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La humanidad de una escultura

El Museo Jorge Rando acoge una colección de 140 piezas realizadas por el artista alemán Ernst Barlach
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El Museo Jorge Rando acoge una colección de 140 piezas realizadas por el artista alemán Ernst Barlach
El Museo Jorge Rando acaba de inaugurar una de las exposiciones más interesantes del momento debido a la excepcionalidad de las obras que se muestran, ya que acoge una colección de las piezas realizadas por el artista alemán Ernst Barlach (1870-1938). Para entender la trascendencia de las obras del artista de Hamburgo en toda su dimensión hay que volver a la situación que se vivía en Alemania a comienzos del siglo XX y cómo sus creaciones fueron un anticipo del horror que estaría por llegar pero a la vez un bello bálsamo de esperanza y paz. Hablamos de anticipo no porque estuviera alineado con la gran barbarie de las I y II Guerra Mundial, aunque tomara parte en el primero de los conflictos, sino porque su gran visión de la existencia humana como ámbito para la comunicación, la tolerancia y la igualdad chocaron de frente con la sensación bélica que se vivía en su país durante esas duras décadas.
«Ernst Barlach. Figura de un mundo mejor», organizada en colaboración con la Ernst Barlach Gesellshaft, trae a Málaga 140 obras que permiten recorrer todo el espectro creativo del artista expresionista a través de escultura, dibujo y obra gráfica. Entre ellas, dos de las más representativas de su producción, «El ángel flotante» y «El mendigo», que acercan al visitante a una estética novedosa, contemporánea y directa que habla un lenguaje profundo pero definitivo. Tras su paso por la Gran Guerra, cuando entre otras cosas la modernidad de la química y la física irrumpieron en el campo de batalla dejando el mayor reguero de muerte visto hasta entonces, Barlach tomó conciencia de la necesidad de vincular la existencia del ser humano a la paz y a la comprensión.
Desde que en 1906 viajara a Rusia, su obra artística y literaria se vio fuertemente influida por la presencia de lo popular, lo cercano, lo que estaba en la esencia de las gentes a las que iba conociendo, a las que escuchaba una vieja tonada o una narración mítica. Mendigos y campesinos se convirtieron en los protagonistas de unas esculturas que buscaban la esencia de la verdad de la sencillez de sus vidas mediante una abstracción constante. Después de la Gran Guerra, las obras de Barlach salieron a la calle, a las plazas y los jardines como estatuas encargadas por las administraciones municipales. Un hito novedoso, ahora muy común, pero que fue pionero en una Alemania que busca salvarse como país del terrible conflicto. Buscaba unas formas simples, que llegarán a conmover al espectador con un mensaje directo en el que ya no había ni vencedores ni vencidos, con figuras dolorosas, miserables, pero también con otras bellas y misericordes.
Sus obras causaron un gran efecto en la población que entendió perfectamente su mensaje. Todo cambió con la llegada de Hitler a la cancillería, los nazis se volcaron en una campaña de desprestigio, acoso e incluso de amenazas de muerte que desencadenó en la destrucción, desmontaje y confiscación de 400 de sus piezas que fueron catalogadas bajo la etiqueta de arte degenerado. Algunas de ellas recuperadas después de la guerra y ahora entran en diálogo con otras de Jorge Rando con las que comparten espacio.