Cecilia Vicuña: un Premio Velázquez ecofeminista, poético y activista
La artista chilena, precursora de la llamada Escena de Avanzada de su país, se suma a otras figuras clave del arte latinoamericano que también han recibido este galardón
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El Premio Velázquez constituye, desde hace una década, el galardón artístico más honesto, democrático y, por tanto, imprevisible de cuantos se convocan en España. A diferencia de lo que sucede en el campo de la literatura –preñado de figuras fácilmente reconocibles por el lector español e internacional–, el papel jugado por los artistas plásticos latinoamericanos no resulta desgraciadamente tan evidente para el espectador foráneo. Y, en este sentido, el Velázquez se ha distinguido en los últimos años por reconocer a figuras clave de las prácticas artísticas latinoamericanas como Artur Barrio, Cildo Meireles y Marta Minujín. A estos nombres hay que añadir ahora el de la chilena Cecilia Vicuña, agraciada con la edición de 2019.
Activista ecofeminista y defensora de los derechos de los indígenas, Vicuña también podría haber obtenido, sin ningún problema, el Cervantes. Porque si algo caracteriza su obra es la simbiosis perfecta que en ella se produce de la poesía y de las artes visuales. En rigor, el suyo no es el único caso de autores chilenos que combinan la producción literaria con otras formas de activismo artístico: los casos de Raúl Zurita y Diamela Eltit destacan, en este sentido, por el carácter multidisciplinal de sus propuestas. Cecilia Vicuña es la precursora de muchas de las actitudes que, durante los setenta, se desarrollaron en la llamada Escena de Avanzada chilena.
En 1966 comienza una de sus series más genuinas y reconocidas: los llamados «Precarios» –pequeñas esculturas realizadas con materiales encontrados en la playa, y que fotografiaba antes de que las olas del mar las deshicieran. Igualmente importante son sus «Quipus»: esculturas e instalaciones basadas en el sistema de registro con nudos de las tribus indígenas, y de los que, en la pasada Documenta 14, presentó una versión monumental e impresionante.
A raíz de la instauración de la dictadura militar de Pinochet, Vicuña abandonó su país y, en 1974, creó la agrupación Artists for Democracy, consagrada a la recaudación de fondos para la resistencia chilena. Ya en la década de los ochenta, forma parte del legendario colectivo feminista norteamericano «Heresies»,y, en 1981, exhibe por primera vez en el MoMA. A través de este esbozo biográfico se percibe cómo Cecilia Vicuña es pieza angular de uno de los contextos artísticos más intensos y fascinantes del continente sudamericano: el chileno. Gracias a su valentía y creatividad desbordante, es posible entender el desarrollo de la acción artística de los últimos cincuenta años en aquel país. Merecido premio, por tanto.