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Cataluña, «la nación que nunca lo fue»

Jordi Canal despeja los mitos y falacias del nacionalismo catalán en un compendio histórico que aspira a entender el presente a través de los hechos y no del «sueño nacional».
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Jordi Canal despeja los mitos y falacias del nacionalismo catalán en un compendio histórico que aspira a entender el presente a través de los hechos y no del «sueño nacional».
A los historiadores les incomoda la Prensa, como a la Prensa nos irritan los historiadores. Hablamos dos lenguajes distintos y las preguntas de unos no siempre las pueden responder los otros, menos aún en un contexto de urgencia, de rabiosa actualidad. En cualquier caso, Jordi Canal no es de los que divagan ante una pregunta a bocajarro y, entre otras cosas, asegura sin ambages que «sigue existiendo cierta idea de superioridad catalana» o que «el proceso de la reforma del Estatut, que la sociedad catalana no demandaba, fue el momento de explosión del nacionalismo que vivimos ahora». Y de la misma manera que habla de Maragall o del Pacto del Tinell, se remonta a Wilfredo el Velloso y a la corona de Aragón (ojo, nunca fue de Cataluña).
Tiempo de «normalizar»
Canal acaba de publicar «Historia mínima de Cataluña» (Turner), una obra que trata de narrar los sucesos históricos de este pueblo esquivando la maraña de mitos que el nacionalismo (político, cultural e historiográfico) ha tejido en torno a la historia de una nación que, en puridad, nunca lo fue. «El propósito de este libro es contar lo que fue y no lo que nos hubiera gustado que fuera o lo que no pudo ser; en resumen, una historia normal de Cataluña frente a la historia del sueño de Cataluña», explica. Para ello, Canal se remonta a los albores de la historia, aunque, evidentemente, privilegia la edad contemporánea (siglos XIX y XX) en un estudio que se pretende «desprejuiciado y desapasionado»; un trabajo nada sencillo en tiempos en que gran parte de la historiografía catalana ha optado por la militancia nacionalista. «He tenido que deconstruir la historia de Cataluña para construir una sin mitos, prejuicios ni manipulaciones». Empezando por negar la mayor: «Cataluña nunca ha sido una nación, ni siquiera en la Edad Media». Seguimos: Barcelona antes de 1714, tras la caída a manos de los Borbones, no era un edén democrático. «Es mentira que la España absolutista se cargara aquello».
El autor, doctor en Historia y profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, asegura escribir sin ataduras («ni nacional ni nacionalista ni al servicio de proyectos políticos») y su obra bebe, entre otros, de clásicos como Soldevila, Vicens-Vives, Agustí Calvet «Gaziel» o Elliot, quienes, a su modo de entender, mejor separaron el grano de la paja al hablar de una tierra, un pueblo, que nunca fue una unidad de destino nacional como soñó Cambó. Para entender dónde hemos venido a parar es necesario remontarse a los orígenes, pero mirar también con lupa las políticas y acontecimientos de los últimos años. Canal cree que es inevitable estudiar el marco del estado de las autonomías, «que empieza a mostrar sus fallos», y la formación de la Generalitat, la actual crisis económica y la indefinición del «post-puyolismo», con políticas «que no han logrado anclarse en el poder como lo hiciera el ‘‘puyolismo’’». «Otro asunto importante es el de la normalización lingüística, que no fue sólo un proceso de recuperación de la lengua, sino un instrumento vehicular para un nuevo modo de entender el mundo». Ahí estarían también la televisión pública catalana y hasta el Fútbol Club Barcelona, punta de lanza del mantra de «hacer país» que abanderó la burguesía catalana en los 60. Echando el calendario hacia atrás, encontraríamos la huella franquista, la «Renaixença», la Primera República, etc, etc. «No es gratuito apelar a todo ese pasado», explica Canal. Y es que Cataluña no se enseña en dos tardes.
Con la Diada este mismo viernes y las elecciones catalanas a un paso, el autor de «Historia mínima de Cataluña» opina que el «conflicto es inevitable» en el actual estado de cosas, con un estrato independentista que «ni siquiera sabe lo que va a hacer el 28 de septiembre» (día después de los comicios), una Unión Europea que «llega tarde en su toma de posición» contra la secesión y una clase política española que «no ha logrado ilusionar» a los catalanes frente a los cantos de sirena independentistas. Y es que, concluye Canal, «en los últimos 15 años, el nivel de los políticos catalanes y del resto de España ha sido de gran mediocridad».