Premios Goya

El cine contra las mujeres

El cine contra las mujeres
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Asistí a la pasada entrega de los premios Goya de este año y presencié un espectáculo reivindicativo que me ha dado que pensar desde entonces.

En primer lugar no puede caber ninguna duda de que mi actitud tanto a nivel personal como en mi vida profesional ha sido tan amable y generosa con el género femenino como con el masculino. Jamás se me ha ocurrido no tratar por igual a unos o a otras, desprecio el machismo tanto como cualquier otro tipo de abuso. En mis treinta años planeando o dirigiendo películas he tenido cerca de mí a más mujeres que hombres y eso no me parece ni mejor ni peor, ha sido así. Ya solo el hecho de tener que empezar de esta forma este escrito me da un poco de vergüenza, parece que entono el “excusatio non petita...”.

Ahora que el cine español, lo que son sus representantes, han demostrado que no hay (nunca la hubo, en realidad) ningún prejuicio contra vascos o catalanes ni contra el cine producido en sus lenguas correspondientes, repartiendo sus Goyas de este año a trabajos que indudablemente acopiaban méritos para ellos, aparece un nuevo nubarrón: la discriminación de la mujer en la profesión.

Aunque he reconocido más de una vez que no siento demasiado apego por mi gremio, no me acaba de gustar que haya personas que expresen ante mí su rechazo al cine español así, en general. Yo soy un cineasta español, mis películas son naturalmente películas españolas y formo parte de un amplio colectivo diverso y plural. El cine español no es una ideología, como no lo es el de ningún país democrático. Es expresión artística libre, punto. Ahora bien, es cierto que gran parte de lo que se escucha de algunos de sus autores o intérpretes se encuadra en un estilo de pensamiento que no va conmigo.

No soy ajeno a los problemas de la mujer actual, tampoco a los de nuestras madres, tampoco a los de los hombres, ni a los que nos son comunes a unas y a otros. Los inmigrantes, las etnias minoritarias, los discapacitados, los enfermos de sida...numerosas minorías del mundo entero reclaman atención para situaciones límites de vida o muerte, de libertad o esclavitud. Saber que no vivimos en una sociedad perfecta no debe significar acomodarse en que las cosas sigan como están, pero la demagogia, el victimismo, o las efervescencias revolucionarias no suelen ayudar a resolver casi nada: cantidad de veces se quedan en puro postureo.

Un nuevo, agresivo y ofensivo feminismo tuvo espacio preferente en el diseño de la gala de los Goya. Además de soflamas puntuales fue, sobre todo, un interminable e inflamado monólogo totalmente ausente de gracia, declamado por una actriz (¿), el que acumuló todos los despropósitos, tópicos y falsedades que a menudo se encuentran en los discursos feministas modernos. Que voces que no representan a nadie y mucho menos ¡a todo un género! hablen en nombre de todo él con esa prepotencia y en un acto público dedicado a otra cuestión como era el cine español de todo un año, me pareció el peor chiste de la noche. Dirigirse de esa manera tan acusatoria a un auditorio formado por trabajadores de toda la escala de la profesión no resulta una amable llamada de atención a cambiar actitudes sino insultante. Me sentí personalmente agredido por esas intervenciones, por eso escribo esto. En esta profesión no hay dos convenios según el género, los caches bajos o desorbitados se dan tanto en hombres como en mujeres. Las escuelas de cine están abiertas para todos y todas ¿en qué país vivimos si no? No cabe en ninguna mente no elegir a una mujer si es mejor que un hombre para una tarea tan especializada como es cualquiera de las relacionadas con un rodaje.

Entre los 105 nominados masculinos se llevaron 18 estatuillas y las (solo) 30 nominadas se llevaron 10 premios, el doble en proporción. O sea, que la rentabilidad de las mujeres en cuestión de premios cinematográficos es superior a la masculina. ¿Algún problema en ello? Me encanta el buen cine lo haga quien lo haga. Sencillamente, el sector tiene problemas más importantes que el de sacar conclusiones acerca de que género gana más premios o el de poner como obligatorias cuotas cuya experiencia en otros ámbitos muy pronto generan situaciones injustas. Y la Academia debería evitar que esos minutos de gloria (tantos, tan ridículos) sirvan para ofender a la profesión, aunque se agiten muchos abanicos.

Claro que las mujeres tienen problemas específicos, pero no es el cine una profesión contra las mujeres. Una mujer, en nuestro democrático país, no es un ser descapacitado que necesite de ayudas especiales para hacerse valer en ninguna profesión, tampoco en el cine.