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Alexander Payne: «No me gusta el cine contemporáneo»

Regresa con «Nebraska», nominada en cinco categorías a los Oscar
larazon
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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En el pasado festival de Cannes, Payne no paraba de quitarse importancia. «"Nebraska"es una película simple y humilde», decía casi molesto, como si las preguntas que le hacían los periodistas, buscando conexiones con el resto de su obra, le parecieran inadecuadas para un filme tan modesto. Respuestas breves y evasivas que, ahora, con 5 nominaciones a los Oscar, tal vez se esforzaría en reelaborar. A Payne le cambiaba la cara cuando hablaba del cine de los demás. Se pasó más de cinco minutos charlando con una periodista japonesa del despido de Kurosawa en «Tora, Tora, Tora», de su intento de suicidio, de su extrema meticulosidad en los rodajes –exigió a los diseñadores artísticos de «Barbarroja» que llenaran unos estantes de instrumental médico a pesar de que, en cámara, no iba a verse nada– y de su intención de morirse mientras gritaba «acción». Al poco quedó claro que Payne sabía mucho más sobre Kurosawa que la periodista japonesa.
-«Nebraska» vuelve a la exploración de las dinámicas familiares de «Los descendientes» y es, además, su tercera «road movie». ¿Son premeditadas estas conexiones con el resto de su obra?
-No estoy especialmente interesado en el mundo de la familia. No soy Ozu. Y pensándolo bien, todas las películas hablan de ella, aunque sea de un modo colateral. «El Padrino» es una película familiar. «Lo que el viento se llevó», también. En lo que respecta a las «road movies», ni siquiera me atraen demasiado. Me gustó el guión, era divertido y triste a la vez, y me ofreció la oportunidad de viajar por el estado en el que nací.
-Nadie diría que no le gustan las «road movies»...
-Después de «Entre copas», no quería hacer «Nebraska» porque detesto filmar dentro de un coche. Quizá por eso hice «Los descendientes». Sólo volveré a filmar dentro de un coche si lo hago a la manera del cine clásico, en estudio y con retroproyecciones.
-¿«Nebraska» es su particular «Yoknapatawpha»?
-Ozu nunca dejó Tokio, Fellini nunca dejó Roma, y yo, sí, he rodado muchas de mis películas en Nebraska. Quizá es la mejor manera de estar atento a los detalles, conociendo el terreno que pisas. De todos modos, también disfruto siendo un antropólogo, viajando a Hawái o a París, observando espacios que me resultan ajenos. Si quieres que te diga la verdad, ahora que mis padres se están haciendo mayores, prefiero rodar en Nebraska para no alejarme demasiado de ellos todo el tiempo que se necesita para rodar una película.
-En la primera etapa de su filmografía se le tachaba de ser demasiado sarcástico con sus personajes...
-No tienes por qué sentir simpatía por ellos. ¿Acaso quieres hacerte amigo del Alex de «La naranja mecánica»? Y eso no lo hace menos interesante.
-Quizá sea la falta de redención de Alex lo que pueda provocar un rechazo del público hacia sus actos. Usted no es precisamente amigo de los personajes redimidos.
-Es cierto, no creo que nadie se transforme en «Nebraska». El hijo encuentra una cierta dignidad en el carácter hostil de su padre, y eso le permite volver a actuar como un hijo. Y que conste que lo que acabo de decir me lo hizo notar ayer un periodista.
-Ahora, en cambio, sus películas parecen más humanas. O al menos más empáticas.
-Quizá mi corazón ha madurado, no como cineasta sino como persona. A una parte de mí le gustaría hacer tres filmes por año, como Soderbergh. A la otra le gusta hacer uno sólo cuando tiene algo que decir y, sobre todo, algo que aprender. Recuerdo algo que dijo Kurosawa: «Llevo hechas 30 películas y aún no sé lo que es el cine». No puedo estar más de acuerdo.
-Soderbergh se ha retirado porque estaba cansado de lidiar con la industria. ¿A usted le pasa algo parecido?
-No me quejo, y toco madera, de mi carrera. Mis presupuestos son ajustados, tengo libertad creativa y ninguna de mis cintas ha perdido dinero. Si hay algo de qué quejarse es de no poder ver las que me gustaría. El cine contemporáneo no me gusta.