Apocalypse Kong
La nueva adaptación del clásico de 1933 llega con 190 millones de presupuesto, un gorila cien por cien digital y una ambientación en la época de Vietnam deudora del famoso filme de Francis Ford Coppola. Tom Hiddleston interpreta a un mercenario encargado de guiar a los exploradores que recalan en los dominios salvajes del primate
La nueva adaptación del clásico de 1933 llega con 190 millones de presupuesto, un gorila cien por cien digital y una ambientación en la época de Vietnam deudora del famoso filme de Francis Ford Coppola.
Es una de esas criaturas que no necesita presentación. Su figura, recortada contra el «skyline» de Nueva York dando zarpazos a esos aviones de cartón que sobrevuelan el Empire State, podría servir de emblema heráldico del cine de aventuras y fantástico. Pocos «monstruos» (Godzilla entre los más antiguos) juegan en esa misma liga: la de los «remakes», el merchandising, la iconicidad pura y dura. King Kong es, como su nombre indica, el «rey» de la cultura popular derivada del cine. Una criatura que nació en 1933 con un esqueleto de acero rellenado con algodón, cubierto con látex y recubierto de pieles de oso. La RKO lo lanzó a la fama merced a dos directores raritos y visionarios: Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Eran los tiempos de la Gran Depresión y aquel primate enorme que luchaba contra cazas de entreguerras pasó a ser como un Quijote contra molinos de viento, asediado por la realidad de un país hostil, que lo exhibe en beneficio del «show bussiness» sin tener en cuenta sus necesidades, sus sentimientos. Su mensaje y la imponente presencia de la criatura calaron hondo. El mito de Kong se fue engrandeciendo con el tiempo, hasta el punto de que la última de las reposiciones en salas del clásico del año 33, que se produjo en el 52, fue el éxito de aquella temporada en la taquilla norteamericana. Con esos mimbres no era de extrañar que Hollywood quisiera «explotar» a su simio más famoso en sendas reediciones o que industrias de lo más variopinto (la japonesa lo enfrentó a Godzilla en una inclasificable cinta del 62) se lo apropiaran para ofrecer su versión de los hechos. Por eso es King Kong un clásico, porque al igual que con, pongamos, Don Juan o Frankenstein, cada época ha sentido necesidad de reflejar su tiempo haciendo apliques y variaciones sobre la tormentosa relación del gorila y la civilización.
- Homenaje a la serie B
En esta dinámica podría insertarse «Kong: La isla calavera», que es la segunda adaptación hecha en el presente siglo (la anterior es de Peter Jackson en 2005) y que actualiza tecnológicamente al simio y su entorno sin dejar de rendir tributo a esas cintas de serie B que se nutrieron del Kong original y lo homenajearon a su manera. Dirigida por Jordan Vogt-Roberts, la cinta que distribuye Warner ha costado nada menos que 190 millones. Con guiños a otros clásicos como «Parque Jurásico» o «Apocalypse Now» –la historia narra la llegada, tras la guerra de Vietnam, de un grupo de exploradores a la isla del Pacífico en la que reina el enorme primate–, esta ambiciosa producción pone a prueba la supervivencia al paso del tiempo de un mito indiscutible del cine y actualiza su mensaje para los tiempos convulsos que corren en Estados Unidos.
Para llevar a buen puerto esta expedición, la cinta ha contado con intérpretes de peso como Samuel L. Jackson, Brie Larson (Oscar a mejor actriz en 2016 por «La habitación») o Tom Hiddleston. Este último da vida al capital James Conrad (¿un apellido casual o un guiño al «Corazón de las tinieblas»?), un militar curtido en Vietnam que acepta el papel de guía de los exploradores por dinero. Al actor británico, que responde a la perfección al estereotipo de «gentleman» –estudió en Oxford y en el prestigioso Eton College para acabar en la Universidad de Cambridge antes de integrarse en la Royal Academy of Dramatic Art–, no hizo falta que lo tentaran con dinero (que, por supuesto, hay, y mucho en esta producción). El proyecto en sí ya le resultaba atractivo: «Cuando estaba en el rodaje de ‘‘Crimson’s Peak’’ con Guillermo del Toro me contactaron de Warner y me hablaron de esta cinta –explica–. Me pareció muy atractiva la posibilidad, porque es la típica película de acción y aventura que te gusta desde niño. Así que, cuando al final me propusieron participar, no lo dudé ni un segundo». Hiddleston comenzó haciendo obras de teatro y, en el cine, se inició en proyectos de sello más autorial. En 2011 su carrera explotó definitivamente en varias direcciones: mientras seducía en la británica «The Deep Blue Sea», de la mano del personalísimo y minoritario cine de Terence Davis y figuraba como secundario en películas norteamericanas de peso como «War Horse» (Steven Spielberg) y «Medianoche en París» (Woody Allen), se abría sin prejuicios al mundo de la fantasía «blockbuster» encarnando al malvado Loki en «Thor» (2011) y «Los Vengadores» (2012). Ese personaje, confiesa, es el que más le ha costado encarnar en su carrera porque «es completamente distinto a mí». El mercenario Conrad no es del todo semejante al Hiddleston-persona, pero en eso consiste la profesión: «Siempre encuentras algún punto, algo interesante de cada personaje. En mi carrera interpretativa he hecho muchos papeles muy diferentes entre sí, pero en cierta forma, son todos parte de mí. Lo que yo aporto personal a mis personajes pasa filtrado por las necesidades de lo que tengo que mostrar actuando. Por ejemplo, en el caso de Loki, a él le gusta jugar y es ciertamente misterioso, algo que comparto».
