Hugh Jackman, un cordero con piel de Lobezno
Derrochó simpatía en San Sebastián, donde presentó «Prisioneros», de Villeneuve, que ya suena con fuerza para los Oscar
Derrochó simpatía en San Sebastián, donde presentó «Prisioneros», de Villeneuve, que ya suena con fuerza para los Oscar
Fuera de la pantalla interpreta a un chico modesto que llegó a Estados Unidos desde Australia. La tierra de las oportunidades le dio la de cantar, bailar, actuar y... hasta presentar los Oscar. Lo cierto es que resulta bastante convincente. En apenas 16 horas en San Sebastián tuvo tiempo de montar en bicicleta, bañarse en el mar, tomarse pinchos, atender sin descanso a la Prensa y agradecer el Premio Donostia que le concedió el festival: «Significa mucho para mí. Estoy emocionado. Mi mujer ganó la Concha de Plata en los años 90 como actriz, así que lo conocía a través de ella. Me da mucho orgullo estar en esa misma categoría», aseguró el intérprete sobre su esposa, la también intérprete australiana Deborra-Lee Furness. Pero, además, presenta fuera de concurso «Prisioneros», el «thriller» con el que encabeza la taquilla norteamericana y gracias al que su director, Denis Villeneuve, acaba de consagrarse en el certamen, pues también presentó a concurso «Enemy», la favorita en todas las quinielas para hacerse con el premio gordo. El canadiense, aclamado en todo el mundo por «Incendies», reinventa el género hasta el punto de crear una tensión extrema durante las dos horas y media de película y, a la vez, dar lugar a grandes duelos dramáticos como los de Jackman y Jake Gyllenhaal, que también protagoniza la otra cinta. «Se trata de un individuo contra el sistema interpretado por Jake; es una lucha que ocurre en todo el planeta, pero especialmente en EE UU», asegura. Y es que encarna a un padre católico de férreas convicciones religiosas que un día se tambalean cuando, al haber desaparecido su hija pequeña de casa, ve cómo la Policía suelta al principal sospechoso. Además de continuos giros dramáticos, la cinta somete al espectador a un dilema moral constante.
Hugh Jackman alaba el buen hacer de Villeneuve: «Me gusta estar en su película. El guión me llegó un año antes de que se uniese y acepté encantado cuando supe que iba a ser el director. En el texto vi una mezcla entre un "thriller"muy ambicioso y, por otro lado, poco convencional. Hace que pienses, resulta emocionante y conmovedor. Denis es listo, entiende el lenguaje de las películas y quiere hacer cosas que marquen la diferencia. Estoy convencido de que va a llegar lejos», añadió. Y él, ¿dónde quiere llegar? Está en el momento «con mayor capacidad de decisión» de toda su carrera, por eso se ve en el teatro, el ejercicio que «engrasa los músculos del actor», pero no tiene tan claro que vaya a repetir como Lobezno: «Hubo un momento, hace tres o cuatro años, cuando pensé que se había acabado, pero después me di cuenta de que no había conseguido ni la mitad de lo que podía lograr del personaje. Y me entraron ganas de hacerle justicia. Curiosamente, ahora me ofrecen pelis más distintas. Me encanta elpersonaje de Lobezno, aunque ahora disfruto de la variedad, no voy a volver a él por volver, necesitaría una buena razón», aseguró. Cierto que la última entrega de la saga del mutante de las garras de adamianto está bien reciente: este verano llegaba a nuestras pantallas «Lobezno: inmortal», inspirada en un clásico de los cómics Marvel de Frank Miller, y recibida con tibieza por la crítica, aunque en taquilla cumplió con lo esperado. Jackman tiene muy claro que el hecho de dedicarse a hacer películas de éxito no le convierte en un divo y pone como ejemplo esta visita a la ciudad vasca: «Me ofrecen buenos hoteles, coches de lujo, pero si uno no hace nada más, se va del país sin tener la sensación de que lo haya disfrutado. Por eso esta mañana he cogido la bici, me he ido al mar...y ya sé que no me voy a olvidar de esta ciudad. Soy de los que, si le ofrecen ir a cenar, escoge el sitio, porque me leo las guías de viaje», terminó.
ETA se cuela en la alfombra roja
Tan buenas intenciones tenía, tanto quería agradar, que por poco estropea todo el buen trabajo que desde que puso un pie en San Sebastián había hecho para agradecer la distinción a admiradores, periodistas y organización del Festival. En la algarabía de la alfombra roja, poco antes de recibir el Premio Donostia, Jackman fue exhortado por un hombre que le pidió que sujetara un cartel. Él, que pocas peticiones había negado (firmó autógrafos y se hizo fotos a raudales), se mostró excesivamente confiado. Sin saber que se trataba de una pancarta que pedía la amnistía para los presos de ETA, accedió a los deseos del anónimo. Así posó durante breves instantes, hasta que un asesor del actor se lo quitó. Lo dicho: guapo, sí; ingenuo, también.