Manhattan

El hombre que rescató el arte robado por los nazis

Harry Ettlinger: «Nunca me tentó quedarme con una obra de arte». Superviviente de los Monument Men. Fue uno de los enviados a recuperar los tesoros artísticos saqueados por los nazis. En 2014 su historia y la de sus compañeros llegará a los cines

El hombre que rescató el arte robado por los nazis
El hombre que rescató el arte robado por los nazislarazon

LA RAZÓN entrevista a Harry Ettlinger, uno de los integrantes de los Monuments Man. «Nunca me tentó quedarme con una obra de arte»

Las manos de Harry Ettlinger, de 87 años, son grandes y rugosas. Por ellas han pasado un retrato de Rembrandt y otras piezas artísticas que recuperaron los conocidos como «Monuments Men» al final y después de la Segunda Guerra Mundial, es decir, el equipo de las fuerzas aliadas encargado de devolver el arte saqueado a sus legítimos dueños. Habla despacio con un fuerte acento alemán. De ojos claros y complexión fuerte, Ettlinger es uno de los pocos que queda con vida, y nos recibe en su casa de Nueva Jersey situada en el tranquilo municipio de Rockaway. A una hora de coche, lejos del ruido y el tráfago de Manhattan, parece que hubiéramos aterrizado en otro planeta. «Subiendo la cuesta a la derecha», nos indica por teléfono de manera minuciosa para que no tengamos problema a la hora de llegar. «Hay que pasar un control de seguridad», nos advierte después. Una vez en la entrada, el guardia nos permite acceder al recinto cuando le damos el nombre de este judío de origen germano. Se asemeja a un complejo residencial para ancianos. En el hall principal del edificio donde vive Harry Ettlinger juegan al dominó cuatro mujeres de alrededor 80 años cada una. No se inmutan cuando nos ven esperar al otro lado de la puerta de cristal. A paso lento vienen a abrirnos. Nos acompaña hasta sus dependencias y nos sentamos en el salón. Hay fotos de su familia. Recuerdos de sus hermanos, de lo que fue su vida. Y también de lo que podía haber sido.

Empieza su relato. Por el principio: su niñez, sus padres, su huida de Alemania. Explica que el problema era que Hitler quería a los judíos fuera del país y también que ningún otro se mostraba deseoso de acogerlos. Cómo llegaron a Manhattan (Nueva York) en 1938. Después el traslado a Newark (Nueva Jersey). En Alemania eran una familia respetada y acaudalada establecida en la ciudad alemana de Karlsruhe desde 1725 que regentaba una tienda de modas. En Estados Unidos no tenían apenas nada porque salieron con lo puesto. «No pudimos traer dinero, aunque sí algunas pertenencias», explica antes de adentrarnos en la historia de «Monuments Men». Un grupo de 350 hombres y mujeres de 13 naciones diferentes, entre ellos 225 miembros de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Muchos poseían conocimientos de arte. Eran directores de museo, conservadores, historiadores, artistas, arquitectos. Ni conducían tanques ni empuñaban armas. Otros, como Harry Ettlinger, reclutado con 19 años, estaban allí porque sabían alemán. Su misión era sencilla de explicar: recuperar de los nazis los tesoros robados, pero muy complicada, sin embargo, de llevar a cabo. Una noticia le ha devuelto a la actualidad: el llamado «tesoro de Múnich» y el hallazgo de más de 1.000 obras en un piso en de esa ciudad, propiedad de Cornelius Gurlitt. Él asegura que «creo que este es el comienzo. Tarde o temprano sabía casos así como el de este hombre que reside en Munich iban a salir a la luz, y está sucediendo».

El fotógrafo de Hitler

El jefe de Ettlinger fue el comandante Jim Rorimer. Y recuerda cómo llegó a formar parte de este grupo especial: «Abrí la puerta y me topé con un capitán. Él me señaló un escritorio y una silla y dijo: «Este tipo de la mesa de al lado te dirá lo que debes hacer. Así entré en los Monuments Men». De las personas que interrogó Ettlinger recuerda a Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal y coleccionista de arte de Hitler: «No fue fácil pues no existía un registro central sobre determinadas pieza de arte y había, literalmente, millones. Resultaba complicadísimo conocer el nombre y los datos del propietario de cada obra», explica.

Según recuerda, Hitler tenía la intención de convertir Linz (Austria) en capital cultural del mundo. Había planeado un gran museo que nunca llegó a edificarse. Y allí parece que pensaba destinar todo el arte robado. En estos planes, antes de saber cómo iba a terminar la guerra, se interpuso un conjunto de expertos en arte y organizaciones. Antes de que Estados Unidos entrase en la Segunda Guerra Mundial empezaron a identificar obras y monumentos europeos para evitar que cayesen en manos de los nazis. El director del Museo Metropolitan de entonces, Francis Henry Taylor, hizo llegar su preocupación al presidente Franklin D. Roosevelt que creó la Comisión Americana para la Protección y el Salvamento de Monumentos Artísticos e Históricos en Zonas de Guerra en junio de 1943. A ella se refiere nuestros protagonista como punto de partida para hablar de los Monuments Men. Acompañaron a sus Fuerzas Aliadas en el avance en su liberación de los territorios ocupados por los nazis. Al principio, les faltaba supervisión, recursos, inventarios. Sólo contaban con sus conocimientos museísticos. A Ettlinger, le llamaron porque se dieron cuenta de que hablaba muy bien alemán. «Querían que leyese los inventarios de los nazis, que lo apuntaban todo», dice. Y poco a poco fueron saliendo lienzos impresionantes en Alemania, Austria, Italia, ocultas en minas de sal y castillos. Cuadros de Botticelli, Lippi, Bellini, Vermeer, Miguel Ángel.

