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Ana Moura, la artista que enseñó el fado a Prince

larazon

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Presenta esta noche en el Teatro Nuevo Apolo su nuevo álbum, que lleva su nombre.
Ana Moura, que nació en la localidad portuguesa de Santarem, siempre se ha sentido muy bien recibida en Madrid y espera que esta noche “el público también me dé cariño”. Es una de las grandes voces del fado,. Y decimos grande por rotunda y porque la historia reciente del género no se puede escribir sin su nombre. Ella ha bebido de las fuentes de Amália Rodrigues (“mi referencia espiritual”, dice con orgullo) y conviene en que “esa cadencia que posee el fado efectivamente va más asociada a la mujer, aunque hay estupendos artistas hombres que lo han llevado a lo más alto. Es una música para compartir y hablar de emociones y por eso se asocia con nosotras”. Y en esa lista, cada vez más larga, se enhebran los nombres de Dulce Pontes, Mariza, Misia, Teresa Lopes, Carminho, Mafalda Arnaut, Gisela Joao..., y tantas otras ellas que cantan en la Alfama lisboeta, que no aparecen en los carteles ni en las luminarias de neón pero que han sido clave para que el género goce de una salud de hierro. “Cada una de nosotras tenemos nuestras influencias musicales pero poseemos una identidad propia. Fíjate que cuando Amália grababa algunas de sus músicas se la echaban encima los ortodoxos con las manos en la cabeza diciendo que aquello no era fado”, comenta
Destaca de esta canción asociada siempre al estereotipo de la melancolía y la tristeza, su capacidad para reinventarse. Y es lo que ella ha hecho, cantarlo dándole su sello: “¿Por qué no vamos a bailarlo si antes se hacía, en el siglo XIX?, aunque después se perdiera, yo invito a hacerlo”, deja la pregunta en el aire. “No es una música triste, en un cartel que se le ha colgado”
Moura, alta y garbosa, ha recorrido el planeta con Portugal y la saudade en los labios. Estuvo cerca de Prince, tanto que le visitaba en su estudio de grabación: “El ha sido el impulsor de todo lo que hecho en mis últimos discos, de mezclar, por ejemplo, el jazz con el fado. Cuando iba a su estudio yo cantaba y él me acompañaba es cuando surgió esa idea de “misturar” (mezclar)”. ¿Cómo era el genio? “Una persona tremendamente emocional, fuerte y un poco tímido al mismo tiempo. Le encantaba hacer cosas diferentes. Poseía una autenticidad especial que solo tienen los grandes. Y le gustaba el fado. Tocó conmigo”, recuerda y quién sabe si no hubiéramos visto, de haber seguido con vida, una colaboración entre ambos. “Tengo en mi memoria grabadas imágenes que me han quedado ahí para siempre. Subir al escenario y estar a su lado fue indescriptible”.

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