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Aranda, toma final

Sus actrices le recordaban ayer como exigente, pero lanzó la carrera de muchas al tiempo en que creaba una obra personal con el sexo como seña
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El director de «Amantes» falleció ayer a los 88 años. Cuarenta años de carrera le dieron para moverse desde el cine experimental hasta el más comercial. Llevó las obras de Marsé a la pantalla e hizo del sexo y la pasión dos de las marcas que grabaron su filmografía.
Nuestro Cine» fue, oficialmente, la revista del Nuevo Cine Español. Una réplica marxista de «Positif», donde escribían críticos que luego se convertirían en directores de cine tras su paso por la EOC y que marcaron ideológica y estéticamente el cambio hacia un cine español más realista y socialmente comprometido. Vicente Aranda, que a comienzos de los años 60 vivía en Madrid, al no poder matricularse en la Escuela Oficial de Cine por carecer del bachillerato, se volvió a su Barcelona natal. Junto a Román Gubern, codirigió «Brillante porvenir» (1963), una de las primeras películas de la Escuela de Barcelona, etiqueta que con su pericia para las relaciones públicas y sus contactos en la producción y los grandes festivales de cine se inventó Ricardo Muñoz Suay con sus artículos en la revista «Fotogramas». Con «Fata Morgana» (1965) obtuvo un cierto prestigio en su estreno en los cines de Arte y Ensayo, que acaban de inaugurarse en las grades capitales. Un filme futurista, repleto de guiños culturales, experimentalismo formal y estética pop, siguiendo la moda de los trabajos de Jean-Luc Godard y Michelangelo Antonioni, marcó la deriva esteticista de la Escuela de Barcelona: modernidad, Tuset Street, modelos publicitarias como Teresa Gimpera, Bocaccio y la «gauche divine», todo ello envuelto en una vanguardista pretenciosidad. Faltaba el sexo, que Vicente Aranda iría añadiendo a medida que la censura se lo permitiera, dejando atrás el formalismo de la Nouvelle Vague para entrar en la contracultura de los años 70, no sin antes pasar por el cine de terror con dos películas, «Las crueles» (1969), basada en un cuento de Gonzalo Suárez, y «La novia ensangrentada» (1972), una producción internacional de vampiros con doble versión con sexo lésbico para el extranjero. Su etapa de aprendizaje dentro del cine comercial termina con «Clara es el precio» (1974), una película de porno blando a cargo de Amparo Muñoz, que lucía sus carnes al desnudo con generosidad.
Tema escabroso
Junto al productor Carlos Durán, Aranda inicia con su productora Morgana su etapa de despegue comercial. Durante la Transición fue el cine «underground» el que influiría en su mayor éxito de los setenta, la sórdida «Cambio de sexo» (1977). Primer encuentro con una de sus actrices favoritas: Victoria Abril. Un escabroso tema que le dio fama en aquellos años anárquicos y que el cineasta frecuentó a lo largo de su carrera integrándolo en las adaptaciones de novelas de Juan Marsé –que el escritor siempre manifestó que detestaba– y Manuel Vázquez Montalbán. Comenzó con «La muchacha de las bragas de oro» (1980), un éxito de taquilla que recaudó 100 millones de pesetas, y siguió con «Asesinato en el Comité Central» (1982). La película, de gran presupuesto, no dio los resultados, como su adaptación de «Prótesis», la novela policiaca de Andreu Martín, convertida en «Fanny Pelopaja» (1984).Tras estos dos fiascos comerciales, dejó Barcelona y se trasladó a Madrid, en parte por sus discrepancias con la política lingüística de la Generalitat: «No estaba en contra de que se hiciesen filmes en catalán –explicó–, pero yo no sabía hacerlas. Yo he hecho una película bilingüe, tal y como he visto que era la sociedad en Barcelona».
