Imanol Arias: «Soy un burgués anarquista y liberal»
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Inaugura una exposición de fotografías solidarias en San Sebastián inmerso en el rodaje de «Cuéntame»
Imanol Arias ha pasado fugazmente por el Festival de Cine de San Sebastián para inaugurar una exposición fotográfica que seis actores españoles, él incluido, han realizado para colaborar con la fundación Aladina. Son fotos expuestas en el hotel María Cristina y captan el tiempo, la infancia y la solidaridad. También están colgadas, para que la gente pueda votar, en la plataforma www.instagramersgallery.com La marca relojera JaegerLeCoultre convertirá los votos que sume la foto ganadora en euros y ese dinero irá destinado a Aladina.
Delante de sus seis fotos, que en realidad hizo su pareja, Irene Meritxel, Imanol Arias nos habla de sus vacaciones de verano rodando una película, «Anacleto, agente secreto», el cómic de Vázquez de los setenta, con Quim Gutiérrez, y ahora está en pleno rodaje de «Cuéntame». Van por el año 1983, una época que el actor vivió con intensidad y en la que pasó mucho tiempo acodado en la barra del bar el Sol de la calle Jardines, uno de los templos de la movida madrileña.
-Le recuerdo apoyado en la barra del Sol a las 5 de la mañana en aquellos años 80.
-Tengo el carné número 14 del Sol, se vivía más rápido y teníamos mucha ilusión porque España se estaba desarrollando. Pasé muchas horas apoyado en esa barra de bar porque ahí quedaba para hablar y ver a la gente, muchos ya no están y yo me libré de muchas cosas.
-¿Ahora lo vivirá con sus hijos?
-Tengo dos, el mayor es músico, y a veces toca en el Sol, es el que nos escogía la música del programa «Un país para comérselo», y el pequeño apunta maneras de actor. Yo tuve mucha oposición por parte de mi familia para ser actor en esa época: si no les gustaba te invitaban con 18 años a buscarte la vida. A los 19 salía de mi casa.
-¿Se tira muchos cubos de agua por los demás?
-No se trata de comprar y vender, sino de iluminar las partes oscuras. Tengo problemas con el sistema, creo que soy un burgués anarquista y liberal. Uno puede vivir utilizando el sistema o puede vivir dándole al sistema un poco de atención y aprendiendo. Hablo de solidaridad desde el lado de dar, no de recibir, y en estos momentos es una forma de entender el mundo y de seguir viviendo con ilusión. Lo aprendí de pequeño criándome en el País Vasco, donde la gente se ayudaba, y no entiendo el mundo si no es con acuerdo entre los que mandan y con amor entre los mandados.
-¿Vicente Ferrer es su referencia?
-Me he mimetizado totalmente con él y ha sido un ejemplo para mí. Es muy difícil sentirse una llama viva como era Vicente Ferrer, él decía: «No discutamos, no me presentes el proyecto, hazlo». Eso tiene un lenguaje que conecta con la gente
-¿Al margen de creencias religiosas?
-Sí, porque él decía que la religión está en uno mismo. El problema son las estructuras, no el hecho religioso en sí. Vicente decía que no había evangelizado a nadie en la India, que se había evangelizado él. No discutía de religión y menos en un país que tiene más de 950 deidades religiosas y que curiosamente nunca ha tenido una guerra religiosa, y teniendo en cuenta que en India hay 800 millones de pobres endémicos, jamás han invadido a nadie por religión.
-Y ahora estamos viviendo varias guerras religiosas.
-Aparentemente religiosas, lo que es brutal y está cambiando Oriente Medio. Creo que se pone la religión como excusa, muchas veces son los líderes religiosos los que enquistan los conflictos en vez de solucionarlos. Afortunadamente, ahora los católicos tienen un Papa que se dedica a lo contrario, a no dividir a la gente y si se le escuchara oiríamos cosas muy interesantes.
-¿Y eso le hace colaborar con la fundación Aladina?
-La solidaridad es igualamiento, es intentar entender a la persona que recibe la solidaridad, y creo que Aladina lo hace muy bien; pertenezco a Unicef y estoy muy involucrado en la fundación Vicente Ferrer. Son experiencias que me nutren la vida y tampoco dependen tanto de mí porque los que trabajan son los que están en ellas. Y creo que el gran avance de Cáritas es que no es caritativa sino solidaria, porque lo caritativo desprecia tu posición y tu cultura y la ayuda es la mínima.
-¿Quedarse sin pueblo –Riaño fue anegado por un pantano– le hizo ser un hombre global?
-A lo mejor al quedarme sin pueblo lo que hice fue buscarme la vida. Nuestra lengua es tan extensa que mi pueblo ahora empezaría aquí y terminaría en Río Bravo. No tengo un sentido de la patria concreto porque me siento argentino, uruguayo, donostiarra, madrileño, catalán y especialmente latinoamericano, y eso quizá sea porque la lengua es prodigiosa.
-¿Es caprichoso con los relojes?
-Pues no mucho, la verdad, hubo una época en la que me compré un buen reloj, precisamente un reverso de Jaeger LeCoultre al que doy cuerda y tiene ocho días de almacenamiento de cuerda. Lo que me gusta es la lucha entre la tecnología manual y exquisita y la tecnología del reloj que llevaremos en la muñeca izquierda al que iremos preguntándole cómo llegar a casa o cuánta gasolina le pongo al coche.
-¿Y caprichoso en general?
-Materialista no, quizá algo caprichoso de pocas cosas pero no derrochón. Ya estoy en otras cosas, tengo 58 años y ya no espero nada más que estar enamorado, no quiero hacer canadas. Estar enamorado tiene que ver con vivir y tener una compañía, consiste en que hay una parte de mi vida que la deposito en Irene y así llevamos cinco años felices.
-¿Cómo se informa de la actualidad?
-Tengo una tableta que me ha cambiado la vida porque allí almaceno lecturas, reportajes y anotaciones, aunque sigo llevando mi Moleskine de papel. No utilizo la telefonía viciosamente, apenas hablo por teléfono porque no me gusta, lo uso para quedar y ahora he aprendido a contestar mensajes.
-¿No tiene perfiles en las redes sociales?
-Hay una parte exhibicionista en todo eso que yo no uso, sólo tengo Instagram para poner fotos. Sé que hay una parte importante de información y de exhibicionismo y ésa me sobra. Me sobra exhibición y me sobra información.