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Reina Sofía: el presente empieza en los 80

El museo inaugura una exposición dedicada a las décadas en las que se renovaron los códigos artísticos. Una exposición que muestra obras de sus fondos que jamás se habían visto. La muestra recoge desde pinturas hasta vídeos y fotografías
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De aquellos polvos vienen estos lodos. O lo que es lo mismo: esas dos décadas tan vividas al límite en el más amplio sentido de la palabra constituyen la base del mundo actual. Demasiado cerca están los años 80 y 90 como para montar una única exposición con los fondos que posee el Museo Reina Sofía, de ahí que la que se presentará el martes es una primera aproximación, que nadie se llame a engaño, «una línea de investigación a la que seguirán otras», asegura Rosario Peyró, jefa de colecciones, que ha trabajado mano a mano con Beatriz Herráez, Lola Hinojosa y Cristina Cámara. Tendrá una duración temporal. No estamos, nos recuerdan en el museo, ante el cuarto tramo de la colección permanente. A ésta que se inaugura el martes seguirán otras con el objetivo de incluir a todos los que son y que forman parte de los fondos de arte contemporáneo (los totales del museo, sin distinguir periodos, están formados por 20.000 piezas).
Las obras, en su inmensa mayoría, no han sido vistas en las salas, ya que se trata de nuevas adquisiciones o depósitos, como en el caso de una pieza de Leon Golb, de quien el centro expuso en el Palacio de Velázquez en 2011. Trece salas albergan «Minima resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90». Arranca con «La escuela es una fábrica» y concluye con «Modernidad como pasado», en la que la nómina de nombres españoles hace pleno (Cristina Iglesias, Juan Muñoz, Sinaga, Badiola, Irazu, Ángel Bados, Pep Agut, Uslé y José Maldonado). Las clavesde esta primera toma de contacto se sustentan en varias ideas: la de modernidad como pasado, la búsqueda de resistencia del artista en un mundo globalizado, la teatralidad, el poder de la imagen, la saturación de información, la cultura de masas. Las tensiones de esos años renuevan los códigos y lenguajes del arte.
Un vídeo de Allan Sekula en blanco y negro recibe en una sala con una imagen dual: por un lado se proyecta una película interpretada por Ronald Reagan; por otro se suceden las imágenes del actor como presidente de Estados Unidos. «Éste es el núcleo donde están las principales ideas de fuerza y la de trabajo que tienen que ver con la toma de postura política», explica Peyró. A continuacion, «Los géneros de la pintura» se abre a grandes formatos: son los lenguajes artísticos que se renuevan, la recuperación del género a través de una manera de abordar la pintura como es la recuperación del artista. ¿Qué hacen Dou-koupil, Polke, Baselitz, Marlene Dumas o Campano? La apropiación de la imagen, el arte del simulacro, se concentra en «Pictures» a través de las obras de Cindy Sherman, James Welling o Allan MacCollum. La pereza en contraposición al trabajo viene de la mano de Fischli & Weiss, con sus osos grandes y pequeños, sus vídeos de osos, sus osos acostados que reivindican el «amateurismo» en el arte y el poder transgresor del absurdo.
Los 80 son los años del despertar de la imagen, la cultura musical, el post punk. Un vídeo escupe un capítulo de «La edad de oro» con Paloma Chamorro en lo más alto: publicaciones, vídeos, performances, fanzines que, como el «Destroy All Monsters», de Raymond Pettibon, establecen relaciones con la música. Borja-Villel habla de lo inabarcable de esta contemporaneidad, de ahí que la intención sea que las salas vayan cambiando con periodicidad anual, que unas obras den paso a otras, «trazar un mapa de lo contemporáneo a partir de la importancia de las figuras históricas de los 80. Son elementos clave para entender lo contemporáneo como categoría histórica. Hemos profundizado en la idea de la imagen, lo performativo y la calle, el cambio que provoca en los 90 el surgimiento de internet, la globalización, la modernidad que ya es pasado», señala.
Documentos inapreciables
El feminismo tiene su lugar, las Guerrilla Girls toman las paredes. Es la época de los activismos «y de una pandemia como la del sida. No podía faltar una acción histórica como el "Carrying'' de Pepe Espaliu del año 92, que denunciaba la marginación de quienes en aquellos años sufrieron esa lacra». Es la primera vez que se exponeesta pieza, sobria, desnuda, tan simple y cargada de significado. Uno de los vídeos muestra una grabación en la que el artista ya está herido por la enfermedad. Dos de los portadores eran sus amigos Cristina Iglesias y Juan Muñoz. El triángulo es un documento histórico (de Muñoz se exponen otras piezas). Pero una década antes de estas «performances», ¿qué se cocía en España en cuanto a la promoción del arte? Aterrizamos en 1982. Inaguración de ARCO. Los documentos gráficos de hace 31 años son impagables: carteles de la feria y fotos que testimonian la efervescencia artística del periodo con una estilizada Juana de Aizpuru, Adrián Piera o Antonio Bonet Correa en un escenario que parece de cartón piedra y que hoy recordamos con un toque de nostalgia. Los 90 son los de la proliferación de centros de arte, «que dan un sustento al edificio del arte, y crea un buen número de ellos; es la institucionalización del arte, la arquitectura como reflexión», concreta el director del museo. Los 90 son los años de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla, el de las celebraciones que marcaron un antes y un después. Aquí, los Archivos del Centro de Documentación del Reina Sofía tienen un papel estelar. Las portadas ese año dan cuenta también de la llegada del «Último gran exiliado»: el «Guernica», que sigue siendo una de las atracciones del museo, aterriza en España.
Un «proyecto» personal
UN DIRECTOR QUE SE QUEDA EN CASA
Cuando llegó a la dirección en 2008 lo hizo sabiendo qué es lo que quería. Sólo necesitaba tiempo. Lo tuvo y tiene: en 2012, Cultura renovó su confianza en Borja-Villel. Este año no habrá exposición-reclamo como la de Dalí, con 700.000 visitas. «He sido el primero sorprendido», ha dicho. Le gusta que gente que se acercaba al centro por primera vez pueda repetir. Por eso, porque está haciendo realidad su proyecto de un museo vivo de su tiempo que trabaje con y por el arte, alejado de la idea del museo como templo circunscrito a un territorio («y que hoy no funciona porque el mercado del arte es global»), ha desoído una voz que le proponía la dirección del Museo Pompidou. Borja-Villel se queda en casa.
- Dónde: Museo Reina Sofía. Madrid.
- Cuándo: hasta el 6 de enero.
- Cuánto: 4 euros.