El primer éxito imprevisto fue la adaptación al cine de la novela de Luis Martín Santos «Tiempo de silencio», seguida de la biografía de «El Lute», basada en «Camina o revienta». Pese a no estar interesado en filmar su vida y después de numerosos enfrentamientos con Eleuterio Sánchez por el planteamiento psicologista del personaje, el «biopic», dividido en dos películas, fue un taquillazo. Con «El Lute. Camina o revienta» (1987) y «El Lute. Mañana seré libre» (1988), Vicente Aranda cierra el ciclo del «cine quinqui» iniciado a finales de los años 70 por José Antonio de la Loma con «Perros callejeros» (1977), que consiguió una de las mejores interpretaciones de Imanol Arias.
El carácter ecléctico de Aranda como autor y su preferencia por las adaptaciones de novelas prestigiosas marcarán su deriva profesional, divida entre una visión culturista del cine de autor y un cine eminentemente comercial muy atento a los cambios sociológicos de España y su evolución hacia una cinematografía marcada por un fuerte contenido sexual, adornado con morboso erotismo y escabrosidad.
Su carrera, ya consolidada en los 80, recibió un impulso inesperado al transformar un capítulo para televisión sobre «El crimen de los amantes de Tetuán» en el largometraje «Amantes» (1990), protagonizado por Jorge Sanz, Maribel Verdú y Victoria Abril, y que obtuvo un inusitado éxito de crítica y público. Su participación en el Festival de Berlín lanzó internacionalmente la cinta, con récords de recaudación en Estados Unidos. Victoria Abril consiguió el Oso de Plata a la mejor actriz y el director recibió dos Goya, uno al mejor filme y otro por la dirección.
A partir de los 90 se mezclan lo mejor y lo peor del director barcelonés. La primera es una adaptación de otra novela de Juan Marsé «El amante bilingüe» (1993), sátira que tiene como razón de ser el catalanismo más bufo y la asfixiante política lingüística de la Generalitat Catalana, interpretada por Imanol Arias y Ornella Mutti. Las anteriores habían sido «La muchacha de las bragas de oro» (1980), «Si te dicen que caí» (1989), ambas con Victoria Abril, y «Canciones de amor en Lolita’s Club» (2007).
Visitar el frente
«La pasión turca» (1994) se convirtió en un éxito de taquilla a pesar del melodrama insufrible de Antonio Gala, con Ana Belén en el papel de la sufrida Desideria, pero la adaptación de la absurda «La mirada del otro», de Fernando Delgado, fue un fracaso desde su criticado estreno en el Festival de Berlín. Similar suerte correría «Libertarias» (1996), donde competía un pésimo guión con un bochornoso desfile de trajes de milicianas en el frente, encabezado por Ana Belén, además de contar en el reparto con Ariadna Gil, Victoria Abril y Loles León.
Prácticamente, la carrera de Vicente Aranda termina con el «remake» actualizado de «Juana la loca» (2001), que lanza la carrera de Pilar López de Ayala y con la que consigue gran repercusión crítica y alzarse con el premio en San Sebastián y un Goya a la actriz protagonista, y una transposición de «Carmen» (2003), a la que encarnaba Paz Vega. Sus dos últimos filmes fueron la adaptación del clásico valenciano «Tirante el Blanco» (2006) y «Luna caliente» (2009), sobre el proceso de Burgos.
En sus últimos años de vida fue galardonado en 2010 con el Premio de Honor a su carrera en el Festival del cine Europeo de Sevilla, el Premio Sant Jordi en 2011, el Premio Honorífico del Festival Internacional de Cine de Gijón a su carrera artística y el Premio Nacional de Cinematografía.

El detalle

«Amantes»: un trío fatal
Para muchos, «Amantes» es la película más redonda de Vicente Aranda, la que mejor lo define. Fue Pedro Costa, el productor, quien animó al director a verter al cine una historia que había nacido como capítulo de la serie de televisión «La huella del crimen». Finalmente, la cinta, estrenada en 1991, fue un éxito de público, en parte gracias a las explícitas escenas de sexo. «Amantes», historia de un trío fatal, lanzó al estrellato a Jorge Sanz y a Maribel Verdú y apuntaló la fama de Victoria Abril. Aranda ganó el Goya a la mejor dirección.

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