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Ernesto Neto y la fuerza de la gravedad

Es una referencia en el arte contemporáneo. El artista muestra en el Guggenheim de Bilbao la posibilidad de interactuar con el espectador
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"Ernesto Neto: el cuerpo que me lleva", una retrospectiva única dedicada a las grandes esculturas-instalaciones orgánicas del artista brasileño
Una gigantesca escultura de apariencia gelatinosa, pero compuesta por tela y arena, amenaza desde las alturas del atrio del museo Guggenheim de Bilbao al visitante. Es «El cuerpo que cae», una de las cincuenta obras de una exposición retrospectiva del artista brasileño Ernesto Neto que han sido «recreadas» para adaptarse a las salas del edificio diseñado por Frank Ghery. El artista fue ayer guía de excepción de la exposición, que se abre hoy al público, mostrando las posibilidades de interactuar con sus obras, que son bastantes. Ernesto Neto caminó por una especie de intestino relleno de bolas de goma, que cuelga de cuerdas tejidas a imagen de las telas de araña, y tocó un piano instalado en la última sala de la exposición, enredado en unas mallas que acogen también tambores indígenas del Amazonas.
Ernesto Neto y la comisaria de la muestra, Petra Joos, explicaron durante la rueda de Prensa previa a la visita de la exposición que las obras del artista brasileño se expanden por las salas del museo y el adjetivo no pudo haber sido mejor utilizado ya que ésa es la sensación que transmiten las obras. La mayoría están compuestas por telas muy finas o redes de ganchillo, que dejan ver el interior, pero también las hay opacas, como «El tiempo lento del cuerpo que es piel», un nombre curioso para lo que parece representar un grupo de islas cubiertas por lava que se solidifica en contacto con el mar.
Templos, salas de ceremonias rituales o tiendas de campaña, especule con lo que quiera el visitante mientras entra y sale de esos recintos de «arquitectura cosmológica» en los que, en la mayoría de los casos, se difumina la línea del interior y el exterior con esculturas colgantes que cambian de forma según se tocan. Neto explicó que eran obras en continuo movimiento, abiertas al visitante que puede tocar, oler e incluso sustituir un objeto del interior de una de las obras por otro que mantenga la forma del conjunto. Se invita a quien quiera a hacer ese intercambio para dejar en el museo un objeto cotidiano de su casa. Libros, botellas, juguetes, son algunos de los objetos depositados en esa obra abierta a la reinterpretación.
La exposición, que cuenta con el patrocinio de Iberdrola, está dividida en nueve espacios con títulos tan sugestivos como «¿Por qué vas de nuevo a Roma?», «Así es la vida», «La casa de los sueños», «Dulce borde», «Que no te asuste el caos», «Hermano de montaña», «Trueque Trueque», «Vendo caramelos» y «Comer con los ojos». La naturaleza está presente en cada uno de esos espacios, ya que para Ernesto Neto no hay separación entre personas y naturaleza. «Nuestras mentes y nuestros pensamientos, todo lo que inventamos y construimos proviene del mundo natural», dijo ayer el artista brasileño. Si la obra que crea no deja clara esa simbiosis su solución es, al menos en una de las obras expuestas, animar con macetas de plantas reales fotografías de esculturas que quedaban, según él mismo explicó ayer, «enjauladas en sus marcos».
Los operarios del Guggenheim de Bilbao daban ayer los últimos toques a las obras, la mayoría de las cuales han sido reinterpretadas por Ernesto Neto para esta exposición, aunque alguna, como «Dulce borde», ha sido diseñada específicamente para el espacio que ocupa, algo que suele hacer el polifacético artista y que aquí se adecúa perfectamente con el espacio. En esta nueva obra el brasileño imagina un bosque con un horizonte de nailon que permite que se filtre la luz y que en algunas zonas es empujado hacia el suelo por el peso de las especies aromáticas que oculta en su interior. Su pretensión es provocar una reflexión sobre los límites de cada persona y los de lo real.

Cuestión de pesas y medidas

Nació en Río de Janeiro en 1964. Parece que tuviera más edad, quizá sea el pelo encanecido. Ernesto Neto (en la imagen) es una de las figuras, de los nombres de referencia dentro del arte no sólo de su país (ahí están los de Helio Oiticica, Lygia Pape y Lygia Clark, viejos conocidos ya de estas tierras), sino de la creación contemporánea. Su trabajo bebe en las fuentes de la plástica internacional pero también siente entre sus hilos, sus pesos, sus cuerpos colgantes, amorfos a veces, el peso de su pasado, la carga de lo indígena. En Madrid su obra se ha podido ver en el Palacio de Cristal, una muestra que dejó a más de uno con los ojos de par en par. Y no era para menos.
- Cuándo: Hasta el 18 de mayo
- Dónde: Museo Guggenheim de Bilbao.
- Cuánto: 8 euros

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