Alberto Rodríguez: «El éxito viene y va continuamente»
Fue nominado en once categorías –incluyendo mejor película y mejor director–de los premios Goya por su más reciente filme, «El hombre de las mil caras», basado en una historia real
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Fue nominado en once categorías –incluyendo mejor película y mejor director–de los premios Goya por su más reciente filme, «El hombre de las mil caras», basado en una historia real.
Alberto Rodríguez no suena como un divo al otro lado del teléfono. Ni aunque se corte la conversación y haya que reiniciarla por problemas tecnológicos. Estar en todas las conversaciones de cine, ser el hombre del momento, recibir constantes encargos –ahora está con la serie «Peste», para Movistar, ambientada en el siglo XVI y que protagonizará Paco León– no le han cambiado ni la sencillez, ni el amor al oficio, ni el contacto con los amigos de siempre, con quienes sigue trabajando desde los años de los cortos sin presupuesto. Hoy, reconocido con diez Goya el año pasado –de los diecisiete a los que aspiraba con «La isla mínima»– y con once nominaciones de éste por su última película, «El hombre de las mil caras» –un filme que ha costado cinco millones–, recuerda que «los cortos están muy bien para experimentar y probar cosas, pero hay que tenerle mucho respeto al formato, porque es un poco como el cuento y la novela, que no son la misma cosa y cada cual tiene una forma de narrar determinada, sus propias reglas».
Tengo la sensación de que Alberto Rodríguez trabaja como los escritores. Preparando bien la estructura de sus relatos y documentándose de manera exhaustiva. No sé si es tan habitual en otros directores de cine. «Pues supongo que sí. Yo creo que la documentación forma parte del proceso de escritura en cualquier formato. A mí me sirve, en realidad, para vencer un poco mi inseguridad a la hora de afrontar las historias. Cuando la fase de documentación termina, lo que quiero es estar seguro de que estoy pisando sobre suelo firme. Por eso somos tan exhaustivos a la hora de escribir, no por otra razón. Aunque también me divierte. Se abren mil mundos y mil historias paralelas que tienes que ir definiendo mientras eliges lo que vas a poner o no. Aprendes mucho. Yo creo que es casi lo más bonito de todo el proceso», explica el director.
En el caso de «El hombre de las mil caras», ese proceso debió de ser casi pura investigación periodística, teniendo en cuenta que se trataba de un caso real, del que se habían ofrecido infinidad de versiones. «Procuramos entrevistar a gente que tiende a querer el tema o la materia que vamos a abordar. Y en este caso también fue así. Lo que ocurrió es que hubo un momento en que nos dimos cuenta de que todas esas versiones eran tan sumamente dispares, que lo más honesto por nuestra parte era comenzar a ficcionar a partir de todo eso que habíamos recopilado, pero teniendo nuestra propia teoría», afirma Rodríguez. Pues elaborar una teoría propia de un caso tan complejo no debe ser sencillo, sobre todo sin conocimientos específicos de economía. Claro que la realidad y los innumerables casos de corrupción nos han obligado a todos a aprender deprisa. «Cuando nos encargaron esta película hace ya unos cuantos años y leí el libro de Manuel Cerdán por primera vez, tuve que recurrir a internet un par de veces para mirar, por ejemplo, cómo se hacía para tener una sociedad en un paraíso fiscal y ese tipo de cosas, porque no tenía claro si era legal o no. Y me temo que debido a todo lo que ha ido ocurriendo, los españoles hemos hecho como una especie de master en economía sumergida, lamentablemente, durante todos estos años».
Hubiera sido curioso que Rodríguez eligiera el tema de la película él mismo, porque cuando se destapó el caso Roldán él aún era un estudiante y no debía saber muy bien ni lo que había ocurrido. Aunque, por otra parte, más allá del dinero que se llevó y de su detención falsa en Laos, no había demasiada gente que supiera mucho más. En todo caso, fue un encargo. Y de hace mucho tiempo. Llevaba preparándolo desde antes de rodar «La isla mínima». «Es que había sido una especie de proyecto maldito, en el que se barajaron muchos nombres, además del de Enrique Urbizu, que fue previo al nuestro. Cuando nos llegó a nosotros hubo un momento en el que sufrió un parón, y por eso rodamos “La isla mínima”.Y luego, probablemente debido al éxito de la película, pudimos arrancar otra vez el proyecto y por fin hacer el filme», explica. Pues digo yo que los candidatos anteriores, incluido Urbizu, deben andar tirándose de los pelos al ver el éxito de la película que ellos finalmente no hicieron, por más que Rodríguez asegure que los proyectos también hay que saber abandonarlos.
Debe de tener razón porque el mismo proyecto en unas u otras manos no consigue el mismo resultado. En el caso de Rodríguez, que parece el rey Midas últimamente, todo lo que toca se convierte en oro. Algún secreto tendrá. «Pues no sé qué decirte. He hecho ya siete películas. A todas les pongo el mismo cariño y unas tienen suerte y otras no. Nunca sabes. Me imagino que es como tener un hijo e intentar proyectarle un futuro, ¿no? Todo el mundo quiere que se haga astronauta y al final cada cual hace lo que puede. Pues con las películas pasa un poco lo mismo. Tú las quieres igual, pero no sabes luego qué suerte van a tener. Y algunas de las que estoy más contento no han tenido suerte. El éxito es una cosa que viene y va continuamente.», afirma.
Historias pequeñas
Eso es incontestable. Pero hay quien piensa que influyen algunos factores. Contar con suficiente dinero, por ejemplo. Tal vez es imposible hacer una buena película o una buena serie con poco presupuesto... «No, imposible no es. Se trata de ajustar la historia al dinero que tienes. A veces una historia pequeña te puede hacer sentir muchas más cosas que una con un presupuesto increíble. El cine está lleno de estos ejemplos», asegura Rodríguez. Y también lleno de subvenciones, según los ajenos, y casi vacío según quienes se dedican al séptimo arte: «Las subvenciones al cine, bajo mi punto de vista, son siempre insuficientes y en realidad suponen una partida muy pequeña de lo que se gasta el Estado. Eso merecería un capítulo aparte para poder explicarlo tranquilamente; pero creo que son pequeñas si lo que queremos es tener una filmografía fuerte. Si eso no le interesa a nadie, pues quizá haya que retirarlas. Pero, si queremos crecer, desde luego hay que ayudar a potenciarlas. Y se puede hacer de muchas formas. No todo tienen que ser subvenciones directas».