Amaia Salazar, en medio del Katrina
En esta precuela de la «Trilogía del Baztán», la autora traslada a la inspectora a EE UU.
En esta precuela de la «Trilogía del Baztán», la autora traslada a la inspectora a EE UU.
Con la «Trilogía del Baztán», Dolores Redondo consiguió el éxito internacional. Ganó el Planeta gracias a «Todo esto te daré» y sus novelas se han traducido a treinta y seis idiomas. Tras el paréntesis del premio, Redondo ha vuelto a sus orígenes: la novela policíaca de asesinos en serie. Desprovista esta vez de rituales mágicos y con referencias intercaladas a Elizondo. Con «La cara norte del corazón», la autora inicia un nuevo ciclo de la inspectora Amaia Salazar como protagonista, cuando ésta tenía veintiséis años. Precuela en la que narra las andanzas juveniles de la inspectora en Estados Unidos.
En una reciente entrevista, Redondo reconoce que busca el acceso difícil a la cara norte para «explicar el alma humana desde la parte más tenebrosa, por el camino más escarpado y más difícil, donde hay más tormentas y donde está más oscuro». Algo que se aprecia desde la primera página de sus obras, en las que mezcla intriga psicológica, misterio y terror gótico. El resultado es singular. Con referencias al «rural noir» escandinavo de Johan Theorin y su universo de la isla de Öland, en el mar Báltico.
El narrador de todas ellas es un «personaje» iracundo y vehemente que marca a cada protagonista con su forma furiosa de narrar sin contemplaciones. Es el estilo literario de Redondo, que escribe a tumba abierta, tan dolorida y quejumbrosa como los personajes que viven un doloroso viaje al fondo de sí mismos, aquejados del mismo síndrome doliente que trasciende lo personal.
En este nuevo libro la autora define a la inspectora Amaia Salazar como una rastreadora: «Uno de esos seres dotados de modo natural de la capacidad para discernir el rastro del mal. Un dudoso privilegio, seguro, adquirido en una visita al averno personal». Una definición que entronca con la elección del género de misterio gótico repleto de personajes más grandes que la vida, que han padecido tormentos familiares de los que son incapaces de desprenderse y vivir alejados de ese dolor que los persigue como una maldición bíblica. Esta es la razón por la que Salazar se identifica con los asesinos en serie. Visceralmente. Los huele y es capaz de interpretar, con su dotes de hermeneuta, las pistas que va dejando el homicida en las víctimas y en la escena del crimen.
Relato gótico
Salazar es una «analista» de asesinos que, en esta primera aventura en EE UU, causa admiración en el FBI por su conocimiento de la victimología. La inspectora es capaz de analizar las características de ese asesino apostólico de familias que mata aprovechando la destrucción de los cataclismos naturales. Aquí es el huracán Katrina el que utilizará el depredador para volver a matar y Redondo, como metáfora de la devastación personal del asesino, del agente Dupree y de Salazar. La prosa tensa y pugnaz de la autora consigue que el lector se sienta implicado en una narración dramática que bordea el cuento popular y se adentra en el relato gótico del alma humana.