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Asmik Grigorian: ha nacido una estrella

larazon

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Ocurre a veces que una cosa le lleva a una a otra. Y ha sido una imagen edulcorada en exceso de Bradley Cooper mirando arrobado a Lady Gaga en la portada de una revista (que anunciaba la llegada en noviembre de la primera película dirigida e interpretada por el actor) la que hizo que murmurara en voz baja precisamente el título de ese filme del que ya empiezan a bombardearnos con imágenes: «Ha nacido una estrella» cuando surgió delante, en la pantalla del ordenador, una cantante menuda, nacida en Lituania y de nombre Asmik Grigorian metida en la piel de la «Salomé» que se ha presentado en el Festival de Salzburgo, dirigida en lo musical por Franz Welser-Möst y en lo escénico por Romero Castellucci. Y no han sido solamente las imágenes impactantes de la puesta en escena, con ese regusto durísimo a «El padrino», la cabeza cortada del equino sangrante en una esquina del escenario, las que nos han llamado la atención, que también, sino las unánimes críticas positivas todas hacia la soprano, que se hace oír a pesar de los excesos minimalistas (sí, está bien escrito) de la escena. «Acaba de entrar a formar parte de la liga de los grandes», se lee en una publicación austriaca dedicada a la música clásica. Coraje no le falta. Ya lo demostró hace unos meses en el Liceo con «Demond», de Rubinstein. Grigorian-Salomé se duele y vomita rabia al tiempo que se la ve desvalida, casi tanto como para desear abrazarla en medio de tanta frialdad de tanto color rojo sangre. En esta escenografía no hay bandeja de plata que soporte la cabeza del Bautista. Tampoco se verá la danza de los siete velos. Es en ese momento cuando la cantante, replegada sobre sí misma, en posición fetal, sabe extraer todos los recursos que tiene a mano y crecerse frente al patio de butacas, apenas vestida con un camisón hasta los pies. No necesita más. Tiene fuerza y garganta para defender el papel que cantará hasta finales de mes. Va a terminar a este paso, como Netrebko, tomando Salzburgo como talismán, pues ya en su debut la crítica volvió los ojos hacia ella. Cuando finalice, el 27 de agosto, su «tour de force» austriaco será Desdémona en el Mariinsky, un teatro al que ha estado muy ligada su carrera. A La Scala llegará en la primavera del año que viene con «La ciudad muerta», de Korngold, junto a Klaus Florian Voght, que no es moco de pavo. Y que supondrá, nos aventuramos a apostar, un punto y a parte en su carrera. Lo creemos firmemente: que ha nacido una estrella y que nada tiene que ver ni con Bradley Cooper ni con Lady Gaga.
Ni falta que hace.

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