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Centro Botín, una noche en el museo por 350 euros

La «cama ascensor» de Carsten Höller, pieza estrella en la inauguración del espacio que aspira a ubicar a Santander en el circuito del arte.
larazon

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La «cama ascensor» de Carsten Höller, pieza estrella en la inauguración del espacio que aspira a ubicar a Santander en el circuito del arte.
Carsten Höller tiene algo de Willy Wonka, de niño grande apasionado de los toboganes y las encrucijadas. «Siempre me han gustado los parques de atracciones –confiesa–. Es un lugar de la ciudad al que ir y comportarse de manera diferente, volvernos un poco locos». Por eso, para este alemán que ha expuesto, entre muchos otros lugares, en la Tate de Londres y el Guggenheim de Nueva York, el arte no puede ser una experiencia sobrevenida o pasiva. Su obra es la propia experiencia, como en los parques de ocio. «Pero las mías son atracciones dirigidas a la mente, no solo al cuerpo», precisa. Y, entre ellas, ninguna invita tanto a la participación activa como «Elevator Bed», la pieza estrella de la retrospectiva (la primera en España) del artista, que es a su vez la gran apuesta del Centro Botín de Santander para su inauguración.
Tres metros sobre el suelo
Y es que esta cama giratoria que se eleva tres metros –provista de cafetera, nevera y luces LED– no está ahí para que el visitante sueñe con su disfrute. Está precisamente para utilizarla. Eso sí, previa petición al Hotel Real de Santander y desembolsando entre 250 y 350 euros. ¿Caro? Quizás. Aunque menos si se tiene en cuenta el particular «establecimiento hotelero» en el que se encuentra: el nuevo edificio (también el primero en España) del Premio Pritzker Renzo Piano, un gran navío con recubrimiento de cerámica que mira a la bahía santanderina, circundado por los emblemáticos jardines de Pereda. Una noche en el museo ni más ni menos, frente a la enorme cristalera panorámica ante la que se alza el mar y la Peña Cabarga. La obra, dice Höller, deviene así en «performance». «Está incompleta, porque falta todavía el visitante y las reacciones químicas que se van a producir con su uso», explica. Él mismo aún no la ha probado, «aunque espero hacerlo».
Pero no acaba ahí el parque de Höller. El artista ha concebido cada obra de esta muestra como las piezas de un engranaje unitario. Desde la misma entrada, el alemán interpela al visitante, lo obliga a reaccionar, a elegir uno de los dos caminos de una gran «Y» (esta letra da nombre a la retrospectiva, que estará abierta hasta el 10 de septiembre) de aros luminosos. A la derecha, un itinerario, una aventura; a la izquierda, otra distinta. «Los he llamado el ‘‘lado de mi madre’’ y el ‘‘lado de mi padre’’ porque son dos extremos que se alejan pero se unen en mí como ser humano», señala. Del lado de «papa», una espiral que va atrapando al caminante hasta que, en la tiniebla absoluta, da con el último recoveco, y una balanza de enormes jaulas de pajaros; por la parte de «mamá», la que nos lleva hasta la cama ascensor, Höller propone un pasillo de espejos en el que nos vemos reflejados a medida que las puertas se van abriendo y un tanque de agua salinizada que (y aquí también hay que echar mano de una solicitud previa) permite vivir una experiencia semejante a la del Mar Muerto. Albornoz y chancletas, nos explican, van incluidas en la reserva. Finalmente, frente a la cama, una curiosa e impredecible instalación escupe desde el techo una cápsula medicinal cada segundo. Ayer mismo, coincidiendo con la inauguración del Centro Botín, que aspira a situarse entre lo más granado del circuito del arte en España, ya podía columbrarse lo que llegará a ser una enorme montaña de píldoras.
Asegura José Manuel Matilla, jefe del departamento de Dibujos del Museo del Prado, que a moderno no hay quien gane a Goya. Por eso, a apenas unos pasos de las rabiosamente actuales propuestas de Höller o de los artistas que integran la colección Botín (alimentada por egregios visitantes y becarios en los últimos 25 años de la Fundación del mismo nombre), los dibujos ochocentistas del genio de Fuendetodos son tan contemporáneos como los otros». Más aún, diríamos. La muestra «Ligereza y atrevimiento» es la otra propuesta de peso del Centro en su apertura. 81 piezas que suponen, según Matilla, «una de las más grandes exposiciones de los dibujos de Goya en las últimas décadas». Muchos, de hecho, no han visto la luz pública desde hace 80 años.