Hiddleston ya había firmado con Warner antes de que el propio director llegara al proyecto, lo cual ha hecho que trabajen «mano a mano», dice, en el mismo desde el inicio. Otra cosa es entenderse con un gorila gigantesco que amenaza con arrollarte, especialmente si, durante el rodaje, estás mirando al vacío. Y es que, como no podía ser de otro modo en estos tiempos en que la artesanía en materia de arte y producción ha dado paso a la pura pericia y fantasía digital, el nuevo Kong nace del ordenador. «Pero ya tengo práctica en actuar así –matiza Hiddleston–. Ya me pasó con «Iron Man» y con «El increíble Hulk». Es simplemente un acto de imaginación y es más sencillo de lo que parece, aunque tiene su ciencia. La realidad es que la cámara te está enfocando, a mí o a cualquier otro actor que interactúe con Kong, y elegimos un punto común al que mirar para que haya consistencia. Obviamente tienes que imaginarte que no estás mirando a una nube o a un árbol sino a un gorila de dimensiones descomunales».
La cinta se ha rodado en Vietnam, Hawái y Australia. «Han sido unas localizaciones de lujo –rememora el británico–. Recuerdo un día que estaba en un helicóptero con Brie Larson y las puertas estaban abiertas, volando por encima de la isla de Oahu (la más poblada de Hawái) hacia las cinco de la tarde. Fue una experiencia que no olvidaré jamás, muy especial. En Australia rodamos en la selva y el guardabosques fue de lo más interesante explicándonos que tipo de plantas no podíamos ni rozar porque tendríamos que ir a Urgencias inmediatamente».
- Entre arrozales
En Vietnam, el equipo de «Kong: La isla calavera» rodó a dos horas de la ciudad de Hanoi en una zona con cultivos de arroz rodeada de montañas: «Quitaba la respiración, un paisaje que jamás había visto antes. Nos pasamos dos semanas en estos pantanos huyendo de criaturas imaginarias. El agua estaba helada y hacía un frío espantoso. No se me olvidará esa sensación nunca». Los largos rodajes permiten a los intérpretes no sólo iniciarse en numerosas materias relacionadas con el filme de turno, sino, además, confraternizar con los locales o explotar para los tiempos de asueto los atractivos del lugar: «En Hawái aproveché para aprender a hacer surf. Estuve allí durante el día de Acción de Gracias y como soy británico esa jornada no tiene realmente mucho significado para mí, a diferencia del resto del equipo norteamericano, por lo que me quedé en la zona y me dediqué a surcar olas. Además, pasear por Hanoi te quita el hipo, es una ciudad impresionante muy diferente a cualquier otra en la que he estado con anterioridad, con mucha historia, con gente hospitalaria y una arquitectura fascinante». Los escenarios salvajes son uno de los atractivos de una adaptación que, seguro, no será la última.
Maquetas y simios digitalizados
La aparición de «King Kong» en 1933 (arriba) convulsionó el género de aventuras en una época temprana del cine. Desde entonces, hasta seis filmes han aprovechado su imagen icónica. «El hijo de King Kong» (1933) explotaba el reciente fenómeno, mientras que entre los 60 y 70 aparecieron bizarras propuestas en torno al enorme simio como «King Kong vs. Godzilla» (1962) y «King Kong Escapes» (1967). En 1976, Paramount produjo un «remake» (segunda imagen) con Jessica Lange como protagonista que actualizaba los efectos especiales obsoletos y añadía un vestuario más atrevido para la «enamorada» del primate. Las más recientes adaptaciones, la de Peter Jackson en 2005 y «Kong: La isla calavera» (tercera y cuarta imagen) se benefician además de los adelantos del cine digital.