Bibiana Fernández: «Me he retirado del sexo; ya no lo practico»
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Actriz. Guerrera infatigable del amor, de pronto renuncia a él, mientras interpreta en el teatro con Manuel Banderas «El amor está en el aire».
Conozco a Bibiana desde que era Bibi y morena. Y de entonces a ahora, no ha habido un día que no haya aprendido algo escuchándola o que no me haya reído al coincidir con ella. Que es guapa, salta a la vista. Pero, además, es inteligente, divertida, simpática, ocurrente y generosa. Y por si eso fuera poco, es buena persona. ¿Diva? Lo justo y necesario para estar siempre con pinta de ser una actriz de Hollywood de las de antes, pero tan cercana y tan natural que a veces deja en ridículo a los que se le aproximan con tonterías. Bibiana curra, además, como una fiera. Porque le gusta y porque no le queda otra. «Yo no me jubilaré. Si no me muero antes, con 95 años iré con tacataca y tacones. No me puedo permitir el lujo de jubilarme. Pero vamos, tengo que dar gracias a Dios por tener trabajo y porque me está saliendo cada vez más. Y lo celebro, ya que de esa manera podré cumplir con todas mis obligaciones y salvar deudas. No me puedo quejar y mucho menos en un país donde hay gente que lo pasa muy mal; yo he tenido una vida estupenda. Sólo pido salud y si me tengo que jubilar con 90, pues lo haré».
Así que nos queda Bibiana para rato, en televisión y en el teatro también, donde ahora actúa de pareja con Manuel Banderas haciendo «El amor está en el aire» en el teatro Infanta Isabel de Madrid. No sé si el amor estará en el aire, pero sí que cambia según va pasando el tiempo. A partir de los 35 dicen que ya no se abandona nada por amor. «Con los años cambia todo –precisa Bibiana–, pero en mi caso se invirtió la cifra y en vez de ser a los 35 fue a los 53. Es que soy de larga duración. Con 30 y con menos de 30 lo abandoné todo por amor. Fue una patria y un destino. A estas alturas ya existen muchos destinos y soy una viajera dispuesta a ir a cualquier lugar, pero sin necesidad de que sea por amor».
Me extraña que una guerrera del amor, infatigable como lo ha sido Bibiana, de pronto renuncie, pero por lo que cuenta ha peleado mucho y ahora ya se cansó. Pero, ¿y del sexo? «Me he retirado. No practico. Soy católica, apostólica y romana, pero menos practicante. Pues con esto, lo mismo. Y no me ha dejado un vacío. Es como todo, cuando lo dejas y pasa mucho tiempo te da mucha pereza».
Ganas de hijos otrora
Hay otros amores. Como el que se tiene a los hijos. El más puro tal vez: «Me quedé con ganas en su momento, cuando rondaba los 40. Pero ahora ya me conformo con ser la que malcría a los hijos de las amigas o la que tiene una relación con chicos que antes eran más pequeños y ahora son adultos... Ahora ya no tengo edad. Si viniera un niño a mi vida no tendría capacidad y me daría muchísimo miedo no estar bien, sana y cuerda, para cuando él me necesitara».
A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos o perros, que dan mucho menos la lata...«Tengo perros y los amo como si fueran hijos, pero sé que son perros. Yo siempre digo que el amor no distingue de sexos, ni de religiones, ni de colores, ni de géneros... Sé distinguir el amor a los perros y el de los niños, pero para mí mis perros ocupan un espacio afectivo muy grande». Además, como bien sabe Bibiana, se puede querer a los niños, a los perros y a quien haga falta. Caben muchos amores en el mismo corazón: «Muchos, muchos. Por eso, la gente que dice que cuenta los amigos con los dedos de una mano, a mí me da pena».
Y a mí ver a tanta gente sola, por mucho que el amor esté en el aire. «Está en el aire, pero como dice el subtítulo de la obra, “aquí no hay quien respire”. Creo que eso explica a la perfección el estado real de las cosas. Yo no paro de respirar por si las moscas, porque, además, si no, me ahogaría, pero no siempre viene de la forma que quieres», cuenta Bibiana. Amor habrá, pero anda que no hay celos e infidelidades en el aire y en la tierra... «La infidelidad mata menos que los celos. Por lo menos, se manejan mejor», añade.
No está mal tener el amor de un amigo en escena. Aunque vete a saber si es más fácil trabajar con un amigo que con un desconocido. «Podría ser más difícil porque a veces surgen discrepancias. Aunque en este caso, no. Manuel Banderas es fácil. Cero problemático. El único dilema es su exigencia con el trabajo, que a veces yo lo veo de otra manera porque soy más alocada. A lo mejor, eso produce algún roce, pero venial... Es un ser maravilloso como actor y como persona y nos adaptamos perfectamente», reconoce. Le pregunto si con él se aprende los guiones o sigue improvisándolos como cuando trabajaba con su amiga Loles León: «No, no. Esto funciona mucho como partitura. Loles tiene otro carácter, otra manera de ser. Y entonces se daba más el que pudiéramos improvisar y enloquecer. Manuel trabaja como con partitura. Si un día hay un pisotón, pues improvisamos, pero si no, partitura».
Con partitura para actuar, cantar, bailar y hacer todo lo que se puede hacer en un escenario. «Pues sí. Y para mí era muy difícil porque la profesora de canto me decía: “Tienes que sacar el diafragma para hincharlo y tener aire” y yo le respondía: “¡Pero si llevo toda la vida metiendo tripa...!” Tenía una vida hecha a medida para no ser cantante. Fue difícil, aunque luego le pones buena voluntad y todo sale». Le digo que ya podrían los políticos ponerle buena voluntad. «Desde luego, porque no distingo la nueva política de la vieja, me parece que estamos en el lugar de siempre, como la ranchera».