Toxmin Badiola nunca pierde las formas
El Museo Reina Sofía reúne en el Palacio de Velázquez del Retiro 60 obras de este escultor vasco, un referente de su generación, en la primera retrospectiva que se le dedica en Madrid
El Museo Reina Sofía reúne en el Palacio de Velázquez del Retiro 60 obras de este escultor vasco, un referente de su generación, en la primera retrospectiva que se le dedica en Madrid
Txomin Badiola nace de la necesidad de responder a una pregunta apremiante: ¿Qué aporta una obra de arte al mundo? Una cuestión esencial para cualquier creador y que, con anterioridad, ya había jugado un papel determinante en Oteiza, un escultor referencial, con leyenda propia, pero que, sin embargo, nunca tuvo una relación tutelar o discipular con la generación de este artista. El Bilbao de la década de los años ochenta era una «ciudad devastada», como explicó ayer João Fernandes, subdirector del Museo Reina sofía; una urbe que se debatía entre la ruina de su modernidad y la posmodernidad, y que dejaba urgentes indicios de decrepitud que volvía más necesaria que nunca una reflexión inmediata sobre el panorama artístico. En el fondo, aquel era el escenario adecuado para que salieran a colación una serie de interrogantes aplazados que arrojaran un conjunto de dudas convenientes sobre algunos conceptos asumidos y desbrozaran nuevas sendas para explorar territorios aún desconocidos. De esta encrucijada emergió el arte de Badiola, una propuesta nueva, que rompe el marco de lo establecido y que, en un constante ir y venir por una serie de preocupaciones recurrentes, encontró su propia identidad. «La mayor preocupación que he tenido a lo largo de mi carrera ha sido la idea de forma, que ha sido una constante. A pesar de que muchos han querido vernos como formalistas, nuestro gran proyecto, precisamente, era cuestionar esta tendencia desde él mismo, que es algo muy diferente. Al mismo tiempo que planteábamos una forma, la estábamos devorando desde dentro», comenta el propio Badiola.
- ¿Evolución?
El Museo Reina Sofía ha inaugurado en el Palacio de Velázquez, en el parque del Retiro de Madrid, la primera gran retrospectiva a este artista vasco. Bajo el nombre de «Otro Family Plot», se han reunido 60 obras entre fotografías, esculturas, instalaciones multimedia y dibujos que dialogan ininterrumpidamente con el espacio que las alberga. El recorrido de la muestra va desde los años ochenta hasta hoy. Casi 35 años de carrera y de evolución, aunque él mismo rehúye esta palabra. «Por mi manera de trabajar, debo reconocer que estoy constantemente traicionando la propia idea de evolución. Es relativamente frecuente el que aparezcan diferentes temas a lo largo de estas décadas y, cada vez que lo hacen, los reinterprete de una forma distinta. Habría que hablar de una evolución interrumpida por saltos en el tiempo. Aquí se mezcla mi biografía personal, pero también los cambios que se han producido en el País Vasco o las sucesivas situaciones que se han dado en España, donde se han producido transformaciones tremendas. La obra es la decantación de la relación que mantengo con el mundo y con uno mismo, es una reacción a las paulatinas modificaciones que se dan alrededor. Eso es el origen de todo y todo esto puede volver en cualquier momento a aflorar en mis proyectos», explicó Badiola.
Aunque la exposición está comisariada por João Fernandes, una parte de la selección de piezas que pueden verse en este montaje la han llevado a cabo algunos artistas próximos al entorno de Badiola, como Ana Laura Aláez, Ángel Bados, Jon Mikel Euba, Pello Irazu, Asier Mendizabal, Itziar Okariz y Sergio Prego. A cada uno de ellos se le ha encomendado la elección de diez piezas, dando como resultado una confrontación del artista con su propio legado, pero a través de ojos ajenos. Para Badiola este «careo» está presente, pero resulta más explícito y claro en el catálogo, donde la huella de los debates, encuentros y el registro de varias grabaciones arrojan luz sobre este renovador del lenguaje plástico. «Para mí la realidad la forman los lenguajes. La realidad son signos, formas, textos», aclaró el artista durante la presentación de ayer. Esta afirmación aclara cómo ha ido integrando a su trabajo diferentes materiales y medios, como es la instalación o la fotografía. «Para mí la importancia de los materiales no recae sobre la materia, sino sobre lo que ella misma trae consigo. Por ejemplo, más que la madera, prefiero el contrachapado, porque conlleva una elaboración industrial que me parece interesante. El conglomerado me retrotrae a una idea moderna que se propagó durante la Segunda Guerra Mundial, ya que con ese material es con el que se hacían normalmente los muebles de uso corriente». Badiola aclara que las formas de sus esculturas, que aluden a moldes arquitectónicos, provienen de esos antiguos pabellones que se levantaron a principios del siglo XX. «Eran edificios pero no estaban destinados a perdurar. Tenían la función de una arquitectura, pero dentro de ellos albergaban muchos espacios, incluso escrituras. Eso me ha motivado siempre», explica el artista. A partir de ahí desarrolló unas piezas en las que cabe la forma, la idea, la crítica y que abogan por plantear una reflexión inédita sobre los patrones modernos que empleamos en el arte y en la vida cotidiana. João Fernandes, responsable de esta muestra, situó al artista en su contexto artístico español y vasco y explicó que «Txomin Badiola empezó a discutir el sentido de hacer arte en ese momento en que iniciaba una discusión sobre este concepto a nivel internacional», pero, subrayó que no hay que detenerse sólo en el papel que ha desempeñado como figura individual: «También ha sido un fuerte dinamizador como artista», aseguró refiriéndose a los lazos que le vinculan con una comunidad de artistas vascos que están preocupados por el arte. Una afirmación que corrobora el mismo Badiola: «En Bilbao siempre ha existido esa idea de comunidad. Ya en los años 60 estaba la escuela vasca, aunque quizás buscaban un mayor impacto del arte en una sociedad bajo la dictadura franquista. Luego llegó mi generación, que tiene una relación en la que se comparte el trabajo sin intereses corporativos o ideológicos: mejor hacer las cosas entre todos que uno solo».
Referentes artísticos y populares
En su afan por desarrollar un intenso diálogo sobre las formas y las referencias artísticas heredadas, Badiola ha ido incorporando a su discurso estético distintas imágenes, no siempre procedentes de las esferas culturales más elitistas. De hecho, Badiola ha sumado a sus proyectos las influencias que recibía de artes y expresiones tan diferenciadas y distantes como son el cine, la literatura o el ensayo, volviendo su trabajo más ambicioso. El artista ha demostrado de esta forma su capacidad para asumir, deglutir y reiventar las instantáneas y los iconos de nuestro día a día, sin que le importe si la referencia que incluye procede de la cultura popular. En su obra igual se puede encontrar una alusión a un pintor como Caravaggio que a un filme de éxito. Esta propuesta ha ayudado a establecer un vínculo entre el arte más actual y las imágenes que pueblan nuestro imaginario.