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«Boyhood»: las edades del hombre

El director ganó el Oso de Plata en Berlín por este filme. El director de «Antes del amanecer» ya tiene a toda la crítica a sus pies con una obra arriesgada y excepcional. Rodada en 39 días a lo largo de 12 años, es una reflexión sin precedentes sobre el paso del tiempo
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En el origen del cinematógrafo se pueden distinguir dos modos de afrontar la narración: plasmar la vida tal cual es o tal cual podría ser. De ahí surgen, respectivamente, «Obreros saliendo de una fábrica» (1895) y «Viaje a la luna» (1902), la eterna y apasionante dicotomía entre los Lumiere y Melies. A Linklater podríamos ubicarlo en el primer grupo, el de quienes participan de ese espíritu fundacional del cine: pasear la cámara sobre el mundo tal cual es, al igual que Stendhal pretendía colocar un espejo en medio del bulevar. Así es la vida y así hay que contarla. Pero, a diferencia de los Lumiere, Linklater no renuncia al artificio para contar la vida: «Boyhood» no es un documental, es una ficción a través del tiempo. Debajo del artificio estamos nosotros, viviendo.
«Boyhood» narra la historia de un puñado de personajes y sus evoluciones a lo largo de más de una década. En concreto, la historia de dos padres que se divorcian (Ethan Hawke y Patricia Arquette) y tratan de criar a su hijo (Ellar Coltrane). El pequeño contaba con siete años cuando en 2002, Linklater inició la producción con la idea de «seguirlo» hasta la universidad. El rodaje de la cinta apenas suma un total de 39 días, eso sí, espaciados a lo largo de 12 años, tiempo en que el director ha contado con la fidelidad de un mismo plantel. «Una vez tuvimos el compromiso de todos los actores, no fue difícil; sólo había que tener paciencia, entregarte a la idea y saber que había que esperar mucho tiempo para tener resultado», asegura el director, y añade sobre el argumento que «imagino que va de la vida, quizá, de la memoria y del tiempo, de cómo pasa, de su transcurso». Evidentemente, se hacía necesario recurrir a gente muy afín para lograr mantener vivo y con éxito un proyecto tan peculiar. Con Hawke, protagonista de gran parte de su filmografía, Linklater jugaba sobre seguro: él es su álter ego tras la pantalla. A Patricia Arquette la idea le sedujo aun antes de conocer su argumento y en el reparto el autor tiró incluso de su propia hija, Lorelei, que ocupa el rol de hermana de Mason. Por último, la productora IFC Films apostó por esta insólita propuesta, que ya ha seducido a toda la crítica.
Todo cineasta, todo artista y toda obra de arte es sensible al concepto de tiempo y a su paso, pero pocos como Linklater han hecho de él tan a las claras el leitmotiv de su obra. La trilogía de «Antes de...» ya muestra sin máscaras el interés del director y guionista por retratar el paso del tiempo, el modo en que opera sobre nosotros y nos va haciendo biografía a través de casualidades, encuentros y desencuentros. Con «Boyhood», la apuesta es a tumba abierta: o el tiempo o nada. «El tiempo es el ladrillo con el que se constuye el cine», mantiene el cineasta. Linklater es consciente de lo absolutamente excepcional de este modo de rodaje, pero, al cabo, el cine y la vida confluían misteriosamente: «Hicimos cada cosa en su momento, como en la vida».
La vida «in» y «off»
La evolución de sus personajes no es sólo el eje central del filme, sino que también, fuera de la pantalla, se ha dejado sentir entre los actores. «Boyhood», tan semejante a la vida, les ha permitido un margen de autointerpretación. «Rick (Linklater) siempre me contaba por lo que Mason –el joven protagonista– estaba pasando y lo comprabamos con mi propia vida. Usábamos mis experiencias y mi punto de vista para darle vida al personaje. Al final se parece mucho a mí», manifiesta Coltrane. El realizador añade: «Ethan y Patricia dieron mucho de su crecimiento personal y el guión estaba diseñado para incluir todos esos cambios, incluso en mi forma de pensar». En ese lapso de tiempo, los actores vivieron sus propias historias sentimentales, sus propios divorcios o el fallecimiento de familiares muy cercanos. «Boyhood» iba cimentándose, año a año, con un material maleable, que seguía su curso en «off».
La cinta, traducida en España como «Momentos de una vida», borra de un plumazo los maravillosos artificios del cine clásico. Caracterización, vestuario, etc., pierden sentido ante la naturaleza misma de la composición: las arrugas de Ethan Hawke y Patricia Arquette, el acné de Coltrane no son obra del maquillaje (el propio director se alegró cuando, por fin, brotaron en plena adolescencia los granos en la cara del protagonista), sino del paso mismo del tiempo. Linklater ni siquiera renuncia a mostrar a sus personajes en la generación que les corresponde, el tiempo que les ha tocado vivir. Así, la banda sonora incluye temas propios de estos 12 últimos años –Coldplay, Arcade Fire, Lady Gaga...– y la película incluye guiños a la política norteamericana reciente o a las nuevas tecnologías: Bush, Obama, la Wii, el iPhone... están también presentes.
Si el cine es en esencia una máquina de capturar el tiempo –en sus inicios fue acogido con algo de aquella superstición que guía a los nativos americanos contra las fotografías, capaces de «encarcelar el alma» del retratado–, Linklater ofrece en esta monumental obra la posibilidad al espectador de vivir en menos de tres horas todo lo que doce años de existencia hacen en una familia como la nuestra. Una especie de tráiler de una infancia media, de un niño medio y todos los que lo rodean, en un tiempo que es el nuestro.

Boda y divorcio

Patricia Arquette ni siquiera sabía de qué iba la historia ni cuál era el guión cuando dio su «sí» incondicional al insólito proyecto de Linklater. Da vida a la madre de Mason, el joven cuya vida se sigue a lo largo de 12 años. La actriz ya acumulaba una serie de títulos sólidos en su filmografía cuando en 2002 se sumó al carro de «Boyhood». Había trabajado para Tarantino en «Amor a quemarropa» o a las órdenes de David Lynch en «Lost Highway». En los últimos años, ha dado un salto exitoso a la pequeña pantalla gracias a «Medium» y «Broadwalk empire». En estos doce años tuvo a su segundo hijo y se casó y divorció del también actor Thomas Jane.

El detalle

Berlín a sus pies
Richard Linklater se hizo con el Oso de Plata al mejor director en la pasada edición del Festival de Berlín gracias a su apuesta más arriesgada: «Boyhood». La cinta, estrenada mundialmente en Sundance, se ha hecho también con el premio FIPRESCI a la mejor película del año. Este galardón, que asignan más de 500 críticos del mundo, se entregará en el próximo Festival de San Sebastián. Sus numerosos fans –la saga de «Antes de...» le granjeó muchos– ya esperan con ansia un nuevo proyecto de uno de los cineastas más excepcionales de su generación.

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