La Miró se pone guapa
La fundación del artista reordena y amplía su colección permanente con unas 150 piezas que permiten nuevas lecturas de su obra
La fundación del artista reordena y amplía su colección permanente con unas 150 piezas que permiten nuevas lecturas de su obra
Hace 40 años, el artista Joan Miró y el arquitecto Josep Lluís Sert trabajaron codo con codo para dibujar un espacio expositivo a la medida de la fuerza expresiva de su obra y que sirviese para llevar al público por todos los recovecos de su imaginación. Porque la aparente sencillez de sus obras eran en realidad auténticos gritos estéticos que dialogaban unos con otros, una polifonía de voces que, unidas unas con otras, podían realizar un discurso esclarecedor. Artista y arquitecto crearon así la Fundació Miró, un recorrido que posibilita descifrar a todos los Mirós posibles y que en el 40 aniversario de su fundación, ha querido hacerse un lavado de cara y volver a sus orígenes.
De esta forma, la Fundación Miró presentó ayer la ampliación y reordenación de su colección permanente, que ha sumado una veintena de piezas donadas por la familia del artista y el coleccionista japonés Kazumasa Katsuna para redimensionar y enriquecer un fondo que ahora podrá exhibir 150 piezas, como culminación de los actos de celebración de su 40 aniversario, ha reordenado y ampliado su colección permanente, que incluye un total de 150 piezas, entre pinturas, dibujos, esculturas, cerámica y obra textil.
Con un presupuesto de 900.000 euros, el ingente trabajo de reordenar la colección ha servido para cerrar los actos del 40 aniversario de la institución. «Miró es un artista que identificamos de inmediato, pero requiere de un tiempo para conocerlo y ahora podremos hacerlo. Esperemos que ahora los visitantes puedan descubrir un Miró nuevo porque siempre se pueden hacer lecturas nuevas de su obra», comentó ayer la directora de la institución, Rosa Maria Malet.
Entre las novedades que ha permitido esta reordenación destaca la recuperación de los trípticos «Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario», de 1968, o «La esperanza del condenado a muerte», de 1974, así como la serie de litografías «Barcelona», obras que pertenecían a los fondos de la fundación pero ahora no tenían un espacio específico.
La muestra se divide en ocho ámbitos que quieren recalcar todavía más la complejidad creativa del artista y sus diferentes ámbitos de investigación. La exposición, que ocupa una superficie de 1.558 metros, enriquece la visión que se pueda tener del artista y ayuda a romper tópicos que limitaban el multiverso del pintor. Precisamente, una de las ideas centrales del proyecto de reordenación es que se «restablezca» el diálogo entre las obras y el edificio proyectado para acogerlas, potenciándose la relación entre arte, arquitectura y paisaje, como querían Miró y Sert.
«Autorretrato» (1937-1960), una obra en dos tiempos, abre la muestra, «sintetizando dos de los ejes de la nueva presentación: el paso del paisaje individual al símbolo universal y el proceso creativo del artista, que somete su trabajo a una revisión constante», comentó Teresa Montaner, responsable de conservación de la fundación. Obras como «Mont-roig, la iglesia y el pueblo», de 1918-1919, o «Mujer rodeada por una bandada de pájaros en la noche», de 1968, se funden así con su ubicación.