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Lluís Homar: «Almodóvar no es el demonio»

Publica «Ahora empieza todo», su libro de memorias atípico en el que se sincera y hace balance de su vida a los sesenta
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Publica «Ahora empieza todo», su libro de memorias atípico en el que se sincera y hace balance de su vida a los sesenta.
Llega un momento de la vida en que se empiezan a ver las cosas con un poso de tranquilidad. La experiencia que proporcionan los años de batalla, de éxitos y caídas, te otorgan una madurez para echar la vista atrás y ser capaz de reconocer los aciertos y los errores. El actor Lluís Homar, a sus 60, se encuentra en él y «Ahora empieza todo» (Now Books), su libro de memorias –hecho en colaboración con el periodista Jordi Portals– es la constatación más clara. «He encontrado las herramientas para conectarme conmigo y, sobre todo, con el otro», asegura.
–Se ha abierto en canal...
–Este libro me ha enseñado a ver lo que hay dentro de mí. Por falta de autoestima hice un recorrido en mi vida intentando construir un yo distinto, dejándome de lado. Ha sido un trabajo de vuelta hacia a mí mismo.
–¿En qué momento cambia de querer ser el mejor como Marlon Brando a ver que lo que importa realmente es ser feliz con lo que hace?
–Tampoco me gusta la idea de ser feliz. La vida no tiene que ser feliz, ha de ser plena. Porque feliz parece que dejas de lado las cosas malas, y este es un concepto equívoco. La plenitud invita más a recoger lo que hay. No es algo que se produzca de hoy para mañana. Es un proceso, mínimo, de cuarenta años.
–¿Se tiende a idealizar la imagen de la persona pública?
–Totalmente. Hay una parte de la profesión muy jodida. Hoy trabajas y mañana no. Hay una precariedad muy importante. Este libro es justamente querer compartir que al final todos tenemos una persona dentro y nadie, absolutamente nadie, es más que otro.
–Durante toda su carrera ha luchado con el ego, ¿es el mayor enemigo de un actor?
–El problema es cuando se impone y es el que rige tu comportamiento y tus objetivos. Yo lo que he aprendido en estos años es generosidad, humildad, y sobre todo, espíritu de servicio. Cuando empecé en el Teatre del Lliure nosotros éramos un teatro con vocación pública. Me he criado con esos principios, pero a veces necesitas que los demás te consideren para creer que eres alguien. Por suerte he tenido personas que me han ayudado a saber discernir.
–¿Qué ha significado para usted el Lliure?
–Tengo un vínculo emocional que será para toda la vida. Empecé allí con diecinueve años y salí de él después de veintitrés vinculado a diario. Ahora no soy nada de él, pero siempre tendrá una significación muy especial para mí.
–Allí ha pasado sus mejores momentos, pero también alguno de los peores.
–Sí, fue muy duro cuando lo que se supone que era mi familia adoptiva prescindió de mí.
–Su gran entrada en el cine se la dio Pedro Almodóvar, pero cuenta en un capítulo que trabajar con él ha sido el cielo y el infierno...
–Es verdad que el capítulo se llama «Del cielo al infierno», pero no pretendo decir que Almodóvar es el demonio y que yo soy una víctima. Yo me siento corresponsable. El infierno también lo vivo por mis expectativas, por lo que yo aspiro y por lo que yo espero. No pretendo tampoco hacer una valoración de cómo trabaja. Es mi historia subjetiva, pasada por mi fragilidad y mis condicionantes personales.
–Narra que en el rodaje de la segunda película tuvo que tomar Valium para soportarlo.
–Sí, pero la primera experiencia fue maravillosa. En la segunda hubo un desencuentro entre él y yo. Él tenía unas expectativas respecto a mí que no veía cumplidas. Es una persona muy exigente y sabe muy bien lo que quiere, y si no lo tiene, mal. Realmente fue complicado, pero insisto en que no es el demonio. Yo le tenía a él en un pedestal y para mí era muy importante que considerase que yo podía ser protagonista de una de sus películas. En el momento en que se vino abajo me dio mucha pena, pero considero que el problema es mío, porque pongo todo en manos del otro. Lo que ha pasado es lo mejor que podía haber pasado.
–¿Se ha sentido minusvalorado en su carrera cinematográfica?
–No, en absoluto. He vivido muchas cosas bonitas. El cine me ha permitido viajar y trabajar con gente maravillosa. Me han dado el Goya, el Gaudí... Sería muy injusto quejarme. El cine me hizo renacer en mi momento más difícil en el Lliure.
–¿Teatro o cine?
–El teatro me permite trabajar en lo que yo quiero, decidir con quién, qué obras y qué personajes. En cine y en televisión me proponen y yo decido sí o no. Pero me puedo entusiasmar con cualquiera de los dos. Si puedo elegir, elijo lo que realmente me emocione.
–¿Ahora empieza todo?
–Sí. Cumplí 60 años en abril. Siento que estoy en un momento de madurez. No tengo nada resuelto y acepto que las cosas no tienen solución, pero tengo las herramientas para cuando vengan las tempestades. Puedo decir que lo que pasa es lo mejor que puede pasar, y con ello saborear el tesoro más grande que tenemos: la vida.