«A esta obra hay que llegar con un bagaje de vida»
María Bayo estrena «La voix humaine» y presenta disco
Hay regresos que lo son sólo en parte. María Bayo no ha parado de cantar en los últimos años dentro y fuera de España. Sin embargo, a la soprano, una de las de mayor proyección y talento de su generación, no se la había visto en una producción operística completa en Madrid desde 2011, tan sólo en recitales y homenajes. «Se ha debido a una conjunción de factores –explica la soprano a LA RAZÓN–. Quizá no me daban los papeles que quería... O no contaban conmigo. También llega un momento en que te dices: ''Llevas una vida muy ajetreada, tienes una hija, hay que buscar más tranquilidad''. Prefieres hacer menos producciones que te exigen muchísimo tiempo, esfuerzo y trabajo. Estaba un poco cansada. Hacer conciertos no me obliga a estar dos meses fuera de casa. Eso me ha venido bien porque ha llevado a que tenga algo de tiempo para montar este tipo de obras». Se refiere a su regreso a Madrid, el día 11, con «La voix humaine», a las órdenes de Paco Azorín en los Teatros del Canal, montaje con el que completa en su currículum la trilogía de Poulenc.
Llega con la mente puesta no en la ópera, sino en un documental sobre la II Guerra Mundial que acaba de impactarla. «Es una barbarie. Las mujeres tenemos un doble sentido. Los hombres sois muy brutos». En sus palabras se presiente ya lo que reconoce al instante: está ya totalmente metida en el papel de la protagonista de la ópera de Poulenc. Por eso, anda en modo reivindicativo: «Poulenc deja claro que es una ruptura entre dos personas. Pero ella ve que él le está mintiendo descaradamente». Cuenta que lleva todo el mes trabajando el papel. «Ahora empiezo a sacarle más jugo, en los colores, en el canto, a darle expresiones. Y todavía me queda. Cada vez que lo cante, como me pasa con Mozart, descubriré cosas. Ésa es la maravilla: seguir evolucionando, matizando y encauzando ese texto tan rico y potente». Es un papel complejo, «por la parte cantada, que es muy difícil, y por la cuestión psicológica». Son «sólo» 40 minutos de ópera, con ella en escena. «¿Te parece poco?», responde como un muelle. Y es que no hay muchas óperas que exijan un esfuerzo similar a una soprano.
«La gran cosa de esta obra –sigue– es que cada uno se imagine al interlocutor, porque casi todos hemos pasado estas historias». ¿Y ella? «Yo sí, similares. Sé absolutamente de lo que me habla. Por eso necesitas llegar a esta obra cuando tienes un bagaje detrás; aparte del artístico, vocal y actoral, un bagaje de vida». Lo cual nos lleva a la etapa en que ella se halla: «Estoy en un momento de evolución, de buscar personajes que me atraigan, como éste, que me ilusionen y me metan en escena con toda mi energía».
Con la felicidad profesional cifrada en forma de repertorio italiano y francés, barroco y contemporáneo, además de Mozart, reconoce que «he tenido muy claro en mi trayectoria que por hacer ''Traviata'' no iba a ser mejor cantante». Otro repertorio «quizá me llevaría más a la fama... o a destrozarme, como muchos otros que han estado con grandes voces pero cinco años sólo. Hay que tener cuidado: los teatros exigen mucho, las salas son muy grandes y los diapasones muy altos».
Donde no canta es en casa, «porque es mi trabajo». Lo dice al hablar de las canciones de su nuevo disco, temas cultos de Mompou, Montsalvage o Esplá inspirados en la España popular. «Recuerdo a mi madre cantando zarzuela cuando estaba con los quehaceres, cuando limpiaba, y diciendo: ''¡Ay, qué mal canto!''. Hoy no se hace tanto». Su padre tiraba más por la jota. «Y yo en algún momento canté alguna... ¡porque soy navarra! Mi padre tenía una voz muy bonita, de tenor, y creo que mi pasión por la música salió un poco de él». Y reflexiona sobre la España que representa su disco: «He oído hablar de ''Ocho apellidos vascos'', aunque no la he visto. Está teniendo tanto éxito porque es un croquis de lo que somos en realidad. En el fondo, nos reflejamos en todo eso. Éstas son canciones de poetas, pero salen de la esencia del folclore del pueblo, de lo más profundo de nuestra tierra».