La guerra se libra hacia dentro
Los creadores de «Handia» retratan la vida de un «topo» que estuvo 30 años encerrado durante el franquismo en «La trinchera infinita».
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Los creadores de «Handia» retratan la vida de un «topo» que estuvo 30 años encerrado durante el franquismo en «La trinchera infinita».
La guerra es solo el principio del miedo, como el dolor se prolonga siempre (y con más virulencia) después del instante en que se forma la herida. «La trinchera infinita» es la historia de 40 años de miedo en este país, un temor enquistado que hace a unos sospechar de otros después de la gran hecatombe de la contienda civil. El filme arranca, como tantas veces ocurrió en los dramas íntimos de la guerra, con una redada en medio de la noche. Higinio, sindicalista de un pueblo malagueño, se ve obligado a abandonar su casa en 1936 y huir al campo en una persecución de infarto con los nacionales. A los pocos días regresa al hogar, pero para encerrarse y ocultarse durante más de 30 años, primero con la esperanza de una victoria de izquierdas, luego confiando en una invasión extranjera de España y, finalmente, suspirando por la muerte de Franco. Solo su mujer y un hijo que ni siquiera sabe si es suyo le servirán de ayuda en su zulo hogareño.
«Es y no es una película sobre la Guerra Civil –comenta Jon Garaño, que codirige el filme junto a Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga–. Habrá gente que espere una cosa u otra al hablar de esa etiqueta. El peso de la guerra y la posguerra están ahí presentes, pero...». Goenaga retoma el hilo: «Para nosotros es importante el carácter alegórico de la historia, más allá del contexto y de ser un testimonio de esa época. Queríamos hablar del miedo en general. Se trata de una sensación que al principio tiene una fuente más clara (la guerra), pero que poco a poco se va convirtiendo en algo mucho más interior y personal. Nos interesaba ese viaje de Higinio y poner al espectador en la tesitura de verse reflejado en sus propios miedos».
De norte a sur
El documental «30 años de oscuridad» (2011) puso a los creadores de «Handia», galardonada con 10 premios Goya, en esta órbita extraña de los «topos» que, especialmente en Andalucía, vivieron años y hasta décadas enclaustrados por temor a la represión. En base a esas historias, decidieron dar el salto hacia el Sur tras una carrera netamente vasca. «Era natural llevar la acción allí, y confíabamos en los actores para que ellos aportasen lo que a nosotros nos faltaba, no solo el acento sino el referente de sus vecinos, sus familiares. Este era un viaje en el tiempo pero también geográfico», apunta Goenaga. El miedo a que la historia cojeara de autenticidad estaba ahí, pero el trabajo de Antonio de la Torre y Belén Cuesta ha ido más allá de lo actoral, trascendiendo a lo etnográfico y dialectal. «Teníamos debates muy apasionados, pero todos remábamos en la misma dirección. Yo cada vez me iba poseyendo más del espíritu de mis antepasados», reconoce riendo De la Torre. Lo importante era, añade Arregi, que, con veracidad minuciosa, «el espectador viva la evolución externa desde el punto de vista de alguien que se ha quedado en su casa congelado. Higinio envejece con la propia dictadura».
«La trinchera infinita» logró los premios a mejor dirección y guión en el Festival de San Sebastián. Rozaron la Concha de Oro y no niegan sus directores que al principio «nos dio pena». En los Goya, seguro que estarán luchando en varias categorías, como estará nominado De la Torre que, el año pasado con «El reino» se quitó un peso de encima: ganar por fin el «cabezón» a mejor actor principal.