"El vendedor de tabaco": Elemental, doctor Freud
Dirección: Nikolaus Leytner. Guión: Klaus Richter y Nikolaus Leytner. Intérpretes: Simon Morzé, Bruno Ganz, Johanness Krisch. Austria-Alemania, 2018. Duración: 117 minutos. Drama.
«El vendedor de tabaco» trata de conciliar el relato de iniciación adolescente y despertar sexual, con el de toma de conciencia política. Lo hace con suma torpeza: como el arco dramático de Franz, el chico de campo que emigra a Viena para ganarse la vida como aprendiz de un estanquero judío, se produce por exigencias del guión que el espectador puede prever a los diez minutos de proyección, la película necesita un «macguffin» que sirva como catalizador de sus metamorfosis. Como el proceso es traumático, y estamos en la Viena ocupada, viene al pelo que nada más y nada menos que un anciano Sigmund Freud compre habanos en el estanco y se convierta, de forma harto improbable, en su terapéutico interlocutor. Esa ocurrencia, un tanto ridícula, lo es menos gracias a Bruno Ganz, que era capaz de mimetizarse en personajes reales con sorprendentes dotes de camaleón, y que después de ser Hitler en «El hundimiento», se pasa al lado de los vencidos pero dignos con este Freud que se resiste a exiliarse y que interpreta los sueños de su nuevo amigo. La representación visual de esos sueños es igual de decepcionante que los paseos de Franz por los barrios bajos vieneses en busca de su objeto amoroso, una inmigrante checa que ejerce de improbable mujer fatal. La película es tan postiza y gris en su relato de la hipócrita conversión al nazismo de los vieneses, y de la progresiva marginación de su héroe en una sociedad fascista, que firma su propia condena al olvido.