Esteban Vicente se mete en un jardín
La galería Guillermo de Osma le dedica al artista una completa muestra que repasa su trayectoria
Esteban Vicente disfrutó, no solo los últimos años de su vida sino bastante antes, de una casa en los Hamptons, una de esas residencias a las que llegaba el olor a mar, hecha de madera. Tenía la casa un jardín que cuidaban el pintor y su esposa Harriett, a quien les presentó otro grande, amigo de ambos, William Baziotes. Allí pasaba muchas horas, entre pinceles, mirando las luces, escuchando cómo crecía su campo, mirando las lavandas y las amapolas. Vicente captaba primero en su retina y después hacía de aquellas formas pintura.
Guillermo de Osma ha reunido en su galería un conjunto de obras que ayudan al profano (y al que no lo es) a hacerse una idea de lo que fue y sigue siendo, la obra vivísima del pintor de Turégano. Cuelgan en las paredes de la galería los cuadros de los años 30, tan Bores en sus maneras, al modo de Hernando Viñes, con el apellido de “Escuela de Madrid”, una pintura lírica. La paleta apenas varía del azul al gris, el blanco, el negro en los trazos. En los cuadros de los cincuenta ya se aprecia el color de Vicente, sus maneras de concebir el lienzo, sus collages.
Al estallar la Guerra Civil el pintor pone rumbo a Estados Unidos, en donde se instalará para siempre y donde residirá hasta el fin de sus días. Allí entabla relación con las vacas sagradas del expresionismo abstracto, convirtiéndose en uno más, mientras que en España su nombre pasa desapercibido. La historia tan manida del hijo pródigo. Tendrán que pasar bastantes más años y llegar a finales de lo 80 para que en su país de nacimiento le dediquen una exposición. Después llegaría el Museo que lleva su nombre en Segovia (y donde reposan los resto de él y de su esposa) y ese reconocimiento que en vida se le hurtó. “La pintura es un lenguaje internacional. Es una lengua para el mundo”, decía con ese leve deje que gastaba, tan elegante como él. ¿Hay alguien que puede explicar lo que es la vida? La pintura tampoco se puede explicar”. Huía de clasificaciones y movimientos y demostraba una admiración sin límites hacia Velázquez, Zurbarán, Goya. Existen y siempre pienso en ellos. Para mí son los importantes. Son mi cultura y mi educación”,.
¿Cómo explicar la pintura? Él se sentía incapaz de explicar la suya, quizá porque no le viera el menor sentido. Estaba ahí eso era suficiente. Por eso lo mejor es fijar la vista en las paredes de la galería y dejarse arrebatar por los naranjas, los tonos fuego, siempre tocados por esa elegancia que él sabía imprimirles. Es un homenaje de un galerista grande hacia un artista inmenso. Tal para cual. No se la pierdan ahora que se cumplen los veinte años de que el museo del artista echó a andar.