Tiziano a todo color
El Museo del Prado presenta la versión restaurada de «Juan Bautista»
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Un cuadro contiene otro cuadro, igual que contiene a la vez diversas sugerencias, ideas, reflexiones. Tiziano era un pintor consciente del éxito y de la expectación que generaba su obra en una sociedad seducida por el esplendor del arte. Cada lienzo que remataba generaba nuevos encargos que le reclamaban una réplica de ese motivo para adornar una iglesia, un palacio, una estancia. El artista concibió una forma innovadora de atemperar las premuras de esas peticiones, las ansiedades propias de los compradores, y satisfacer la demanda, que entonces era base de la reputación, lo que daba leyenda.
Réplicas con personalidad
Cuando trabajaba en un óleo, Tiziano, al mismo tiempo, elaboraba la réplica, las líneas directrices sobre la que saldría ese reflejo mimético del original. Pero el maestro, celoso de su reputación, introducía variaciones que convertían lo que sólo era una imagen idéntica en un testimonio más de su talento. De esta práctica emergió este «Juan Bautista» de 1555 que el Museo del Prado presentó ayer en sus salas. Una pintura religiosa recientemente atribuida a este creador y que arrastra una existencia azarosa y difícil. Ingresó en la pinacoteca madrileña en 1872, catalogada como anónimo madrileño del siglo XVII. Provenía del Museo de la Trinidad -es el único Tiziano del Prado que no procede de la Colección Real-. Después de su estudio, se depositó en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen, en Cantoria, Almería, en el año 1876.
Durante años durmió en ese exilio temporal que es el Prado disperso. Intervalo en el que padeció las secuelas de las contiendas, cuando los exaltados de las ideologías se apropian de todo, y, durante la Guerra Civil, los arrojaron a una pira junto a otros cinco cuadros para que los devorara el fuego. De la incineración escaparon dos. Uno de ellos era este óleo, que ahora se presenta al público junto al «San Juan Bautista» de la Galería de la Academia de Venecia y el del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Una terna excepcional que muestra cómo trabajaba la «botegga» de Tiziano y cómo, igual que en un caja de muñecas rusas, en un lienzo hay otro. Las radiografías, expuestas en la sala, demuestran cómo cada uno de ellos ya está en el anterior, porque debajo de las pinturas yace el apunte del que le precede cronológicamente. El primero es de 1530-32, y viene de Italia; el segundo, el descubierto ahora, de 1555; y el último, el que custodia El Escorial, está fechado en 1565-70, y es el más elaborado y perfecto de los tres. Sobre esos dibujos, el pintor realizaba los cambios (la posición de una mano, por ejemplo) que le daban ese carácter de pieza única.
El «San Juan Bautista» de El Prado llegó a la pinacoteca en condiciones lamentables. Era un lienzo castigado por los repuntes, las malas restauraciones y las huellas de un fuego que afectó la parte central. Miguel Falomir, jefe de Departamento de Pintura Italiana y Francesa de El Prado, reconoció ese estado de deterioro que presentaba. Ahora se ha procedido a restaurar las pérdidas y levantar la acumulación de capas de pintura posteriores (hasta doce). Gracias al dibujo que reveló la radiografía y el análisis de los pigmentos y la tela se ha identificado como un Tiziano (además de que era una de las composiciones del pintor más reproducidas en la España de ese momento). Su importancia, «más documental», aseguró Falomir, sirve para poner en relación y contemplar estos tres «San Juan Bautista» dispersados por el tiempo y la historia.