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Fábula contemporánea

La Razón
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Los Globos de Oro 2013 quedarán para la posteridad gracias a una foto improbable: Arnold Schwarzennegger estrechando la mano de Michael Haneke al entregarle el premio a la mejor película extranjera. ¿Dos austríacos que deberían trabajar juntos? ¿Dos sensibilidades diametralmente opuestas que pueden subir al podio de los consagrados sin que les caiga la cara de vergüenza por compartirlo? ¿O una ironía de los organizadores para quitarle hierro a la severidad del autor de «Amor»? Permítanme esta digresión –obvia decir que Haneke debe prepararse un discurso para los Oscar– con el fin de reflexionar un poco más sobre la gran sorpresa de la noche: ¿de verdad «Argo» es la mejor película dramática del año y Ben Affleck el mejor director (recuerden que ni siquiera está nominado para el Oscar)?
En los últimos ocho años, la Asociación de la Prensa Extranjera se ha equivocado en seis ocasiones al predecir la película del Oscar, pero lo cierto es que los que daban a «Lincoln» como ganadora empiezan a dudar. Descartemos de la ecuación a «Los miserables» e intentemos entender por qué el filme de Spielberg ha sido vapuleado por «Argo». ¿Spielberg está muy visto? ¿En su película se habla en exceso, es árida y densa? ¿Ben Affleck cae mejor? ¿Se ha querido apostar por un cineasta novato que, en el seno de la industria, se preocupa por la calidad de los resultados sin perjuicio de sus perspectivas comerciales?
Puede haber razones políticas, si nos ponemos conspiranoicos. Es obvio que «La noche más oscura» estaba condenada a galeras, dada la controversia que ha generado la ambigüedad con que retrata los expeditivos métodos de la CIA para cazar a Bin Laden. ¿Qué es lo que diferencia a «Lincoln» de «Argo»? El filme de Spielberg presenta al primer presidente republicano de EE UU dejándose la piel para abolir la esclavitud. Un hombre en solitario hace de su ecuanimidad un sayo para publicitar la idea del paradigma de país democrático. El escenario de «Argo» es muy distinto: que unos cuantos empleados de la embajada americana en Irán se salven del linchamiento público no depende tanto del sentimiento democrático estadounidense sino del heroísmo de un solo hombre, promovido por la hostilidad que muestran los iraníes. Si Spielberg nos habla de la honestidad de los valores políticos, «Argo» nos habla de su ambivalencia: en la película de Ben Affleck vale más el «sálvese quien pueda» que apelar a la protección patriótica. Y eso la convierte, claro, en una fábula contemporánea, con la que es muy fácil identificarse.