«Laylam», una buena carta de presentación para inaugurar Gijón
El Festival de Cine proyectó también la esperada y decepcionante “El nacimiento de una nación”
Hoy sábado comienza la edición número 54 de un festival de cine que al igual que muchos festivales que cambian de nombre, continúan con la numeración de las ediciones, dado que es el de la ciudad. Gijón comenzó como Festival de Cine para niños y llegó a ser el número uno mundial en dicha especialidad. El único certamen que no sigue esta norma es el de Sevilla, que ha cambiado en varias ocasiones de temática y que cada vez ha iniciado la cuenta.
Gijón cuenta este año con quince largometrajes a concurso y un sinfín de cortometrajes con su correspondiente jurado. El festival se inaugura con la holandesa “Laylam”, de la directora Mijke de Jong, filme que recientemente ha recorrido varios festivales internacionales antes de recalar aquí. Película con cierta originalidad, ya que la protagonista femenina tiene el papel de aparecer como integrista y amante del burka.
Busca al mismo tiempo realizarse como mujer dentro del islamismo. Pero claro, es una película moderna que,gracias a las cámaras digitales, abusa de los primeros planos con lo que no sabemos dónde están los personajes, al tiempo que empiezan a suceder cosas raras, como las veces que cambia de coche el protagonista sin que sepamos de dónde salen tantos vehículos. Lo más grandioso, este mismo tipo con barba y pinta seria de integrista y ella con su burka, dicen -en Bélgica- “nos vamos a Amán”. Plano siguiente, en Ammán.La cinta posee cierto interés a pesar de la torpeza de la autora que nos permite adivinar que se va a cometer un atentado terrorista. Y, por supuesto, la película -es cine moderno- no termina o, lo que viene a ser lo mismo, termina porque sí.
También a concurso, “El nacimiento de una naciçon”, escrita, producida, dirigida e interpretada por Nat Parker, película que también ha recorrido numerosos festivales y más de un espectador habrá advertido la temeridad que supone repetir el título de una gran película clásica de D. W. Griffith. La de Parker carece de ritmo, es reiterativa, avanza poco, demasiado larga (dos horas que se hacen un poco pesadas), con un final que recuerda la cinta de Edward Zwick “Tiempos de gloria”, rodada hacia 1988.