Carmena, contra la Feria del Libro: prisas, caos y trabas
Los libreros culpan a la desorganización del Ayuntamiento del poco margen para colocar sus casetas, se quejan de las dificultades para el acceso del material y critican las informaciones contradictorias respecto al cierre del Retiro.
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Los libreros culpan a la desorganización del Ayuntamiento del poco margen para colocar sus casetas, se quejan de las dificultades para el acceso del material y critican las informaciones contradictorias respecto al cierre del Retiro.
En la caseta 333 están que fuman en pipa. Han montado el «stand» a toda mecha para llegar a la inauguración de la Feria del Libro y aún están respirando hondo para que el público, en vez del sofoco, se encuentre con una sonrisa amable. Es el emplazamiento de la librería Méndez, uno de esos espacio obligados para el letraherido en el centro de Madrid. Llevan 32 años acudiendo a la Feria, que se dice pronto, pero nunca como hasta ahora habían tenido tantas dificultades para abrir a tiempo su caseta. «Nos hemos quedado impresionados, no nos había pasado algo así en tantos años. Ha sido un comienzo desagradable de la Feria», explica a LA RAZÓN Inmaculada González.
La librera habla claramente de «trabas» por parte del Ayuntamiento. No es ya el hecho de que antes de ayer, por motivo del fuerte viento, se cerrara y se desalojara el parque del Retiro en pleno proceso de montaje de los expositores y recepción de material (que también les ha afectado), sino que «nos han puesto muchas pegas este año para meter nuestros vehículos y descargar. No nos han dejado acceder con el coche como otras veces, el miércoles y el jueves, así que hemos tenido que dar mil vueltas, aparcar en Menéndez Pelayo, pagar un sitio de nuestro bolsillo, y cargar a pulso o en carretilla los libros hasta la caseta. Este año la persona que lleva Medio Ambiente (Inés Sabanés) ha decidido que el Retiro es un paraje natural que hay que cuidar y que haciendo aquí la Feria nos lo podemos cargar».
El caso de la librería Méndez no es una excepción. Todas las casetas, en mayor o menor medida, han tenido que echar horas extras y hacer un gran sprint final para que ayer la Feria se inaugurara a las 11:00 con todos los libros en su sitio. El cierre del Retiro por rachas de viento superiores a 85 kilómetros/hora, según una normativa de 2016, se decretó el jueves a las 14:30. En apenas unos minutos, todos fueron desalojados. «Es cierto que hacía viento, pero la manera de desalojarnos en 10 minutos fue excesiva; con una hora u hora y media más nos podríamos haber organizado mejor. Entiendo que el Ayuntamiento tiene que velar por la seguridad, pero hay cosas que se pueden mejorar», considera Diego Moreno, editor de Nórdica.
Evidentemente, el fallecimiento de un niño el pasado 25 de marzo tras caerle un árbol encima en el Retiro ha pesado mucho en las decisiones del equipo de la alcaldesa Manuela Carmena. Pero los libreros hubieran agradecido un criterio claro y unas indicaciones más precisas. «Ha sido un arranque un poco extraño. Nos llegaban noticias diferentes y no sabíamos a qué atenernos», añade Moreno. El jueves, tras el cierre del Retiro, la Feria quedó en el aire, pendiente de las rachas de viento y la lluvia que amenazaba para ayer. A las 6:30 se levantó el cierre del parque, al ser de leve intensidad el viento, pero la lluvia, torrencial y tormentosa, no dejó de azotar la capital desde la noche del jueves hasta las 11:00 aproximadamente, hora en la que se inauguró la Feria (sin visita de la Infanta Elena, aplazada por la lluvia). Los responsables de las casetas han madrugado para abastecer sus espacios y abrir con normalidad.
«Hemos tenido poco tiempo para montar y esta noche (por ayer viernes) tendremos que echar más horas para dejarlo todo organizado. Hoy hemos venido a las 6:30, intentando montar lo que el jueves no pudimos. Estamos haciendo todo lo posible para que la gente no se dé cuenta. Esto es como los restaurantes, el cliente no tiene por qué saber cómo le llega la carne o el pescado, simplemente quieren que el plato esté cocinado», explica Aldo García Arias, gerente y editor de las librerías Antonio Machado.
Las cinco editoriales que componen Contexto (Nordica, Periférica, Impedimenta, Sexto Piso) ofrecen hasta 7.500 libros al público. En apenas dos horas han tenido que colocarlos. A prisa y corriendo, agobiados y bajo la lluvia. «Se ha unido todo: problemas organizativos del Ayuntamiento y la climatología, con una feria que arranca empapada», señala Moreno. En cuanto a la responsablidad municipal, el nuevo sistema de organización de los transportes de descarga no ha ayudado mucho, especialmente en combinación con el cierre del parque el jueves. «Este año, a diferencia de otros –explica el editor de Nórdica–, había un horario de entrada para mercancías por zonas, de manera que a la nuestra les tocaba a las 15:30 del jueves. Al cerrarse el Retiro no pudieron traernos los libros. Nosotros hemos tenido la suerte de que nuestro distribuidor hacía otra ruta y nos los ha traído a las 10:00; de lo contrario no podríamos haber abierto».
El compromiso ciudadano
A pesar de que el inicio ha estado marcado por la anormalidad, los libreros y editores son optimistas. «Aunque evidentemente este tipo de noticias contradictorias y alarmas no ayudan, la Feria está acostumbrada a sobreponerse. Llevo 21 años y hemos vivido muchas cosas; la Feria es muy larga y los madrileños tiene un compromiso claro con ella», confía Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma. Es más, para Cristina Murcia, de Planeta, «si lo que empieza bien acaba mal, este inicio caótico puede venirnos bien. Gracias a la lluvia y todo esto hemos tenido publicidad, la gente sabe que ya está la Feria del Libro. Lo importante es cómo acabe». La sensación es que culminará, el 10 de junio, con un éxito. «Va a ser una Feria buena a pesar de las trabas que nos han puesto», dicen desde la librería Méndez.
En los últimos cinco años el sector ha experimentado una paulatina recuperación, que cada año se trasluce en este evento. «La Feria siempre es un buen testimonio de cómo está el sector del libro y resume el ciclo anual. La situación sigue siendo dura, pero la línea es ascendente», opina Casamayor. Para Moreno no ha sido «un gran año en las librerías, así que supongo que en la Feria la gente comprará más, lo cual no es del todo una buena noticia, porque lo ideal es que compren todo el año en librerías». En realidad, confirman los especialistas, a pesar de que este encuentro contribuya a hacer caja, lo importante es la cercanía con el lector: «Se genera poco negocio, quizás un 5%. Es más una fiesta, una cuestión de imagen y una forma de que la gente se acerque a los libros y los libreros, que se den cuenta de que no mordemos», asegura García Arias. Para Casamayor, «todo suma para las cuentas; económicamente, las ferias son rentables, pero lo importante es que durante 17 días hablas con los lectores, intercambias opiniones. Los editores ponemos los pies en la tierra y salimos de nuestra cápsula editorial. Eso es lo realmente impagable».