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Alucinante Santa Teresa

larazon

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Una exposición explora el mundo místico y fantástico de la escritora y religiosa a través de la obra de 21 artistras contemporáneos que relacionan creatividad artística y espiritualidad
Santa Teresa eran tan moderna que se inventó su propia vida, construyó su castillo y desde la torre más alta escribió una obra de enorme temperatura emocional. Textos dramáticos, líricos, basados en el amor y la muerte, más literarios que religiosos, más autoficción que teología. A Santa Teresa le tocó vivir tiempos rudos y ella les devolvió mística y espiritualidad. En la clausura de las celebraciones del quinto centenario de su nacimiento, Valladolid acoge una exposición que «abre su legado al tercer milenio», según la comisaria, Rosa Martínez, que busca rastros de espiritualidad, locura y feminismo a través de las obras de 21 artistas contemporáneos. La muestra «Nada temas, dice ella», organizada por Acción Cultural Española, no es «descriptiva de la figura de la santa, sino prospectiva, es decir, que trata de profundizar en su obra. Porque la espiritualidad que ella defendió sigue teniendo sentido», explicaba la comisaria.
Esa quijotesca búsqueda de lo elevado la compartió el chino Cai Guo-Qiang, que estuvo 20 años tratando de llevar a cabo una idea, «Escalera hacia el cielo» (2015), y que se muestra en la exposición por primera vez. Un globo aerostático sostiene una larga escalera que arde en llamas unos segundos antes de consumirse y durante los que da la sensación de que llegará hasta el infinito. «A Cai Guo-Qiang le inspiró hacer esta obra un grabado de las moradas del alma de Santa Teresa. Y consiguió hacer la obra aunque sólo durase cien segundos. Lo logró», señalaba la comisaria. Junto a ella, una pieza del joven Waqas Khan presenta un enorme libro abierto en el que las páginas están escritas con unos trazos ilegibles que forman un itinerario invisible inspirado en los místicos musulmanes, los sufíes. «La escritura fue la actividad de Teresa, y con esta pieza, Khan pretende llamar la atención sobre la sabiduría ancestral que el progreso ha dejado de lado», comentaba Martínez.
Neones y paisajes
Las obras, repartidas en tres sedes emblemáticas de la capital vallisoletana (El Colegio San Gregorio, el Palacio de Villena y la Casa del Sol) hacen referencia de muchas maneras a los aspectos de la vida y obra de la santa. La exposición, multidisciplinar y transgeneracional, se abre con un neón de Bruce Nauman: «El verdadero artista ayuda al mundo revelando verdades místicas», escribe en espiral, trastocando un eslogan de cervezas. También aluden de forma alegórica al mensaje de Santa Teresa los paisajes uno de los artistas artistas más jóvenes de los representados, José Ramón Ais. Su serie «Parque natural» está compuesta a partir de los fragmentos más espectaculares de diferentes paisajes preexistentes, de manera que la composición final resulta una naturaleza arrolladora y mítica, como una forma de paraíso imposible que alude al imaginario de los místicos y a las dificultades del camino espiritual, que a menudo se compara con el ascenso a una cumbre o a una lucha contra la naturaleza de uno mismo. De Soledad Sevilla se muestra «Sería la de la noche», que toma el título de una alusión a la cita cervantina, la que narra el comienzo del camino de su famoso caballero: «La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo». La obra, compuesta por unos hilos tensos e iluminados con luz negra, representa el laberinto del camino de la perfección. Mientras, Pilar Albarracín aborda el papel de la mujer en la sociedad contemporánea, algo de lo que, en su tiempo, Santa Teresa ya era consciente: «Una mujer, entonces, sólo tenía dos opciones, o casarse o meterse a monja», comentaba la comisaria. De una manera más directa, «Expulsión del paraíso» es un vídeo en blanco y negro y sin sonido en el que 13 adolescentes aparecen atadas entre sí por sus trenzas, formando un círculo. No pueden moverse en ninguna dirección hasta que algunas sacan unas tijeras y se cortan las ligaduras. Sobre el peso de la tradición también habla Miquel Barceló con sus cerámicas golpeadas y aplastadas, mientras que la artista pakistaní Anila Quayyum presenta «Intersecciones», una impresionante obra que concibió en un viaje a La Alhambra. Un enorme cubo formado de celosías protege una bombilla dentro. Su luz proyecta en las paredes los motivos de decoración andalusí. «Representa a la perfección una cita de Santa Teresa: ‘‘Tengo en mi alma una centella, una luz interior que tengo que seguir’’ –recordaba Martínez–. Es una luz que transforma el espacio que nos circunda y que nos incluye». «El regreso», de Bill Viola, muestra a una mujer atravesando un muro de agua. «Es alguien pasando al otro lado, lo que conecta con la obra de Santa Teresa y su voluntad de trascendencia».
Sin embargo, ningún artista de la exposición conecta tan bien con la figura de Santa Teresa como la improbable historia de Josefa Tolrà. «Josefa sólo salió dos veces de su pueblo natal, Cabrils (Barcelona). Una fue para ir a Badalona y otra a Mataró, a muy pocos kilómetros. Era una mujer sencilla que perdió a sus dos hijos y por ello sufrió mucha angustia. Parece ser que oía voces y que tenía visiones. Cosas que desconocía pero que sentía. Ella los describía como ‘‘seres de luz’’. Hasta que alguien le dijo que dibujase todas esas cosas para serenarse. Ella no era una ‘‘outsider’’ ni estaba loca, simplemente tenía esas capacidades y se convirtió en médium. Era una mujer sencilla con un don para conectarse consigo misma», explicaba la comisaria delante de una decena de piezas de esta artista que, sin formación académica, produjo una obra fascinante, extensa y tardía, entre 1942 y 1959. En uno de sus cuadros, escribe: «Dibujo aerolitos porque son el camino más fecundo para llegar a la acción». «Está muy relacionado con Teresa, porque ella era una escritora pero también una mujer de acción. Durante su vida llegó a fundar hasta 17 conventos», explicaba la comisaria, que también aprecia una relación directa en la consideración que ambas mujeres tenían del artista como un médium.
«Cuando la fe mueve montañas» es el título bíblico de una instalación que llevó a cabo Francis Alÿs en 2002, cuando convenció a 500 voluntarios armados con palas para ir a las afueras de Lima a trasladar una enorme duna de 500 metros a 10 centímetros de su posición original: un gesto tan épico como inútil. «La utopía está en la obra de Teresa también», explicó la comisaria. De Louise Burgeois está la escultura «The Arch of Hysteria» presentada junto a un «Demonio» anónimo del siglo XVIII, dos figuras retorcidas de forma similar. «La histeria se creía una patología sólo femenina y se achacaba a ella los comportamientos místicos. Además, en la obra de Teresa, el mal y la tentación están presentes. Por otra parte, a Louise Burgeois, como a la mística, le costó mucho trabajo abrirse camino profesional entre los artistas».
Finalmente, el encuentro entre el arte antiguo y el contemporáneo se hace patente con un artista que trabajó en Valladolid: el tenebroso «Cristo yacente» de Gregorio Fernández Sarriá (1576-1636) aparece con toda su crudeza enfrentado con una de las asépticas formas limpias de Anish Kapoor, salvo que el rojo de la sangre del Cristo es el rojo del vinilo brillante del artista indio, un espejo cóncavo que refleja la sala, con los visitantes y la obra en su interior. «Creo que a la Santa le habría gustado esta exposición si la pudiera ver. Lo que no tengo tan claro es si se habría metido a monja», bromeaba la comisaria