Buscar Iniciar sesión

Jeff Koons: «Me tengo que pellizcar al conocer el precio de mis obras»

La sala Christie's de Nueva York saca a subasta «Perro naranja», una de las obras emblemáticas del creador
larazon

Creada:

Última actualización:

Cuando uno le estrecha la mano a Jeff Koons no da la sensación de estar frente del artífice del neo-pop. Más bien parece un ejecutivo salido de Wall Street, de los que se mueven por Manhattan sabiendo que cada minuto de su tiempo cotiza al alza. No en vano fue corredor de bolsa antes de que se le reconociera como artista. Quizá por eso sabe del mercado del arte como pocos. Lo que funciona y lo que no. Prueba de ello es que hoy sale a subasta en Christie's de Nueva York una de sus piezas más icónicas: «Perro naranja». Se trata de un gigantesco globo hinchable con forma de perro que podría superar los 55 millones de dólares. Si se llega a pagar esta cantidad, se convertiría en la obra del artista que ha logrado un mayor precio en el mercado, un récord que ostenta hasta hoy «Tulips», otro globo que adquirió el Wynn Casino de las Vegas en 2012 por 33 millones.
Pero, ¿qué piensa Koons cuando ve que sus obras se compran por tantos ceros? «A veces me tengo que pellizcar al saber el precio de ellas. Cuando empecé mi carrera, era feliz simplemente con el hecho de tener una plataforma, no me importaba el dinero que podía ganar», recuerda sobre sus inicios en un periódico local de Pensilvania como dibujante de viñetas. En aquel entonces, tenía a Dalí como uno de sus ídolos. Aspiraba a conocerle. Y lo logró. «Cuando tenía 18 años le llamé y me recibió en el hotel donde se alojaba en Nueva York. Descubrí que era un hombre generoso, porque no sólo quiso charlar conmigo, sino que me invitó a ver una exposición. Aquella noche, me fui de la ciudad pensando: "Puedo hacerlo, puedo formar parte de la vanguardia del arte". Ese encuentro fue determinante en mi carrera, comencé a creer en mí y a confiar en mis posibilidades para trascender mis límites», confiesa.
Ahora viste un traje impoluto entallado que parece firmado por Hugo Boss, y desde uno de los hoteles más vanguardistas de Meat-packing, revela a LA RAZÓN que tiene entre manos una retrospectiva de su obra que verá la luz en junio de 2014. Será en el Museo Whitney, en Nueva York, aunque es más probable que la muestra tenga parada y fonda en el Guggenheim, donde reside Puppy, otro de los hijos de Koons. «Es la primera vez que el Whitney dedica una muestra a un único artista. Incluirá un total de 130 piezas, entre las que se encontrarán las más representativas de mi carrera». Todas, con un hilo común: elementos cotidianos, buceando en aquello que tienen de icónico, desde cajas de plexiglás, balones de baloncesto flotando en peceras de cristal hasta figurillas de porcelana de Michael Jackson. Tras la estela de Duchamp. «La razón por la que escojo objetos comunes es conseguir que la gente se detenga y valore lo que tiene a su alrededor. Es una manera de reivindicar que lo que tenemos cerca puede ser maravilloso, que tiene algo de arte». ¿Incluido un teléfono móvil? «Un iPhone, por ejemplo, es un increíble objeto de diseño. Steve Jobs puso tanto esfuerzo y trabajo en ese producto que ha logrado que represente no sólo un nuevo estatus de comunicación, sino también de valores». Es en este encuentro con los útiles del día a día como Koons vivió su nuevo encargo: vestir una botella de Dom Pérignon Rosé Vintage 2003. Para ello ha adaptado una de sus obras más célebres: la Venus de globos, que forma parte de la serie Antigüedad, iniciada en 2008 dentro de su particular visión de la Historia del Arte, ésa que se detiene en la sensualidad y sexualidad de la mujer, que llegó a su punto culmen cuando se retrató a sí mismo haciendo el amor con la que fuera su pareja, la actriz porno Cicciolina. «"La Venus"es un homenaje a la explosión de la primavera, a la fertilidad, a esas situaciones que nos hacen sentir más humanos, más vivos. Ahí cobra un valor importante el color magenta que he escogido, una mezcla entre el azul que representa lo masculino y el rosa que asociamos con lo femenino, de tal manera que ambos sexos se unen en una misma imagen. Además, según la perspectiva de la que se mire esta escultura puede parecer un hombre o una mujer. Hay quien ve a la Venus de Willendorf, pero, de perfil, otros descubren una imagen fálica».
Un objeto intrigante
Koons fue el primer artista en utilizar los servicios de una agencia de publicidad para promover su imagen. Quizá por eso no se achanta cuando se le plantean los límites entre crear arte o elaborar una pieza por encargo: «El nivel más alto del arte es trabajar sin estar condicionado por nada y es ahí donde puedes encontrar la conexión entre una cosa y la otra. Porque, aunque te lancen una propuesta como vestir una botella, ése es sólo un punto de partida que te permite crear, en este caso, un objeto intrigante. Esta Venus representa la energía de la vida, el ser humano: el respeto por el pasado, pero, a la vez, un abrazo al futuro». De esta manera concibe Koons el arte, como encuentro de tiempos, de realidades: «Es como salir de la cueva de Platón y ver más allá de lo que se aprecia a simple vista. A través de mi trabajo busco la manera de ejercer la libertad. Es fantástico ver que tu trabajo lo aprecian otros, pero el auténtico sentimiento de triunfo es algo más personal» mantiene, impostando su voz y alejándose de esa imagen de «businessman» y acercándose más al filósofo.
El detalle
15.000 euros por custodiar un champán
Habrá quien lo considere un mero envase. Pero, no. La Venus que Koons ha creado para Dom Pérignon (en la imagen) es más bien una escultura. ¿Su precio? 15.000 euros por ejercer de custodia del champán. «Ha sido un reto elaborarla, porque tienes que tener en cuenta elementos como el funcionamiento de un cierre, buscar el hueco para la botella, cómo trabajar las superficies y los materiales», explica Koons a LA RAZÓN sobre cómo adaptó su obra inicial al nuevo formato.