Gastronomía
Angolo Divino, refugio delicatessen
Vinoteca singular y polifonía gourmet para practicar el culto por las conservas, fiambres, quesos y embutidos de manera cotidiana
En el universo de la restauración nunca se para el reloj de idas y venidas. Con el destino a medio escribir nos convocan, en tiempo real, a celebrar el Día de Italia, el pasado miércoles 2 de junio. En plena semana de fusión gastronómica, estar informado y a la última (no) lo es todo. Sin caer en banalidades ni juicios apresurados, conviene seguir las recomendaciones.
Si han entrado hoy con el fin de leer solo una crónica gastronómica no la encontrarán, pero les invito a quedarse para conocer Angolo Divino ( C/Almirante Cadarso,14) una vinoteca donde practicar el culto delicatessen de manera cotidiana. La visita tiene una naturaleza litúrgica y ceremonial. Como la casualidad no gobierna nuestra agenda, un día como hoy no es necesario huir de las excelencias pregonadas hacia establecimiento siempre respaldadas por los hechos.
El buen gusto es un saco permanente de sorpresas. Nos convertimos en «apropiacionistas» y devotos al probar la «focaccia» bendecida por el aceite de oliva y culminada discretamente con los añadidos más diversos.
Se incrementan las ganas de apurar la copa inicial de un rosado riojano, mientras los vinos italianos y franceses también se asoman de manera natural para macerar los gustos. El vino nacional e internacional pesa mucho en la componenda, no se explica su pluralidad sin conocer la singular fertilidad de oportunidades y referencias, al tiempo que descubrimos el radiante fiambre y embutido, ahumado y especiado, de calidad desarmante: mortadela, salami, prosciutto cocido, la «bresaola» o cecina, italiana, etcétera. Las conservas, anchoas y boquerones, del Cantábrico, refuerzan su poder de convocatoria a la vez que lo ensanchan.
Aunque nos ceñimos a las costuras de la degustación propuesta, aún quedan en la carta más atractivos, no es ningún secreto el particular oportunismo de la variedad y calidad de la tabla de quesos, dulces y picantes, repletos de historia que aceleran al paladar más aburrido y donde su avituallamiento gourmet no es un dopaje recurrente.
Levantamos el pie del acelerador, aflojamos la marcha, y nos tomamos un respiro para conocer el particular tiramisú acompañado de un excelente vino dulce italiano como (in)voluntario protagonista. Decir que el café puede degustarse solo a veces, ya no es cosa del pasado y aquí lo confirman.
El derroche espumoso del champán comparte cartelera con el «prosecco» y la dulce cercanía de logrados espirituosos y generosos. La peregrinación sumiller se intensifica hacia dentro y desde fuera en un despliegue de liberación gourmet.
El nivel ha subido mucho y las exigencias aún más después de seis años de trayectoria. El alma máter de Angolo Divino por buen nombre, Silvia Gallon, italiana de Padua afincada desde hace dos décadas en València, como anfitriona en su ascendente transalpino, además de la oratoria le acompañan sus conocimientos, como ciencia delicatessen para gourmets creyentes confinados en una burbuja de satisfacción.
Espanta los silencios y las dudas de los clientes mientras afronta con garantía cualquier petición del gastrónomo más complicado. Tiene animosa empatía en las venas y pasión sumiller entre las cejas. Su capacidad de influencia es inmediata, déjense aconsejar. Pero todo a su tiempo. Su animoso argumentario es claro: no abomina de los balones fuera del cliente especial, ni de los tiempos muertos y tiene clara las pausas para la feliz hidratación comensal.
Tras una visita sabrán encontrar los necesarios agujeros semánticos para definirla como una «bottega singular». El escrutinio de la improvisada sobremesa desemboca en una polifonía gourmet. La primera respuesta que acude al paladar es obvia, no debemos esquivar la oportunidad de volver. Angolo Divino, refugio delicatessen.
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