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Cees Nooteboom: «Si me dan el Premio Nobel, me pondré a llorar»

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Cuando a mediados de octubre se anuncie el ganador del Premio Nobel de Literatura, el escritor holandés Cees Nooteboom volverá a estar en la terna final de posibles ganadores. Como cada año. Él no quiere pensar en ello, pero la idea de ganarlo tampoco le desagrada. «Hace tantos años que se habla de esto que si me lo diesen ya sería por causas humanitarias», comenta entre resignado y divertido. Oh, pero si recibiese esa llamada. «Pues me pondría a llorar. Sería arrogante decir que no me interesa el Nobel», concluye.
El escritor presentó ayer «Universo Nooteboom» (Candaya), libro que recoge 30 ensayos sobre su escritura firmado por una treintena de especialistas de todo el mundo. El volumen, que también incluye un DVD con un documental sobre su vida y obra, repasa su trayectoria como poeta, filósofo, ensayista, narrador y, sobre todo, viajero. «Soy un poeta que viaja y que cuenta lo que ve. Ésa ha sido mi vida y seguirá siéndolo mientras pueda», resalta Nooteboom, que a sus 80 años todavía tiene ganas de dar vueltas al mundo y contagiar a los demás el asombro y la perplejidad que él experimenta en cada uno de sus viajes. «Yo soy autodidacta, soy improvisación pura. No sé nada de teorías. Mi vida es poesía, viajar e inventar historias», apunta el escritor.
A los 17 años se marchó de casa, en su Ámsterdam natal, y decidió que nunca miraría atrás. Más de 60 años después y consciente de su estatus como uno de los escritores que mejor han sabido leer los suscesos que han agitado al mundo en los últimos 50 años, asegura que su motivación continúa siendo la misma que cuando empezó. «Dicen que el mundo es cada vez más pequeño, más homogéneo, pero eso es mentira. Lo que hay que hacer es atreverse a la aventura, adentrarse en el misterio y dejarse seducir por el enigma que nos rodea. Ahora voy a embarcarme en un viaje de tres meses al norte de Chile y allí nada de lo que pueda ver será ni remotamente parecido a lo que ya he visto. El mundo es mucho más grande de lo que dicen los clichés», comenta el escritor, que afirma que su único equipaje esencial en sus viajes es un libro de poemas.
En «Universo Nooteboom», editado por Erik Haasnoot y Astrid Roig, destaca la importancia de cómo las letras hispanoamericanas han sabido leer sus libros: «Parece que siempre he escrito para el sur. No es que en mi país o en los países nórdicos me subestimen, pero me siento mejor reflejado en los ensayistas hispanos», asegura el escritor.
Entre las firmas que estudian su persona hay nombres como los de Clara Janés, Jesús Ferrero, Jorge Carrió, Alberto Manguel, Mercedes Monmany o Juan Villoro, entre otros. Todos, por supuesto, con palabras elogiosas, y cada uno de ellos repasando algún apartado de su narrativa, desde la poesía a la novela, de su pensamiento filosófico a sus ensayos de arte, de sus relatos cortos a sus aplaudidos libros de viajes. «Veo a los otros como un espejo donde me gusta mirarme. Son todos muy amables. Los cumplidos son más difíciles de llevar que las críticas», afirma Nooteboom.
Su actividad literaria no va a cesar en un futuro cercano, ni mucho menos. Eso lo tiene clarísimo. De momento, todavía quedan por traducir al español un libro de viajes donde describe un recorrido por Japón visitando sus 32 grandes templos, y ya prepara nueva novela tras «Cartas a Poseidón», publicada este año por Siruela. «He escrito sobre los 32 templos japoneses, algo que ya se hizo hace mil años en "La novela del Genji", lo que prueba que la capacidad de asombro y el poder de la imaginación son infinitos», señala el escritor holandés.
Son 80 años, son muchos libros, muchos viajes, muchos actos, y cuando ya está casnsado de todo y quiere descansar, tiene un lugar para él mágico a donde ir, Menorca. «Hace 40 años que voy y para mí es un lugar muy especial, un refugio donde puedo olvidarme de todo y concentrarme para escribir. He escrito la mayoría de mis novelas allí. Para mí es una de esas cosas de las que no podría desprenderme», apunta el autor.
Sin miedo a la muerte, su vida ha sido una constante búsqueda tras las cuestiones clásicas que configuran el gran misterio del ser humano, aquellas que preguntan de dónde venimos, hacia dónde vamos y cuál es nuestro papel real en toda esta historia. «Tengo 80 años y está claro que lo que queda por venir no será lo más agradable, pero no renuncio a nada. Ya preparo otro viaje al Amazonas de Perú. Viajar es una manera de vivir y así seguiré». Así seguirá, incansable.