Los dramáticos héroes de Baselitz toman Bilbao
Sesenta cuadros, dibujos y bocetos de Georg Baselitz, que incluyen por primera vez juntos los famosos “héroes” de este emblemático pintor alemán, pueden verse hasta el 22 de octubre en el Guggenheim de Bilbao, después de haber pasado por el Stadel Museum de Frankfurt y el Moderna Museet de Estocolmo. La muestra, que en el Guggenheim de Bilbao incorpora obras del ciclo Remix, en el que el pintor alemán empezó a trabajar en 2005, evidencia el impacto de la II Guerra Mundial en el mundo del arte décadas después de aquel conflicto bélico. Un joven alemán de 27 años, Georg Baselitz, desafió al pensamiento dominante y a las corrientes artísticas de su tiempo y entre 1965 y 1966 pintó una colección de cuadros que, con la denominación conjunta de “ Los héroes”, hoy se exhiben en el Guggenheim de Bilbao como ejemplo clave del arte alemán de la década de 1960. Eva Mongi-Vollmer, comisaria del Stadel Museum de Frankfurt, explicó durante la presentación de la muestra que Baselitz quiso encontrar una manera individual de crear, a pesar de que pudiera onsiderársele un artista “ingenuo”, según la comisaria, respecto a lo que significaba el arte, puesto que en su juventud nadie iba a museos, en un ambiente preocupado por la supervivencia. Con el mundo entero intentando mirar hacia adelante, Baselitz pintó figuras del pasado, marcadas por la guerra. Soldados, refugiados; todos ellos hombres, muchos heridos, en primer plano y en el centro de los lienzos, mientras el pintor mantenía el horizonte a ras de tierra, quitándole tamaño e importancia a las casas en llamas o las carretas de heno. Un horizonte que a veces se convierte en un brazo y que varía más que esas figuras que impactan de forma muy igual, a pesar de que todas ellas son diferentes. Estamos ante el mismo hombre destrozado, marcado por la desgracia, herido, enfermo, con los símbolos y las banderas por los suelos, sin que
sea posible identificar lo que representan, sin que el autor quiera que lo identifiquemos. Ese mismo hombre, que en ocasiones tiene o no piernas, muchas veces los pantalones abiertos, pero siempre esa mirada que denota que está vivo, que ha sobrevivido a la desgracia. Da la impresión de que el artista trabaja dominado por la furia, creando personajes machacados, pero la comisaria Eva Mongi-Vollmer explica que, a pesar de ello, Baselitz ejerce gran control sobre lo que está haciendo. Petra Joos, comisaria también de la muestra por parte del Guggenheim de Bilbao, llama la atención sobre la complejidad que conllevan esas pinturas y sobre el hecho de que el joven que retrata a esos héroes caídos vio los horrores de la guerra veinte años antes de pintarlos. Baselitz se formó, en su juventud, entre las dos alemanias. En la del este fue expulsado por “inmadurez sociopolítica” del centro en el que estudiaba en Berlín y pasó al oeste, sin encajar tampoco en el expresionismo abstracto que imperaba entonces en el mundo del arte. Al entrar en la amplia sala del Guggenheim de Bilbao donde se exponen los héroes de Baselitz una mano nos saluda tras un muro imaginario, pero no es un saludo que vayamos a encontrar en ningún otro lugar, porque a la derecha y a la izquierda nos miran figuras inmensas que, en su derrota, no tienen humor para saludos. El fondo puede ser blanco o negro, pero es el mismo hombre con distintos rostros, que parece, en su obsesiva reiteración, un retrato interno del artista, aunque él mismo dijera, al ver la colección completa en Stadel Museum de Frankfurt, que en quien pensaba al pintarlos era en su mujer. Una reflexión no cuestionada por las comisarias, pero difícil de creer, porque no hay nada femenino en esas rudas figuras que recuerdan que hubo una guerra que dejó hombres marcados.