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Basquiat y los 100 millones

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

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Desde finales de 2015 el mundo del arte no proporcionaba una cifra de escándalo: después de Picasso, Modigliani, Cezanne y Gaugin –autores representantes del posimpresionismo y las vanguardias–, Basquiat ha introducido una nueva variante en el mercado del arte al ser el primer artista norteamericano en alcanzar los 100 millones de dólares en la venta de una de sus obras.
Desde finales de 2015 el mundo del arte no proporcionaba una cifra de escándalo: después de Picasso, Modigliani, Cezanne y Gaugin –autores representantes del posimpresionismo y las vanguardias–, Basquiat ha introducido una nueva variante en el mercado del arte al ser el primer artista norteamericano en alcanzar los 100 millones de dólares en la venta de una de sus obras. Del mismo modo, se trata de la cotización más elevada alcanzada por un autor que, aunque ya fallecido, se puede considerar como insultantemente «reciente».
Analizar los factores que han intervenido en la obtención de este precio en subasta tan desproporcionado resulta difícil, aunque algunos se atisban con cierta claridad. En primer lugar, Basquiat representa ese perfil de artista de raíz romántica que tanto gusta al coleccionista adinerado: rebelde, transgresor, muerto joven y, por lo tanto, con una elevada carga de mitología envolviendo su trabajo. Además, la relevancia que el graffiti ha adquirido en tanto que principal paradigma de lo que podríamos denominar como «revolución domesticada» lo convierte en el blanco perfecto de una clase coleccionista cuya posición social depende de la exhibición de una pátina moderada de modernidad. Pero, no se puede olvidar la que constituye la razón máxima de este pico estratosférico alcanzado por la obra de Basquiat: junto con Warhol es el objeto prioritario de la estrategia especulativa diseñada por coleccionistas como los Mugrabi, que han acaparado el máximo número de sus trabajos con el doble objetivo de disminuir el número de pinturas en circulación y retenerlas en su poder el suficiente tiempo como para que la diferencia entre precio de compra y de venta se multiplique exponencialmente. El mundo del arte se ha convertido en un mercado bursátil paralelo. Que un autor cotice más o menos no es síntoma de la calidad de su obra, sino del interés especulador sobre ella. No es arte; es economía.