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La pasión prohibida de Mario Casas

Épica e intensa. Así define su director a «Palmeras en la nieve», la gran superproducción española del año.
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Épica e intensa. Así define su director a «Palmeras en la nieve», la gran superproducción española del año.
Lograr esa magia netamente cinematográfica, químicamente pura, de agarrarte del brazo y transportarte a través del tiempo y el espacio a otro mundo y otra época, hasta el punto de sentirte envejecer al ritmo de los protagonistas, requiere, no nos engañemos, ambición y dinero. En eso consiste el mismo concepto de superproducción, un bien que escasea en el cine español, pero que este año tiene como máximo (único) representante este «Palmeras en la nieve» que es, además, la segunda cinta más cara del año: 10 millones frente a los 12 de la animada «Atrapa la bandera». Mario Casas, protagonista del filme, la define como «una película clásica, épica, de las de antes, algo a lo que en España no estamos tan acostumbrados». Y es que el cine patrio no suele indagar, con profusión de medios (miles de extras, localizaciones excepcionales...) y sin complejos de inferioridad, en nuestra propia historia. Por eso «Palmeras en la nieve» es la gran apuesta del año para Atresmedia Cine, Warner y Nostromo.
Todo parte de la exitosa novela homónima de Luz Gabás, quien retrató (rescató casi, a tenor del olvido en el que ha caído nuestra historia colonial) la memoria de quienes viajaron a la Guinea española para ganarse el pan. En «Palmeras en la nieve» (la película) un joven de los valles pirenaicos, Kilian (Mario Casas), emprendé el viaje de su vida, un camino hacia la isla africana de Fernando Poo (hoy Bioko) en el que, a medida que crece como persona y como trabajador en el negocio del café, tendrá que defender sus sentimientos por una hermosa guineana (Berta Vázquez) en una sociedad cerrada, estrictamente colonial. La historia de Kilian se desarrolla a caballo de los años 50 y 60, pero la acción arranca en la actualidad, con la sobrina del ya anciano Kilian (Adriana Ugarte) que, tras descubrir una carta, decide viajar a Guinea para desentrañar el misterio familiar.
Intensidad total
Fernando González Molina fue el elegido para llevar a la gran pantalla una historia de pasiones encendidas, revelaciones y marcos incomparables. Artífice de populares éxitos juveniles («Tres metros sobre el cielo»), da un giro a su carrera con un filme de público muy amplio y vocación totalizante: «Mi manera de entender el cine es muy épica, emocional, intensa y operística», asegura. Todo ello queda reflejado en «Palmeras en la nieve», el producto que le ha ocupado durante los últimos cuatro años de su vida: «Los productores creyeron en las posibilidades de la historia y en mi manera de entenderla. He sentido que tenía una oportunidad única y tenía que estar entregado al cien por cien. Por eso, también me he sentido responsable, pero no bloqueado. Creo que la película se parece bastante a lo que había soñado. Por ese lado estoy tranquilo, pero al mismo tiempo estoy nervioso porque es una cinta que necesita que mucha gente vaya al cine para recuperar el dinero invertido. Además, me parece que lo que pase con ella es lo que habrá pasado con estos cuatro años de mi vida».
El notable esfuerzo de ambientación ha contado con la implicación de todos. Para la gran comunidad de «Palmeras en la nieve» llegó un punto en que el propio rodaje se convirtió en la aventura de Kilian y compañía. «Fue increíble cuando llegamos a Canarias, donde se recreaba la finca de Sampaka, y sentías en ese poblado que, mirases donde mirases, estabas dentro de “Palmeras en la nieve”», señala Casas. Él es el centro de la trama, el personaje de mayor desarrollo y calado. El actor, surgido como fenómeno juvenil pero madurado al amparo de grandes directores como Álex de la Iglesia o Alberto Rodríguez, asegura haber «crecido» junto a Fernando González Molina. «Y aunque la confianza da asco, cuando se grita ‘‘acción’’ yo estoy hecho completamente para el director». Casas ve a Kilian como un «personaje idílico, muy al estilo de los héroes clásicos con principios y valores sanos. A mí me gustaría crecer con esa bondad». El actor ha tenido que hacer un esfuerzo extra para retratar al joven Kilian que llega, al inicio del metraje, a Fernando Poo. Los años y los palos irán mitigando su ingenuidad, pero sin abatir el poso de honestidad y pureza de este español rodeado de ásperos negreros y broncos burócratas de la colonia.
Una de las bazas de «Palmeras en la nieve» es la capacidad de seducción del ambiente colonial: los cafetales, las fiestas en las mansiones de los pudientes, el baile en la veranda, el trajín de las mercancías exóticas en los puertos, los salacots... Una fascinación que no ahoga los gritos de la población autóctona. «Palmeras en la nieve» no obvia los maltratos sufridos por los negros de la colonia, las vejaciones de la autoridad. «Es interesante que se conozcan todos los lados de esta historia –defiende el director–. La crítica de la película no ahonda mucho en eso porque es evidente que está mal, pero también queríamos contar la vida de mucha gente que tuvo que dejar sus casas para ir a trabajar a Guinea. Para mí como director tenía un atractivo brutal contar todo eso, lo bueno y lo malo».
Incluso para una superproducción de este calibre resultó imposible rodar en los escenarios originales. Guinea vive aún hoy bajo un regimen dictatorial que no mira con buen ojo todo lo que llega desde España. En Colombia se ha recreado la isla de Fernando Poo, con sus inmensas cascadas y playas vírgenes, mientras que en Canarias se rodaron las escenas de la vida laboral y social en la finca de Sampaka. Huesca, el Pirineo oscense, es la única localización exacta. Y es que «Palmeras en la nieve» no se entiende sin el reflejo gélido y ventoso de Huesca, de España, el lugar del que sale Kilian en los años 50 y el punto desde el que parte, medio siglo después, Clarence, su sobrina, para descubrir el gran amor que su tío dejó en Guinea.
Los miedos de Clarence
A este personaje lo interpreta Adriana Ugarte quien, a diferencia de «El tiempo entre costuras», la serie de televisión que la catapultó a la fama, no se enfunda en el traje colonial sino que representa a los legatarios de aquella historia: «Clarence es muy distinta a los personajes que había construido hasta ahora, vive bastante acomodada consigo misma y no sabe exteriorizar el miedo y la pasión. Poco a poco, casi por la propia violencia de la vida, se irá desembarazando de las cadenas, pues al salir de su entorno el huevo se rompe. Aunque los intrrogantes den tanto miedo y te enfrenten a un medio físicamente hostil y emocionalmente vulnerable, creo que hay que enfrentarse y lanzarse porque nada hay más desesperanzador que vivir con la duda de lo que fue».
González Molina y todo el equipo de rodaje esperan precisamente que los españoles no se queden con la duda de los misterios que guarda «Palmeras en la nieve», una película «basada en miles de historias, recuerdos y secretos» (así lo publicita el tráiler) de los compatriotas que se fueron a la colonia y hubieron de regresar tras la independencia de Guinea en 1968. «Indiferentes no se van a quedar, es más, estarán pegados a la butaca», promete Mario Casas.