Primeros compases
Cincuenta y tres años con el festival de cine en Gijón. Comenzó como certamen de cine infantil donde llegó a ser el mejor del mundo en su especialidad
Cincuenta y tres años con el festival de cine en Gijón. Comenzó como certamen de cine infantil donde llegó a ser el mejor del mundo en su especialidad. La edición de este año sigue el esquema inventado por el anterior director, quien ahora -en Sevilla- cobra un sueldo por mantener en secreto dicho festival. Una recomendación para Gijón sería eliminar algunas secciones y crear una nueva línea ya que su director, Nacho Carballo, lo está haciendo francamente bien. Hoy reciben premios-homenaje el gran Pepe Sacristán (premio de cinematografía Nacho Martínez) y la gran agente de artistas Katrina Bayonas (premio Mujer de Cine).
Para empezar, la película de apertura, que participa en la competición, es “La calle de la amargura”, de Arturo Ripstein, a quien conocí en compañía de otro cineasta, Felipe Cazals, en el primer festival de Benalmádena, ya desaparecido. Ripstein cuenta con una amplia carrera y quizá en esta película rinde una especie de homenaje a quien él mismo reconoce como maestro, Chano Urueta y sus películas del Enmascarado de Plata. En el filme, aparece la torpeza de rodarla en falso blanco y negro, con lo que un estreno en cines resulta difícil y prácticamente imposible en las televisiones. Sin embargo, es una película que te atrapa, con un dibujo de la suciedad y miseria de los personajes y ambientes donde viven, con el morbo de un sexo extremo, incluso desagradable. Es una cinta de festival, ya presentada en la Mostra de Venecia, aunque no sé si es la más adecuada para una inauguración.