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Bertín Osborne: «El pícaro cae bien a la gente, pero no el chorizo»

Vuelve a los escenarios madrileños con la función «Dos caraduras en crisis»

Bertin Osborne
Bertin Osbornelarazon

Él, que iba para señorito andaluz con pedigrí bodeguero, decidió un día ponerse a cantar. Y vaya si cantaba. Luego fue objeto de deseo de culebrones mexicanos y presentador estrella de «La voz», cuando «La voz» se llamaba «Lluvia de estrellas». Gustaba a las mujeres y caía bien a los hombres. Cómo lo hacía, no me pregunten, aunque puedo decirles que en las distancias cortas no engaña: aunque este diciembre soplará 60 velas, sigue teniendo ese aire de elegante tahúr del Guadalquivir que te levantaría la novia y lograría que le invitaras a una ronda. Con los tiempos, tocaba reinventarse, así que hizo de feo junto a su amigo, el galán Paco Arévalo –¿era así?– en un dúo de mellizos desiguales. Y parece que la cosa funciona, porque van ya por su segundo espectáculo juntos, «Dos caraduras en crisis», que se acaba de estrenar en el Nuevo Apolo.

–Supongo que los «caraduras» del título son los protagonistas. No me diga que han convertido en héroes a los sinvergüenzas de esta España nuestra del ladrillo y el pelotazo...

–Le hemos echado cara a la vida, pero siempre en buen plan. Esto es un título divertido para un espectáculo de dos horas que la verdad es que es un despelote.

–«Mellizos», el anterior show, jugaba con la idea de Schwarzenegger y Dani de Vitto en «Los gemelos golpean dos veces». ¿Qué diría «Gobernator» de cómo funciona España si viera éste?

–Bueno... esta función es similar, aunque hemos cambiado el contenido, que es completamente distinto a la primera, pero la estructura es parecida. Primero, son historias distintas. Además, aprovechamos la actualidad y como cada día ocurre una cosa para sacarle punta... imagínate.

– O sea, que sacan mucha...

–A todo.

– Imagino que, sobre todo, de política.

–La primera parte del espectáculo, sí. Todo con bromas sobre la cantidad de mamarrachadas que pasan en este país a diario.

–Hay mucho dúo cómico por ahí...

–Dúos no... ¡Hay cómicos en masa!

–¿Algún favorito?

–Es que le damos, comentamos y repasamos a todos, de todos los colores: aquí no se escapa nadie, porque no tienen escapatoria ninguno. Nos divertimos muchísimo Paco y yo con todo esto, somos los primeros que disfrutamos encima del escenario. Yo me lo sigo pasando igual que el primer día, y llevamos ya tres años y medio. También es verdad que cambiamos muchísimo. Casi nunca repetimos: es que no tenemos guión, según se nos van ocurriendo cosas vamos haciéndolas. No hemos tenido guión en la vida. Y te diré algo más insólito: no hemos ensayado nunca.

–¿Y cómo lo logran, cuál es el secreto?

– Nos pusimos de acuerdo el primer día: tú cuentas unas cosas, yo otras, cuando nos juntemos vamos a hablar de esto... Y fue saliendo. El primer espectáculo era hora y media y hemos llegado a hacer dos y veinte. Vamos metiendo cosas, apuntalándolo que hay, y afilándolo. Hemos llegado a tener un guión sin tenerlo.

–El pícaro, desde el Lazarillo hasta el Dioni, cae bien a la gente de este país...

– Sí, lo que no cae bien es el chorizo. Hay una diferencia importante. Pícaros ha habido muchos, los sigue habiendo, gracias a Dios, porque la mayoría son muy simpáticos. Para ser pícaro hay que ser simpático. Yo prefiero tratar con un pícaro simpático que soportar a un chorizo.

–Se ponga como se ponga, no me va a convencer de que Arévalo y usted son mellizos...

–Somos mellizos, sí, tenemos la documentación además (risas).

–¿Qué tienen en común?

–Somos dos grandes amigos desde hace más de treinta años con aficiones similares y gustos muy parecidos. Y en lo que no lo somos, nos complementamos. Hacemos una pareja bastante atípica, eso es cierto, pero, sobre todo, nos llevamos bastante bien. No hemos discutido jamás. En el teatro es fácil, porque yo le dejo que lo organice él. En lo que no sé, soy un perfecto mandado, y yo de teatro no sé. Estoy aprendiendo poco a poco, pero me dejo guiar por Paco, que es el que sabe.

– Aunque lo diga el título de su espectáculos, lo de la crisis no va con los sinvergüenzas de verdad...

–Es que los chorizos suelen no estar en crisis. No les afecta. Muchas veces, los de ese tipo se manejan mejor en estas situaciones.

–La gente de la calle siente que todo el peso de lo que está ocurriendo recae sobre ellos, que a los de «arriba», a los ricos, no les afecta. Usted conoce a muchos de ellos y se codea con aristócratas... ¿Los ricos también lloran?

–En estos casos, pueblo llano somos todos, porque a todos nos afecta de una manera o de otra. Probablemente, incluso en crisis, los que se salvan siempre son los bancos. Ves sus cuentas de resultados y en vez de ganar 25.000 millones han ganado 18.000. Eso que para ellos es una tragedia, a mí me produce hasta risa. Los bancos, a quienes además se rescata con dinero público, porque a los pensionistas y a la gente que desahucian, a esos no los rescata nadie.

–¿Ha tenido alguna vez la fantasía de calzarse un pasamontañas y plantarse en un banco para atracarlo?

–Sí, no una, sino muchas veces, sobre todo cuando, en época de crisis se quejan de que están ganando menos. Eso me cabrea muchísimo.

-No tiene pinta de ser un tipo que se cabree...

- Me cabreo un huevo. Lo que pasa es que he tenido siempre una máxima. Me la enseñó mi madre, que me decía: «Hijo mío, hasta las noticias malas tienen un lado bueno. Búscalo siempre porque lo encontrarás». Y eso hago.

-Lleva desde joven trabajando, pero transmite esa sensación de no haber dado palo al agua en la vida. ¿Cómo se hace eso?

-Es verdad (risas). Pues probablemente porque tengo esa fama de pícaro que antes decías. No hago nada por evitarlo. Hasta me divierte. Mi padre me decía otra cosa: «El día tiene 24 horas y da tiempo para todo». Yo puedo trabajar 14 horas. Y duermo poco, cinco o seis máximo. Pero da tiempo para todo, y aprovecho hasta el último segundo del día. Da tiempo para que me veáis muerto de la risa o para trabajar como un burro.