Festival de Cine de Gijón: 75 minutos eternos
Es un insulto al cine llamar película a «En attendant les barbares», dirigida -sólo su familia debe considerarle director- por Eugène Green.
Es un insulto al cine llamar película a «En attendant les barbares», dirigida -sólo su familia debe considerarle director- por Eugène Green. Estreno mundial aquí, muy difícil que pase por algún cine del mundo. Nunca setenta y cinco minutos resultaron tan eternos.
Es un insulto al cine llamar película a «En attendant les barbares», dirigida -sólo su familia debe considerarle director- por Eugène Green. Estreno mundial aquí, muy difícil que pase por algún cine del mundo. Nunca setenta y cinco minutos resultaron tan eternos. El llamado director asegura que es un film para festivales y de hecho de aquí va a Turín. Mientras haya directores de festivales dispuestos a pagar viajes y mantenimiento a director y un conjunto de actores y actrices, estupideces como ésta estarán presentes.
La suiza «El orden divino», de Petra Volpe, es un producto con una crítica amable al tópico de lo bien que se vive en Suiza y su espléndida democracia. Nos cuenta que hasta finales del siglo XX no votaba más de la mitad de la población debido a que no existía el voto de la mujer. A través de la experiencia de un ama de casa, con los fogones y la limpieza del hogar, comienza a cuestionase todo gracias a la presencia de una sobrina que hace que ella vea la realidad. Un film que será apreciado especialmente por el público suizo, quienes aguantaron tanto tiempo sin hacer nada, también cuenta con otros espectadores.
Aburrimiento tremendo con «Les fantômes d’Ismaël», de Arnaud Desplechin, film inaugural del último festival de Cannes. Una película que, sin razón aparente, va de adelante hacia atrás, con los correspondientes flashbacks, anunciados en los rótulos. En un ambiente cinematográfico cuyo protagonista es director de cine, con un gran amigo que está presente en todos los festivales que dedican homenajes y retrospectivas. Con una mujer que muere, un hermano que muere, pero no están muertos y líos similares que provocan el tedio durante dos horas y cuarto. Lo que resulta increíble es que un buen actor, como Mathieu Amalric, tenga un éxito con las mujeres superior a una mezcla entre don Juan y Casanova. Un film a olvidar.