«La parte de los ángeles»: Picaresca «British»

Aunque da la impresión de que en las películas de Ken Loach la crisis dura desde que el hombre es hombre, sus crónicas militantes sobre la supervivencia de los desfavorecidos en un sistema que ha aplastado sus ilusiones pueden calar más hondo en momentos como éste. Sobre todo si, como es el caso, se presentan en formato comedia amable, con la clase obrera haciendo suyos los métodos de ahorro de Robin Hood -esto es, robar a los ricos para dárselo a los pobres-, inmersos en un ambiente -la cata y subasta de whiskies de coleccionista- del todo improbable para lo que esperamos del realismo social británico. Dedica el primer acto de «La parte de los ángeles» a presentar las tópicas dificultades que ha de superar su héroe para obtener el premio de empezar desde cero. Donde, eso sí, Loach y Laverty echan los restos es cuando el filme se convierte en comedia picaresca, fábula condescendiente -estilo «Full Monty», pero más inverosímil: ¿un ex camorrista metido a somelier?- y calculado ejercicio de manipulación que toca los resortes para que el público ría y llore tratándoles como títeres. Como si Loach fuera de la patronal, vaya.