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Michael Jackson, el Rey del Pop (Art)

larazon

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Warhol no quería nada en su lápida: ni fechas ni nombre. «Bueno, sí, una cosa: la palabra ''producto''». Su estilo, más cínico que frívolo, que alguna vez fue realmente original, ha acabado por convertirse en un cliché. Hasta los editores de imágenes y las redes sociales te ofrecen la posibilidad de «warholizar» tus «selfies». Pero, más allá de una paleta sinestésica de colores (labios morados, cutis azules...), la gran perversión del «pop art» fue convertir el icono en producto (o más bien lo contrario), dar a cada cosa sus 15 minutos de gloria y abrir las jaulas para que todo lo que salga sea arte. Empezamos por Warhol porque él es el nombre clave para prestigiar y justificar la exposición «Michael Jackson: On the Wall», que se celebrará en la National Portrait Gallery de Londres este verano coincidiendo con el 60 cumpleaños del cantante fallecido en 2009, y que presenta a través de varios artistas de las últimas décadas el interés del arte contemporáneo por Jacko. En los 80, Warhol se obsesionó con el afroamericano y lo retrató en varias ocasiones. La exposición no ha podido resistirse a facilitar (forzar quizás) un encuentro entre el Padre del Pop y el Rey del Pop. Eso, aderezado con obras de influyentes artistas de hoy en día (se les ha escapado la perra gorda: el «Michael Jackson y Bubbles», de Jeff Koons) y textos de Zadie Smith, hacen un «producto» más que atractivo para los millones de fans del artista que una deprimida National Portrait Gallery pretende pescar. Asegura su director, Nicholas Cullinan, que Jackson «es la única figura que ha atraído a tantos artistas relevantes; la segunda sería Marilyn Monroe». Y, por si hubiera que dar más explicaciones, glosa el amor al arte y el ingente coleccionismo de Jacko, que tenía tropecientos mil cuadros en Neverland, donde, por lo demás, había tropecientas mil cosas de todo. Cullinan, que es un tipo joven, guapete y norteamericano, para más inri ex comisario de la Tate Modern, ha metido de lleno a una institución de 162 años, ubicada en el vetusto Trafalgar Square, en la rueda del «blockbuster show», ese «a ver quién la tiene más larga» en el que se ha convertido la museografía de las grandes capitales turistificadas a más no poder. ¿Qué pueden hacer los retratos de, pongamos, Gainsborough, contra Jacko en pose Felipe II? Nada, obvio. Por eso la National Portrait Gallery no duda en tildar la de Jackson como «Exposición del año». Y es que a él lo fía todo para atajar la sangría de visitantes en los últimos años. Con 1,3 millones de tickets en 2017 –sexto museo en Londres–, Cullinan parece haber tomado nota de la fórmula del Victoria and Albert, que, tirando de iconos de hoy (Bowie o The Rolling Stones) se ha convertido en el cuarto museo de la ciudad, con el doble de visitantes. Con Jacko, la National Portrait Gallery ya tiene un «producto» (perdón, exposición) con el que competir. Algo más brillante que el rancio Gainsborough para las hordas que se bajan en Ryanair y pernoctan en Airbnb.