamente, la historia del fútbol no la escriben quienes la hacen y sí quienes la cuentan, los testigos también son protagonistas, nuestro anfitrión Jorge Daniel Soto, Robinson gastronómico y seguidor del River Plate nos describe con nostalgia su viaje desde el barrio de Ruzafa (València) a México para seguir la primera fase del mundial que gano Argentina y encumbró al Pelusa.
Nostalgia a fuego lento, al probar el excelente vacuno madurado que nos ofrecen, recuerdos en su punto, como estímulo vitalizante, repleto de sabores y sensaciones prolongadas que no nos dejan indiferentes. Ya se sabe que los recuerdos y los paladares no dejan sitio a la imparcialidad.
La nostalgia deportiva regresa de un duro exilio convencida que vuelve a ser su momento como rematadora incansable de recuerdos con fueras de juego vitales incluidos. Historias futbolísticas esculpidas en el corazón, goles (ir)repetibles, donde no existía el Var. Si algo ha sido acreditado en esta sobremesa (ir)repetible es que la gastronomía y el fútbol se revalorizan por enésima vez.
No sé cómo será el fútbol y la restauración cuando el maldito corona virus sea solo un mal recuerdo y especular al respecto me parece ocioso, meras conjeturas que el tiempo se encargará de borrar. Sin embargo, a juzgar por lo vivido en esta sobremesa seguirá siendo un mundo donde predominen gentlemans y gastrónomos convencidos.
El cartel de despedida en compañía de los propietarios del restaurante los hermanos Andrew y Maxim Hobson debe glosar la satisfacción con grandes letras. Hay establecimientos, como este caso en su primer año de gerencia, que el éxito le es dado en pago a su sostenida ejemplaridad. Solo nos queda no perder la ocasión de volver a ver el atardecer desde su fabulosa terraza.
Dicen que rendir homenaje es una forma de gratitud y por eso nos van a permitir un abrazo final, por cercanas razones, a nuestra acogedora anfitriona, Karina Turnelli, amante del fútbol y seguidora del Boca Juniors, que no pudo acompañarnos al restaurante pero nos convirtió en fundamentalistas al probar sus empanadillas de carne cuajadas de armónica textura como un entrante de culto y fuerza movilizadora.
El gasto energético de la nostalgia y la carga muscular acumulada de los recuerdos no impide que recordemos el fútbol de los 80 y 90 emocionadamente para darle el último adiós a la leyenda. Pero el tiempo es viajar y el recuerdo siempre se comporta de la misma manera a través de la memoria. El tiempo se congela al igual que el lanzamiento de un penalti ante el televisor. Late la historia deportiva en tinta seca pero fresca en nuestra memoria. Llega la hora del replay repitamos, sin fin, la fidelidad y la emoción como condimento.
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