Polanski entre dos mujeres
El director polaco, en el punto de mira del #MeToo, regresa con «Basada en hechos reales», un «thriller» psicológico que adapta la exitosa novela de Delphine de Vigan sobre el proceso de vampirización de una fan que se inmiscuye en la vida privada de una escritora con un bloqueo creativo.
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El director polaco, en el punto de mira del #MeToo, regresa con «Basada en hechos reales», un «thriller» psicológico que adapta la exitosa novela de Delphine de Vigan sobre el proceso de vampirización de una fan que se inmiscuye en la vida privada de una escritora con un bloqueo creativo.
El terror de puertas adentro. No ese miedo supernatural, motivado por un ente o un ser fuera de nosotros, sino el pánico incontrolado que va creciendo dentro, desde una inquietud cotidiana e imperceptible hasta la ansiedad más extrema, el principio del delirio. Nadie como Polanski ha sabido narrar en imágenes el desmoronamiento de la psique bajo presión, el «thriller» que nos habita: desde los inestables planos cenitales de «El cuchillo en el agua» (1962), con el agobio y el calor del camarote, el juego de una navaja entre los dedos, a la congoja del cuerpo que alimenta a su propio enemigo («La semilla del diablo», 1968). Con el tiempo, Polanski, director de habitaciones cerradas («El pianista» y «Chinatown», dos piezas mayores, se escapan ligeramente, pero no tanto, de este aserto), fue haciendo más sutil, más cotidiano, su retrato de la personalidad neurótica de nuestro tiempo (que diría Karen Horney). Ya no estamos en «Repulsión» (1965) o «El quimérico inquilino» (1976), sino en «Un dios salvaje» (2011) y «La venus de la pieles» (2013). Ahora el infierno no nos nace tanto de dentro como se genera al contacto con los otros. Polanski, haciéndose mayor, ha socializado su idea de incomodidad, se ha vuelto más cruel, más agrio. Era cuestión de tiempo que Delphine de Vigan y «Basada en hechos reales» se cruzara en su filmografía. Bien visto, estaba cantado.
Al menos eso pensó Emmanuelle Seigner, su esposa. «Me entregó la novela y me dijo: ''tienes que leer esto, podría ser una película''. ¡Tenía razón!», asegura el polaco. En principio porque Polanski, con variantes, ya había tratado este juego de dominación, de manipulación, de identidades cruzadas en el entorno artístico con «El escritor» (2010), incluso de vampirización que entroncaría con sus orígenes («El baile de los vampiros», 1967); y, para continuar, porque los mimbres para el guión eran (son) de altura: «Basada en hechos reales», la novela de la escritora Delphine de Vigan que es una de las cumbres de la autoficción tan en boga en Europa.
Con tintes de «Misery»
De Vigan ya era célebre (su atormentada «Nada se opone a la noche» arrasó en 2011) cuando decidió envolver sus propias circunstancias vitales de una historia inventada con tintes del «Misery» de Stephen King. La narración de una escritora (Seigner, en el filme) de éxito paralizada ante el reto de escribir una nueva novela que encuentra en una misteriosa e inteligentísima joven (Eva Green) un apoyo y una confidente. El problema es que, al abrir la puerta a una desconocida, Delphine pacta con el misterio de otra vida y una serie de aspiraciones y motivaciones que desconoce. ¿Qué quiere Elle de Delphine? De esa pregunta surge el «thriller», con la amenaza de la suplantación, casi siempre de puertas adentro de una buena casa burguesa de París: «Teníamos que dotar a los personajes de cierta ambivalencia, provocar duda, incretidumbre y sospecha en el espectador –explica Polasnki–. Eso me recuerda a los espectáculos de títeres de cuando era pequeño, en los que los niños estaban a la vez paralizados de miedo y de alegría, la intriga siempre se desarrollaba como temía, pero también como esperaba. Recrear para adultos esa sensación me resulta divertido». Es decir, manipularlos, acongojarlos a través de las dudas y recelos crecientes de Delphine a medida que su dependencia de otra persona va siendo mayor. El propio director entiende este filme como un «continuum» de su obra: «Me atrajeron los personajes y esas situaciones peculiares en las que se encuentran. Son ciertamente temas que ya he explorado anteriormente en ''Callejón sin salida'', ''Repulsión'' y ''La semilla del diablo''. También es un libro que cuenta la historia de un libro, lo que me resulta interesante, como en ''La novena puerta'' y ''El escritor''».
Entonces, ¿qué aporta «Basada en hechos reales» si es una exploración de las mismas obsesiones ya tratadas por el polaco? Aparte de que los amantes de la fórmula no verán inconveniente en que un director tire de sus clásicos, para Polanski hay un factor nada desdeñable: «El libro me daba la excelente oportunidad de explorar una confrontación entre dos mujeres. A menudo he mostrado conflictos entre dos hombres, así como entre hombre y mujer, pero nunca entre dos mujeres». Tanto es así que el realizador se gratifica de haber «creado una película para ellas». La cuestión no deja de tener un morbo tan incómodo como el que generan las cintas mayores del polaco, acusado desde los años 70 de violar a una chica de 13 años (acabó reconociéndolo) y perseguido desde entonces por la justicia estadounidense. ¿Un Polanski «para las mujeres»? Desde luego no hay que entenderlo como un filme feminista, sino como la repetición de los patrones de dominación de su cine, pero en este caso entre féminas. Es decir, que ellas entre ellas mismas y solas también pueden ser terriblemente crueles. Y alguien tiene que salir perdiendo. La «Venus de las pieles», admite el director, «es mi única película en la que la mujer no es una víctima».
De Cannes a Cannes
Olivier Assayas (director de «Personal Shopper» y «Viaje a Sils Maria»), otro tipo al que la incomodidad le va en los genes, se enfrascó con Polanski en la redacción a cuatro manos (contrastada vía Skype) de «Basada en hechos reales». «Las dos últimas películas de Olivier eran de mujeres», alega el director. De una novela de 500 páginas realizaron un libreto en tiempo récord porque el filme número 23 del polaco se ha gestado de Cannes en Cannes. Poco antes del festival de 2016 contactó con el productor Wassim Béji y para el certamen de 2017 lo tenía listo, tanto que se presentó en La Croisette. Para dar una vuelta más de tuerca al juego de realidad y ficción, al entrecruzamiento de biografías, Emmanuelle Seigner, la esposa de Polanski, protagoniza la cinta. Asegura el creador que trabajar con su mujer «es más fácil que... ¡vivir juntos!». Dicho, evidentemente, con una fuerte carga de humor, pues, durante los periodos, en estos últimos años, en que se ha reactivado el «caso Polanski» y durante el tiempo que estuvo preso en 2009 en Suiza, a la espera de una extradición a Estados Unidos que, por suerte para él, nunca se aceptó, Seigner ha estado a su lado, defendiendo la integridad de su esposo, que la ha dirigido además en cuatro ocasiones: «Frantic» (1988), «Luna de hiel» (1992), «La novena puerta» (1999) y «La venus de las pieles» (2013).
Finalmente, Polanski vuelve a adaptar una pieza literaria (caso, de entre otros, «El pianista» o «La Venus de las pieles»), tratando siempre de «mantenerme fiel al original. Es algo que proviene de mi infancia. Me sentía a menudo decepcionado por las adaptaciones cinematográficas de mis historias favoritas, películas que estaba deseando ver, pero los personajes que me encantaban desaparecían».