Buscar Iniciar sesión

Caballero Bonald: «Hace años que decidí no callarme, después te arrepientes»

larazon

Creada:

Última actualización:

Las biografías convierten en certezas lo que hasta entonces sólo son oportunas incertidumbres, vaguedades necesarias para recubrir de cierto misterio imprescindible las vidas, los objetos. La exactitud del estudio retira esas penumbras y dibuja el perfil del rostro con la matemática de la verosimilitud. «Las memorias son diferentes, no tienen nada que ver. Son una interpretación de tu vida, de lo que ha ocurrido a tu alrededor. Tú eres protagonista y estás rodedado de gente y de la sociedad en la que vives. Son literatura y se pueden inventar, porque también son una ficción», explica José Manuel Caballero Bonald. El poeta se ha encontrado con una minuciosa semblanza, «Memorial de disidencias», de Julio Neira, que «me hace sentirme póstumo. Estos trabajos se hacen de personajes muertos y tener un libro tan completo en vida es algo que me aturde, que hubiera preferido que no hubiera salido». En estas páginas se rastrea desde los antecedentes familiares hasta la concesión del Premio Cervantes de Literatura en 2013. «Uno no se acuerda de todo. Y menos a mi edad –bromea–. Cuando escribía mis memorias, me olvidaba de cosas. Tenía que inventar un personaje que correspondiera al que pensaba que era. Estaba creando una realidad posible. Aquí hay cosas de las que no me acuerdo. Pero el autor ha sido muy minucioso. Ha revuelto en archivos y bibliotecas y ha hilvanado un recuento exhaustivo de todo lo que he hecho. Y me agobia saber que he hecho tantas cosas. Visto así, me exaspera». El volumen, Premio Domínguez Ortiz de biografías 2014, recupera el autor de los hechos, de los acontecimientos, su irrupción en la literatura, sus amistades, sus baches, los arrepentimientos. «Estas páginas son un recordatorio de lo que he hecho. Ahí está todo lo que soy y todo lo que no debería haber hecho, pero todas las personas tienen su lado oscuro. Al leer el libro me encuentro con un personaje que no reconozco del todo y me descubro «como un personaje que debo ser yo y con el que a veces no estoy de acuerdo».
–¿Qué ha sentido al leer su biografía?
–Ha sido una sorpresa. Ahora veo cosas que haría de otra manera. Estoy de acuerdo con esa panorámica general de mi vida. Ahí debo estar yo. Para bien o para mal. Tampoco me arrepiento de nada. Ni siquiera de mi lado más exigente. Únicamente resolvería de otra forma ciertos asuntos. El escritor admitió que ha concluido el tiempo para las novelas, pero que sigue trabajando. «Sólo me interesa la poesía y el ensayo literario. He abandonado la novela y creo que no soy un buen lector de novela. Pero continúo escribiendo poesía. Estoy terminando un poemario que saldrá, pero no antes del año que viene, aunque lo tengo bastante avanzado».
El valor de lo contradictorio
Uno de los aspectos que subraya esta semblanza es el espíritu inconformista del escritor, una vocación crítica que despertó muy temprano y que ha mantenido siempre, aunque sin ningún carné político. «Hace años decidí no quedarme callado, porque después, en la soledad, te arrepientes de ese silencio. Hay que decir lo que uno piensa, de buenas maneras. En la política hay adversarios, no enemigos. Hay personas que no piensan como yo, pero las respeto. Mi vida no ha estado fundamentada en una disidencia permamente. He hecho otras cosas. Incluso he sido muy inclinado a los placeres burgueses, pensando, por eso, que soy un libertario con esta inclinación en los gustos. Son las contradicciones que lleva toda persona por dentro. Y yo lo defiendo, porque, como escritor, soy contradictorio. La ambigüedad es indispensable en la literatura, aunque no quizá en la vida de una persona». Pero Caballero Bonald aún mantiene viva la voz de su conciencia ciudadana y arremete contra las plagas que están arruinando nuestra sociedad. «Es inherente a todo escritor que se precie: oponerse a la injusticia, al abuso de poder, a los desmanes, a toda clase de atropellos que se cometan, sobre todo en contra de los derechos humanos». El autor de «Ágata ojo de gato» tiene claro que el actual «declive de la vida española y los desmanes que vivimos se deben a que estamos al final de una etapa. Ahora comienza otra nueva. Y con Felipe VI puede asomarse un paisaje nuevo, una perspectiva diferente y así no estar viendo siempre a los mismos corruptos hablando en la tele». La abdicación de Don Juan Carlos le ha merecido un comentario: «Ha sido muy oportuna. Algo se ha acabado y empieza otra cosa. Hay que esperar a que reine su hijo, ver cómo hace las cosas, cuál va a ser su programa. Pero lo que está claro es que hay que regenerar el país. La regeneración es obligada, sobre todo por la corrupción y los abusos de poder, por los desmanes que se han cometido desde la banca». Sobre el Príncipe de Asturias aseguró que «pertenece a otra generación. Y estamos en otro siglo. Es un hombre joven, cercano, creo que cultivado, y en ese aspecto resulta más esperanzador que el padre, cuyo estado de decrepitud llamaba la atención. El día que se anunció la abdicación, defendía un debate que condujera a un plebiscito sobre el modelo de Estado, pero ahora pienso que eso puede venir más tarde, porque la nueva generación que vien acentúa la esperanza. Y si las utopías son una esperanza aplazada, habrá todavía tiempo para ellas».
Entre los deseos incumplidos, Caballero Bonald aún recuerda una novela incompleta sobre el duque de Montpensier, «pero como es una novela histórica es un género que no me interesa, no estoy arrepentido. Pero echo de menos un velero. Yo he navegado y me hubiera gustado tener uno grande para tener una pequeña biblioteca y vivir en él, ir por la costa. Fue una ilusión que no pude cumplir». En el nombre de Caballero Bonald coinciden ahora unas memorias, las que escribió él, y una biografía, que ha redactado Julio Neira. ¿Pero qué es más real en un escritor: la literatura o la vida? «Lo que soy lo he intentado reflejar en mi obra. Mis ideas, mi ideología, mi manera de ser, mis referencias culturales están en mis libros. Pero tampoco reflejan la vida de una manera fiel. En literatura el realismo no existe. Uno inventa la realidad a medida que escribe».