Aitor Luna: «Me voy un tiempo... Me apetece empezar otra vez»
Aitor Luna. Actor
Aitor Luna es tan guapo que casi no me atrevo a mirarlo a los ojos. Verdes, transparentes, de hombre bueno y leal, por más que la canción gallega dijera lo contrario. Que su último personaje, el capitán Alatriste no fuera «el hombre más honesto ni más piadoso» no le ha restado atractivo al actor, bien al contrario. El halo de seducción del personaje de Pérez-Reverte es tan indiscutible como para que no hayan podido negárselo ni siquiera los detractores de la serie; pero tampoco ha sido suficiente como para enganchar a una audiencia que, según algunos, prefiere «grandes hermanos» y «sálvames» y, según otros, no ha encontrado en la televisión al héroe de la aventuras que un día devoró. Hablamos Aitor y yo un poco de la serie y un poco de la vida y, entre unas cosas y otras, le digo que he leído que Pérez-Reverte ya no imagina a Alatriste con otra cara que no sea la suya... «Sí, eso dice. Es que es muy bueno Reverte. Muy buen tipo. Y todas esas declaraciones suyas valoran la realidad, el esfuerzo y sacrificio de los que hemos estado ahí, luchando por su obra. Y como él sabe perfectamente cómo se ha desarrollado todo, pues, al margen de los errores y las carencias que haya podido haber en mi interpretación, él valora lo que valora con estas palabras». Está muy triste con este asunto Aitor. Sobre todo, como me cuenta con admiración, «porque es el Capitán Alatriste» y, por mucho que todo el elenco se haya dejado la piel en el intento, las cosas no han salido como esperaba. Aunque, quién sabe, quizá la recompensa a sus esfuerzos llegue un poco más adelante, «Es posible –dice Aitor–. No depende sólo del éxito, que está claro que no ha tenido; quizá traiga su fruto, aunque no sea ahora. En este trabajo todo es tan relativo como para que, de repente, si una serie funciona, por lo que sea, no te paren de ofrecer cosas y te conviertas en el tío de moda...Que no es mi objetivo para nada, ¿eh?». Ya se verá en qué acaba todo. Porque lo cierto es que si aquí el Alatriste producido por José Manuel Lorenzo no ha pegado, fuera, con la iluminación original, ya ha encontrado su espacio en varias televisiones, que han comprado la serie. Con todo, la realidad es que, por el momento, la situación ha hecho que Aitor Luna se retire a «sus cuarteles de invierno». «Ahora no tengo proyectos, así que lo que quiero hacer es seguir formándome, apostar y poner mis ahorrillos para crecer. Me voy a ir fuera un tiempecillo a prepararme, a estar listo con el inglés, a hacerme un curso, y a refrescarme... Me apetece empezar otra vez». Le digo que el fracaso, la otra cara del éxito, que no es más que un impostor, le ha resultado catártico... «Bueno. Estoy en un punto de inflexión que me ha llevado incluso a rechazar algún proyecto de teatro y a apostar por mover ficha para algún lado». Pienso en la fragilidad de los actores y me pongo en la piel de Aitor, seducido por el gran proyecto soñado, que no encuentra la respuesta prevista, después de esperarlo desde que la vocación temprana se le enredara en el alma. Y le pregunto por ella, por esa vocación que emergió un día, tal vez lejano, y que mantiene intacta, en parte, gracias al apoyo de los suyos: «A mí me nació la cosa a los 15 años. Pero no me atreví a decirlo en casa hasta los 17. Quería hacer esto o nada. Se lo dije a mis padres y cuando vieron que iba en serio me apoyaron. Y lo siguen haciendo. Hasta la muerte». Lo cierto es que, desde entonces, le ha ido muy bien y no ha parado de trabajar en series como «Los hombres de Paco» (Antena 3), «La ira» (Telecinco), «La fuga» (Telecinco), «Días sin luz» Antena 3), «Gran Reserva» (TVE, con premio de la Unión de Actores) y en obras de teatro como «Miles Gloriosus», «Hamlet» y «Medea», además de funciones en ese lugar tan mágico que se llama «La casa de la portera»...Todo esto, hasta Alatriste (Telecinco) y sin descanso, incluida la peli en inglés «My Bakery in Brooklyn» –un papel pequeñito que se aprendió de memoria, pese a no hablar inglés–, el episodio de «Cuéntame un cuento» (Antena 3) y el «thriller» psicológico «Matar el tiempo», de Antonio Hernández, donde compartirá cartel con su hermano Yon González, en el festival de Cine de Málaga, el próximo mes de abril. Me cuenta que, salvo cuando tuvo aquel accidente, siempre ha tenido suerte: «Fue en 2010. Aquí en Madrid. Un coche de frente se estrelló contra mi moto. Casi me matan. Está claro que no era mi día de irme. Tuve que estar parado un año y medio. Pero menos esa etapa y el año pasado, que, mientras esperábamos la serie, aunque hice las dos pelis, trabajé muy pocos días, nunca he parado». Le digo que, bueno, que igual le tocaba ahora, que no pasa nada y que me cuente cosas de su vida, y me lleva a la Vergara de su infancia. «Yo nací en ese pueblecito de Guipúzcoa. En un valle. De padres andaluces. Españolitos entre comillas, ¿no? Allí en País Vasco nos llamaban los ‘‘maketos’’. Y allí me crié...». Cuando me habla del País Vasco es cuando recuerdo que, en sus inicios, hizo una serie en Euskera. Y le pregunto si le doblaban. «Qué va. Aprendí euskera. Hice un casting como en junio y en julio me dijeron que me cogían, pero que tenía que aprender euskera. Y me comprometí a aprender. Así que me metí en agosto en un Barnategui, que se llama, que son sitios en los que estás interno y por la mañana tienes clases y por la tarde actividades con la gente para hablar euskera, y en septiembre empecé a currar». Le digo que debe ser muy listo y se empeña en asegurar que es cabezón... «Es que soy más cabezón que listo... Pero sí. Fue un reto y una satisfacción, porque también volví de la realidad que vivimos allí, que era la que era. Ahora ya es distinto, pero en aquella época...Por cierto, mi primo tiene un peliculón escrito, que algún día produciremos, en el que se refleja muy bien esa realidad, la de la gente de fuera. Porque yo soy de allí, pero mis padres no. Se supone que somos los españolitos, ¿no? Entonces, claro, después de esta vivencia de niño, que marca, hacer una serie en euskera diaria para mí fue... Creo que me lo curré bastante».
Personal e intransferible
Aitor Luna nació en 1981. Está soltero, no tiene novia, se siente orgulloso de sus padres y no se arrepiente de nada. Perdona, pero no olvida. Ríe y llora con la vida. A una isla desierta se llevaría seres queridos y es un maniático del orden. Su vicio sigue siendo su moto – «a pesar de casi matarme, la sigo queriendo»–. Le gustan el karate,el baloncesto y desde Alatriste, la esgrima. Cocina bien «como mi padre», pasa de Twitter «porque me parece una estafa y creo que sólo es una herramienta para gente anónima» y no quiere saber nada de política. Sueña con «volar, ser libre y descubrir nuevos horizontes» y de mayor quiere ser «un caballero. Un señor con valores, que creo que cada vez existen menos...».