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La Mona Lisa judía

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«Sarah», una pintura de Fautrier, permanecerá al menos dos años en el Reina Sofía
La historia de este cuadro, tan cruel como bella, cuenta hasta con anécdota propia. Cuando años atrás salió a subasta, el Museo Reina Sofía quiso pujar por ella. Tenía esa intención de hacerla suya y de todos, pero, como asegura su director, «nosotros solo teníamos dinero para el marco de la obra». A veces, los deseos se convierten en realidad y en esta ocasion ha sido así, pues el lienzo que una vez se escapó de las manos por una cuestión de millones colgará desde ahora de la pared de una de las salas del centro de arte español, gracias al préstamo temporal que lleva el nombre de uno de los coleccionistas de arte contemporáneos más potentes de Europa, Jean Claude Gandur, que creó su fundación de arte en 2010. Será, decimos, al menos dos años con prosibilidad de que se renueve indefinidamente. «Creo que va a estar cono nosotros durante una larga temporada», asegura Manolo Borja-Villel, responsable del museo. La obra de Fautrier se exhibirá cerca de «El Guernica» de Picasso, una pintura con la que guarda cierta relación porque es el compendio del sufrimiento en España. Así se lo explicaron a su dueño cuando se mostraba más que reticente a dejar que la obra abandonara la pared de su salón. Cada mañana la veía, cada tarde, cada noche. Se sentaba frente a ella y la diseccionaba a placer con la vista. Para Gandur es su Mona Lisa, asegura. Una mujer que ejemplifica en sí todo el sufrimiento de la guerra, el horror y la sinrazón de una terrible batalla. Cuando el artista estaba en París y miraba a través de su ventana lo que veía era la muerte: la Gestapo a punta de pistola colocaba contra la pared a grupos de judíos y descargaba sus balas sin mediar palabra. Un día, otro y otro. Esa imagen se le quedó impresa en la memoria. El resultado fue «Sarah», una mujer sin forma aparente, desmembrada, que forma parte de una serie más amplia, «Los rehenes», una pintura matérica.
Organismo vivo
Gracias a este préstamo el museo se enriquece con quince piezas, en su mayoría pinturas, de la vanguardia europea. Con importante presencia de artistas del grupo El Paso, de la pintura norteamericana y de la latinoamericana, la parte de la colección permanente del museo (que Borja-Villel define como «un organismo vivo» y así la está concebida desde su planteamiento) perteneciente a los años 40 a 60, que abarca desde el Informalismo al Nuevo realismo, «es bastante completa», pero les faltaba «este elemento anti-arte, este grito de dolor donde se cuestionan promesas no cumplidas por la modernidad», asegura. El préstamo se compone principalmente de piezas no figurativas de la segunda escuela de París (1946-1962) que se plantean de manera radical los principios estéticos de la cultura occidental como respuesta a la pérdida de horizontes tras la Segunda Guerra Mundial. Obras de Mimmo Rotella, Wols, Kerel Appel, César, Corneille y Asger Jorn, entre otros artistas, colgarán estarán más accesibles al visitante del Museo Reina Sofía.