Alicia Borrachero: «Duele ver que hemos perdido valores fundamentales»
Regresa a las tablas con una de las mejores ofertas de la temporada teatral: «Desclasificados», junto a Jordi Rebellón y Joaquín Climent. Vuelve a meterse en la piel de una periodista que entrevista al presidente del Gobierno, en un momento de crisis, debido a su presunta implicación en un aberrante delito. Tres personajes en busca de sus propios límites, con una de nuestras mejores «trabajadoras de historias» como protagonista.
–Se despidió del teatro por la puerta grande con «Agosto». ¿Cómo ha sido este regreso?
–¡Espero no despedirme del teatro nunca! Pero este regreso es muy diferente y muy placentero. Una obra con pocos actores y soportada en un gran texto. ¡Es como saltar al ring cada día!
–La obra plantea un círculo reconocible: Parlamento-presidente-jefe de prensa-periodista...
–Pero ahí es sólo donde empieza el combate. Hay un punto en que nos quitamos los disfraces y aparecen tres personas con unos sistemas de valores muy diferentes que se plantean sus límites.
–¿A pesar de nuestra realidad política, la obra no tiene nada que ver con nuestra situación?
–Pere Riera la escribió hace nueve años como ejercicio de dramaturgia cuando era estudiante. Por tanto, no guarda relación, aunque el abuso de poder nos viene de los griegos...
–Cada vez se estrenan más obras que cuestionan el Estado. ¿Es fruto del tiempo que vivimos?
–El teatro, como arte, tiene una función social y la obligación de poner un espejo delante del mundo, como decía Shakespeare. Ahora es importante, aunque lo es más que nos atrevamos a mirarnos.
–¿Qué les pasa a los productores, que no paran de verla como periodista?
–Ay... (risas) ¡No sé! Yo lo que quiero es hacer comedia y pocas veces me ven así, pero para un actor no es fácil ejercer la versatilidad. Cuando hay periodistas, me llaman y yo encantada: me gusta trabajar y me apasiona hacer de periodista.
–Su madre tendrá razón: que, si le faltan papeles de actriz, ¿por qué no dedicarse a esto?
–No me atrevería. Tengo un gran respeto por vuestra profesión. Aunque confieso que me hubiera encantado trabajar en radio.
–Encarna a la periodista más prestigiosa del país. ¿En quien se «miró»?
–Muchos me dicen que soy Ana Pastor. Estudié a muchas: Julia Otero, Milá, Campoy, Ana... También autonómicas y extranjeras. ¡Hay un abanico inmenso y mi personaje es un cóctel de todas! Me hace gracias porque, en una entrega de premios, Ana Pastor dijo que cuando estaba en la facultad le decían que se parecía a mi personaje en «Periodistas», y ahora es al revés.
–Y como periodista adoptiva, ¿a quién le gustaría coser a preguntas?
Por puro egoísmo, a Meryl Streep. ¡Quisiera saber cómo lo hace para ser tan buena!
–¿Y si tuviera que hacerle una pregunta a Rajoy?
–A él y a toda la clase política: «¿podría decirme cuáles han sido los mayores aciertos de la oposición cuando gobernaba?». Ninguna formación admite éxitos de la de enfrente.
–Con el tiempo, ¿cada vez elige más los papeles por la gente con la que trabaja?
–En este trabajo te tienes que besar, pegar, viajar... Nunca es un factor decisivo, pero hay gente con la que espero volver a coincidir y otra con la que preferiría no hacerlo.
–«Desclasificados» trata la traición de los valores. ¿Vivimos una crisis en ese sentido?
–¡Esa es la verdadera crisis! La económica sólo es la punta del iceberg. Lo doloroso es comprobar que hemos perdido los valores más fundamentales...
–¿Una acusación o una sospecha de corrupción son motivo para la dimisión de un político?
–Es un debate largo y delicado. Cada caso merece su atención, depende de la gravedad y tiene que ver con la dignidad de ostentar la confianza del pueblo.
–No es partidaria de la discriminación positiva, ¡como la lean las feministas, la matan!
–Debe haber movimientos que subsanen la opresión del pasado pero hoy tienen distinto sentido. Nadie debe asumir un puesto por su condición de mujer... ¡Nadie quiere ser una cuota!
–Explíqueme eso de «lo ideal: estar en el Globe Theatre haciendo Lady Macbeth con Bardem».
–(Risas) ¡Por soñar no se pierde nada! Es como desear que me dirija Jane Campion o protagonizar «Homeland»...
–Ha hecho dos veces de reina, en «Isabel» como Aixa La Horra y como Prunaprismia en «Las Crónicas de Narnia». ¿Ayuda vivir en un país que tiene familia real?
–Ni se me había ocurrido. Son personajes tan lejanos... El de Disney por ser imaginario y el de Aixa por transcurrir hace tantos siglos.
–Ahora dígame que tiene la mesa llena de propuestas de Hollywood.
–(Risas) Me lo he planteado alguna vez pero no se puede forzar. Debes tener un gran currículo en tu país, si no, no te miran. Será lo que tenga que ser...
–Pero sí habrá ensayado el discurso del Oscar con el bote de champú, a lo Kate Winslet.
–¿Qué actor no lo ha hecho? Desde los cinco años y llorando... (Risas) Si algún día tengo que hacerlo, en blanco no me voy a quedar. ¡Qué pena si no soñásemos!
–Chicote jugaba al rugby, Carlos Goñi al balonmano, Arturo Fernández boxeaba...
–¡Y yo he jugado muchísimo al tenis! También hacía esquí acuático...
–¿Y luego les tiene miedo a las escaleras mecánicas?
–Soy muy rarita. Actriz es lo que soy, pianista es para lo que me preparé, pero el deporte me vino muy fuerte... Estuve a punto de ser tenista pero necesitaba expresarme más allá de la raqueta.
–Con su voz tampoco lo ha hecho mal: hizo musicales en EEUU...
–Profesionalmente, uno. Pero hice muchos en circuito universitario, que allí tienen mucho nivel.
–Antes de despedirnos, quiero confesárselo: tiene cara de buena amiga...
–Es uno de los valores que me han inculcado mis padres y pongo todo mi empeño.