La favorita de su abuelo

En una de las misiones en las que estuvo el entonces joven sargento hallaron un retrato de Rembrandt. Nos enseña el recorte de periódico que guarda con el cuadro: lo sostiene junto con un compañero y lo mira. ¿Le extrañó darse de bruces con un Rembrandt? «La verdad es que no tanto como pueda parecer porque estábamos literalmente rodeados de obras de arte. La mina estaba llena de tesoros», recuerda. Es más, la obra le era ciertamente familiar porque pertenecía al museo de Karlsruhe, a poca distancia de la casa en la que nació. Él nunca la pudo ver pero poseía un significado especial: era la favorita de su abuelo. Ahora guarda un boceto de una obra que podría haber salido de la mano del holandés. Al menos, a simple vista se parece. Perteneció a su abuelo. Pero, no, no es. Ya ha preguntado en la casa de subastas de Sotheby's. «Hace cuatro años me dijeron que no costaba más de 200 dólares», explica mientras sonríe. «Nunca tuve la tentación de quedarme con nada. Simplemente hacía mi trabajo», recuerda. En las minas de sal en Heilnronn y Merkers encontraron el citado Rembrandt cuya foto, que ya es historia, dio la vuelta al mundo. En Baviera, formó parte del equipo que recuperó 6.000 objetos de arte escondidos en el Castillo Neuschwanstein, la mayoría robados de colecciones privadas de judíos franceses. En mayo de 1945, la 101 División Aereotransportada encontró otro millar de piezas de arte que habían estado supervisados por Hermann Goering, comandante de la Fuerza Aérea.

Dos Murillos que pertenecieron a los Rothschild

ARobert Edsel le empezaron a llamar la atención dos pinturas de Murillo, «Santa Justa» y «Santa Rufina», después de terminar de documentarse para su primer libro «Rescuing Da Vinci» (Laurel Publishing, 2006), una historia fotográfica de los Monuments Men. Tras descubrir dos archivos fotográficos que incluían imágenes de estas obras, a Edsel, que conocía perfectamente ambas, que están en el Museo Meadows de Dallas (Texas), le extrañó que no se mencionara la procedencia nazi de ninguna. No tardó en contratar a Patricia Teter, del Instituto de Investigación Getty, experta en identificar la procedencia de los objetos saqueados. Meses después, se descubrió que «Santa Justa» tenía el código alemán nazi ERR (Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg). En «Santa Rufina», la identificación parecía haberse borrado. El teniente James J. Rorimer fue quien halló «Santa Justa», junto con otras 157 piezas robadas, en un estudio de restauración en Buxheim (Alemania). «Santa Rufina» fue descubierta junto con miles de objetos, entre los que destacan obras de Miguel Ángel y Jan van Eyck. Se cree que estas dos piezas, valoradas en más de diez millones de dólares, podrían haber sido robadas a la familia Rothschild en París en 1941.

El entusiasmo del bigotudo Clooney

La tarea de Ettlinger finalizó en 1946, aunque los Monuments Men continuaron con su misión hasta 1951. Encontraron más de cinco millones de objetos almacenados en más de mil lugares diferentes entre castillos y minas. Ettlinger destaca que su historia está relatada en el libro que firma Robert Edsel, que creó la Fundación Monuments Men para la Preservación del Arte, y en el que se basa la película «The Monuments Men», dirigida y protagonizada por George Clooney. «Las mujeres siempre sonríen cuando les digo que este apuesto actor va a estrenar una película que cuenta nuestra historia», deja escapar Ettlinger. Previsto su estreno para el 7 de febrero de 2014, Clooney se meterá en la piel del conservador de arte George Leslie Stout, reservista de la Marina, uno de los primeros reclutados para la misión, pero para la película han elegido el nombre de teniente Frank Stokes. Matt Damon será el Teniendo James Rorimer, conservador de arte y ex director del Museo Metropolitan, creador de los Cloisters de Manhattan, donde se encuentra arte y arquitectura medieval europea. Bill Murray y John Goodman encarnarán a los capitanes Rich Campbell y Walter Garfield. Cate Blanchett interpretará a la historiadora de arte francesa Rose Valland. Ettlinger indica que «a mí me interpreta un joven actor inglés. Tiene 25 años. Yo era un poco más joven. Hablará así», explica mientras intenta imitar el acento británico en referencia al personaje en la película, Sam Epstein, basado en él y al que dará vida Dimitri Leonidas.